Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 14 de abril de 2013

Sería exagerado afirmar que POR ESTAS CALLES, la apasionante telenovela de Ibsen Martínez, y el sabroso tema musical de Yordano que la ilustraba, tumbaron a Carlos Andrés Pérez, abriendo la Caja de Pandora que está concluyendo en brazos de Nicolás Maduro


Lectura Tangente







Notitarde . 13-04-13

Por estas calles

Antonio Sánchez García

YORDANO - Por estas calles - YouTube

www.youtube.com/watch?v=bxccDtoF7vsCompartir
12/05/2007 - Subido por Rafael González C
YORDANO - "Por estas calles". Letra & música: Yordano Di Marzo. Tema central de la telenovela ...
1



El 4 de febrero de 1992 habían transcurrido 19 años del sangriento golpe de Estado del general Pinochet, que me aventara lejos de mi Patria, y otros tantos de los golpes que instauraran espantosas dictaduras militares en Argentina, Uruguay y Brasil. No era como para que un desterrado de su patria por un sangriento golpe de Estado militar se alegrara por verse sometido a otro en el que creía un país a salvo de la barbarie militarista. Pero mientras aquéllos habían sido acontecimientos cantados, dadas las graves crisis que pretendían conjurar, el que nos arrancara de un apacible sueño aquella madrugada del 4 de febrero era absolutamente inesperado. ¿Un golpe de Estado en Venezuela, precisamente al día siguiente de que el Gobierno recibiera los honores de los expertos en Davos, Suiza, el desempleo descendiera a índices más que aceptables –un 6%- y el crecimiento del Producto Interno Bruto, un 10% para 1991, situara a la economía venezolana entre las más promisorias del mundo? ¿Un golpe de Estado en Venezuela, en donde el interclasismo de socialdemócratas y socialcristianos –único en América Latina- y la notable movilidad social rendían sus mejores frutos y los sectores populares se mostraran más que satisfechos con las políticas sociales del Gobierno de Carlos Andrés Pérez?

Ciertamente: la inflación había alcanzado en los dos años precedentes cotas alarmantes, pero la política de liberalización y descentralización emprendida por el equipo que dirigía el talentoso economista venezolano Miguel Rodríguez, acompañado de grandes sociólogos y economistas como Moisés Naim, Gerver Torres, Carlos Blanco y Ricardo Haussmann, decididos a probar suerte con medidas absolutamente heterodoxas en un país enfermo de clientelismo populista, estaban dando los mejores frutos, al extremo de hacer creer al presidente de la República que saldría de Miraflores en andas del respaldo popular.

Que el país no estaba en ánimos ni maduro para golpes de Estado; que ésta era, por lo tanto, la irrupción violenta de una conspiración cívico militar, cuidadosamente planificada desde mucho antes que CAP asumiera su segunda presidencia, lo demuestra la impactante soledad que rodeó el despliegue de los carros blindados y tropas de asalto. A los que no se sumó ni un modesto contingente de civiles movilizados. Los pelotones de cabezas calientes y otros grupúsculos golpistas de franelas rosadas, además de estar pésimamente organizados y recibir un plantón de parte del cabecilla de la asonada, el teniente coronel Hugo Chávez, en Hoyo de la Puerta, no fueron más que eso: unas docenas de ultraizquierdistas desarmados con delirios subversivos. Fracasados el 4F y el 27N. Suficientemente alentados por la sedición del 27 de febrero de 1989, en los que sí participaran de manera protagónica, aunque cruelmente sofocado por los mismos oficiales que ahora se alzaban contra el Gobierno. Pero lo indiscutible es que el golpe del 4F y su reiteración el 27N no contaron con ningún respaldo popular. Lo que sumado a la corajuda y rápida respuesta del Presidente de la República y la discreta reserva de los sectores militares posiblemente involucrados que aguardaban el favorable desenlace de las intentonas para sumarse masivamente y terminar por imponer una dictadura militar, condujo a su estruendoso fracaso operativo.



2



No sucedió así en el plano político. Acorralado en la soledad de un gobierno súbitamente divorciado de sus bases de apoyo, carente de respaldo partidario y náufrago de una élite política e intelectual esencialmente antiliberal y clientelista, sedienta de pasar facturas y fracturar el frágil hilo constitucional, el gobierno de Carlos Andrés Pérez no fue capaz de resistir la virulenta ofensiva encabezada por Rafael Caldera, en connivencia con el golpismo civil de notables, partidos y medios y desde luego la silente complicidad de gran parte de la oficialidad de las fuerzas armadas. La Hegemonía instaurada el 23 de enero del 58 hacía aguas y las llamadas “fuerzas vivas” dictaron la sentencia que pronto sería ejecutada por la CSJ. CAP sería defenestrado, más por satisfacer la inquina de sus detractores y apurar el cáliz del golpismo, mientras se improvisaba el puente seudo constitucional que permitiría el paso del Caballo de Troya hasta asaltar el poder en forma legal, constitucionalmente.

Yo no creo que cuando a Ibsen Martínez se le ocurrió escribir un guión que siguiera día a día los avatares de ese desenmascarado avance del golpismo venezolano al poder y se sacara de la manga su exitosa telenovela POR ESTAS CALLES, hurgando en la herida de una democracia en trance de agonía, siguiera un conspirativo y siniestro plan preestablecido. Ni tampoco creo que fuera el caso de Yordano al componer su hermoso y vibrante son cubano del mismo nombre. Muchísimo menos que a Marcel Granier, por entonces enzarzado en una competencia cuerpo a cuerpo con Gustavo Cisneros por dominar comercialmente el espectro radioeléctrico se le hubiera pasado por la cabeza – hombre culto, serio y responsable – poner a freír las instituciones democráticas en el caldero de aceite hirviente con el que poco tiempo después el principal beneficiario de todas esas talentosas ocurrencias mediáticas amenazara a las dirigencias de los principales partidos democráticos del país. Para entretenimiento y solaz de una galería ávida de hechos de sangre. Al cabo de unos pocos meses el país se nos había vuelto desaforadamente golpista.

