Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 24 de marzo de 2012

¿No llegará el tiempo de tomar conciencia de que generalmente hemos trajinado el camino del despeñadero político conducidos por los mediocres


El Carabobeño 23 marzo 2012

Alfonso Betancourt ||

Desde el meridiano 68

Grandes enezolanos en La Hoguera

Difícilmente otro país del Continente puede presentar la suma de talentos con proyección de genios como el nuestro. Pero también ninguno ha estado más divorciado de sus ideas para llevarlas a la práctica, cuando las mismas han tenido por mira la grandeza de la nación.

Es Venezuela, en ese sentido, la historia de las repetidas frustraciones donde los hombres, sus mejores en el pensamiento y en la acción, vieron ardiendo en la hoguera de las pasiones políticas, sus caros sueños para transformar la sociedad y enrumbarla hacia mejores destinos.

En cambio, de esa hoguera supieron sacar provecho los mediocres, los demagogos, los que en el festín de la palabra no sincera, han sembrado ilusiones en un pueblo que, ingenuo, se ha dejado arropar por la miel del engaño para servirle de trampolín a quienes en su nombre han disfrutado de prebendas y privilegios, con las riquezas de la nación, sin el menor recato por la burla cometida y sin el menor ápice de vergüenza por la deslealtad hacia los más altos valores de la nacionalidad.

Largo y prolijo, para los efectos de esta columna, sería nombrar a todos estos últimos. Bástanos señalar algunas cimeras figuras.

Empecemos por Simón Rodríguez. Toda su obra, desde que comienza criticando la educación en el Ayuntamiento de Caracas, va al objetivo de hacer la grandeza de su país y de América a través de la educación.

Para las nuevas Repúblicas hay que hacer nuevos ciudadanos. Nada de educación libresca, memorística y para grupos selectos. La Educación debe ser para todos y que responda a las necesidades de todos.

Educación para la mente y para las manos. No exclusivamente para la mente. Educación pluralista y democrática, como diríamos hoy, para ver crecer las Ciencias, el trabajo, las industrias, las artes, las letras, etc.

En esa línea, con su aspecto muy personal y filosófico, veremos posteriormente a Cecilio Acosta. Pero el uno como el otro, fueron pasto de la hoguera. Simón Rodríguez fue objeto de escarnio y de burlas. ¡Qué ofensa para mantuanos, chapetones y gachupines que este estrafalario maestro viniera a decirles que al pueblo se debe educar y cómo se debe educar! Al humilde, al sabio de Cecilio Acosta. ¿Quién lo iba a oír cuando la soberbia del melogalómano y el incensario de los cortesanos, eran obstáculos insalvables para quienes, como él, no se prosternaban? Y como éstos, Bolívar. Perogrullada sería decirlo. ¿Pero quién ignora ahora que su doctrina es todo un programa revolucionario que de haberse puesto en práctica habría hecho de Hispanoamérica un continente de grandeza y prosperidad que los intereses de mediocres, demagogos y mercaderes de la política, impidieron? Y Agustín Codazzi? Qué proyectos tan bellos los de este italiano con más alma de venezolano que cualquier compatriota. ¡Cómo se explaya su imaginación por ríos, llanuras, montañas, selvas y costas para hacer la gran Venezuela! Los caballos, sobre los cuales iban las sillas que decidían el destino del país y las mesnadas que seguían a los caudillos, dieron al traste con sus ideales.

Hasta él mismo, hombre tan culto, lo vemos envuelto en la hoguera de las pasiones políticas dirigiendo un pelotón para imponer el orden.

Ese orden que deseara ver definitivo y total para que sus proyectos se cristalizaran. Y en esta misma trayectoria está Fermín Toro, clasificado como conservador dentro de las contradicciones de nuestro acontecer político, cuando sus ideas son de lo más revolucionarias pues se emparentan con los principios del socialismo que apenas empezaba en Europa.

Sus “Reflexiones Sobre la Ley del 10 de Abril de 1834” contienen todo un programa para rectificar errores en el desenvolvimiento de nuestra sociedad y enrumbarla por nuevos senderos donde las libertades no sean producto de un teoricismo retórico sino que las mismas estén asentadas en una verdadera justicia social, como diríamos ahora, donde la producción, distribución y consumo, con la riqueza que les es inherente vaya en beneficio de todos.

Es la concepción de una moral política cuya aplicación y resultados estamos todavía esperando. ¿Pero en medio de las pasiones de liberales y conservadores quién iba a prestarle oídos a tan brillante pensador? Y como él, otros tantos e ilustres venezolanos han naufragado en la hoguera de las pasiones e intereses políticos, cuando sus ideas, su talento y toda la fuerza de su personalidad, han sido puestas al servicio de Venezuela.

El caso de Arturo Uslar Pietri es más que convincente. ¿No llegará un tiempo en que el equilibrio, la ponderación, nos hagan reflexionar y tomar conciencia de que generalmente hemos trajinado el camino del despeñadero político conducidos por los mediocres y que solo seremos grandes cuando practiquemos el aporte de nuestros insignes pensadores?


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