Mucho más grave aún: ni siquiera creo que el principal gestor de la traición a la democracia representada por el golpe y los comandantes golpistas – me refiero a Don Luis Miquilena y a sus compañeros, entre los cuales hombres de intachable conducta ética y moral como Alejandro Armas - tuvieran plena y absoluta conciencia del monstruo que estaban engendrando. Como tampoco el Dr. Frankenstein, empeñado en desafiar a Dios devolviéndole la vida a un cadáver, fuera culpable de las abominables atrocidades cometidas luego por su espantosa criatura.

Para decirlo muy brevemente: creo que desde Ibsen Martínez a Marcel Granier y desde Rafael Caldera a Luis Miquilena – sume a la lista que ellos encabezan toda suerte de intelectuales, artistas, músicos, cantantes, editores y propietarios de medios, columnistas, filósofos, constitucionalistas, fiscales, juristas, banqueros, empresarios, agricultores, académicos, profesionales, técnicos y representantes de todos los estratos y todas las clases sociales del país, hoy mayoritariamente activos militantes de la oposición democrática - ni siquiera se les haya pasado por la cabeza que trabajaban prolija y cuidadosamente por destruir dos siglos de República, abrirle el país a la más infame y peligrosa autocracia de su historia y que como resultado final de sus esmeros -imaginémoslos inocentes y libres de toda mala intención– se escondía la entrega de la República a la tiranía castrocomunista. Pero como bien reza el refrán: de buenas intenciones está pavimentado el camino a los infiernos. Henos aquí, hundidos hasta el cogote en sus pailas. Nadie sabía para quién trabajaba.



3



Tengo suficientes elementos de juicio como para sospechar que este análisis valorativo, del que me hago plenamente responsable, no haya sido hasta hoy asumido ni metabolizado no ya por los inermes responsables mencionados, algunos de los cuales terminarían siendo víctimas propiciatorias de la infamia castrochavista, perdiendo vida, trabajo y bienes en el intento por reparar graves errores, sino por quienes, a Dios gracias, han asumido la tarea de derrotar la infamia y recuperar a Venezuela de las manos de la felonía. Y sin el menor ánimo de escarbar en nuestras miserias o revolver el dedo en la llaga de nuestro irresponsable infantilismo político, me veo en la obligación moral de llamar la atención de la grácil levedad con que cierta oposición olvida el pasado o, aún peor, lo niega o le desconoce su gigantesca cuota de responsabilidad en los siniestros resultados a que toda esa hegemonía protogolpista de Por Estas Calles –novela y canción- y otras yerbas mediáticas del mismo tenor diera lugar.

Que Venezuela haya interrumpido su proceso de desarrollo político, económico y cultural para caer bajo el encantamiento de un pintoresco y aparatoso retorno al corazón de nuestras tinieblas, abriéndole las puertas incluso a la invasión del castro comunismo sobre más de doscientos mil cadáveres y billones y billones de dólares quemados en el altar del derroche y el despilfarro corruptor, no es materia de fácil olvido ni suciedad que pueda esconderse bajo la alfombra con un olímpico “aquí no ha pasado nada”.

En casos de perversiones políticas de similar tenor y semejantes consecuencias, nadie tuvo el desparpajo de plantear explícita o implícitamente “hagamos borrón y cuenta nueva”. Muy por el contrario: en todos ellos se zanjó una diferencia abisal entre golpistas y antigolpistas y se procedió a iniciar los expedientes que terminaron llevando a la cárcel a los responsables. En ninguno de ellos se salió del abismo usando las cuerdas de quienes empujaran sus cadáveres hacia el fondo de su ignominia. Ni se avanzó hacia la victoria cantando los himnos de las viejas tropas de asalto.

En todos ellos se intentó, con mayor o menor éxito, pedir y arreglar cuentas con el pasado. Someterlo al doloroso aunque necesario interrogatorio sobre causas y consecuencias de aquellas obras y acciones que contribuyeron a debilitar la singladura moral de sus sociedades y alentar irresponsable y livianamente a la quiebra de costumbres e instituciones venerables. Llamar al estrado a los culpables del mal y hacer conciencia sobre lo que Humberto Ecco ha llamado, con profunda razón, “fascismo cotidiano”. Estableciendo una limpieza profiláctica de todos sus desvíos. Sería exagerado afirmar que POR ESTAS CALLES, la apasionante telenovela de Ibsen Martínez, y el sabroso tema musical de Yordano que la ilustraba, tumbaron a Carlos Andrés Pérez, abriendo la Caja de Pandora que está concluyendo en brazos de Nicolás Maduro. Pero de que sirvieron de condimento para alebrestar al golpismo y difamar como malhechores a todos los funcionarios del gobierno democráticamente electo y hundir a un presidente electo democráticamente en las cloacas de la difamación, no hay la más mínima duda. Olvidarlo, es un crimen de lesa humanidad. Y si queremos salir de verdad, desde lo profundo, de este trágico trance, superándolo para siempre, tenemos la obligación moral de prohibirnos olvidar. Ésta es, antes que nada, una cruzada de orden moral. En su éxito nos va la vida.

E-mail: sanchezgarciacaracas@gmail.com
Twitter: @sangarccs

No hay comentarios:

Publicar un comentario