Lectura Tangente
Notitarde 26/07/2014 Los signos de los tiempos
- Víctor Maldonado (Notitarde / )
Víctor Maldonado
Hay un pasaje del Evangelio de San Lucas -específicamente en el capítulo 25- en el que Jesús reniega que la gente sepa disipar el futuro en algunos aspectos y sea tan ciego en otros. "Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?"
La hipocresía a la que se refería el Señor es lo que ahora conocemos como negación. Negamos, por ejemplo, que la realidad sea una sola con relaciones complejas, y por lo tanto no hay un compartimiento estanco que se llame "economía", totalmente diferente a otro que se denomine "política". Negamos también que somos hijos de nuestra época, y que por lo tanto nos toca experimentarla como un todo que se nos viene encima. No nos gusta reconocer que tanto recibimos como damos, y que por lo tanto, somos hechura de esto así como sus mas fieles arquitectos.
Tampoco es que somos los mejores asumiendo la responsabilidad. El "locus de control" es muy externo. Siempre estamos buscando un culpable o un chivo expiatorio. Aplicamos la desmemoria con desfachatez y reinterpretamos los hechos siempre a nuestro favor. No hay nada peor que caer en desgracia, o simplemente errar el tiro. Leopoldo López, por ejemplo, es una demostración. Ahora en la cárcel es objeto de un ataque despiadado desde los flancos del gobierno y de la oposición. Al parecer su gran crimen fue perturbar el plan que nos llevaba hasta el 2019. Ahora el líder político es también el gran causante de las divisiones y diferencias que exhiben buena parte de los jefes políticos de la alternativa democrática. Y si no es él, pues es María Corina, a quien se le imputa la dureza con la que defiende sus propias posiciones, y el atreverse a salir a la calle a pedir un cambio radical y urgente. Y hemos visto con estupor cómo la duramadre de la dirección política se ha empeñado en que ellos no son la estaca en la que los otros solitos se clavaron.
Hay un déficit de "superioridad moral" que nos iguala a nuestros adversarios. Por estas calles se censura y se advierte contra las pretensiones de la disidencia. De este lado también se cree en que la verdad es el resultado de una decisión jerárquica que no se puede rebatir, y que el cargo otorga inmunidad contra el error. En el flanco de la alternativa se pistonea moralmente, se administra el prejuicio clasista y se pretende que la única verdad sea la que deciden los que tienen poder. Si lo pensamos bien, es la misma forma con la que un fiscal de tránsito o un policía administra las relaciones con los ciudadanos. La pistola al cinto -real o virtual- confiere a los venezolanos de unas pretensiones insólitas para usar contra los demás.
Aquí los mismos que dicen defender la libertad de expresión pueden querer mandarnos a callar, y los mismos que padecen de la ceguera más monumental quisieran ser nuestros obligados guías e intérpretes. Eso es lo que se llama confusión, y en su construcción y sostenimiento todos tenemos que ver.
La confusión se combate con claridad. Necesitamos acuerdos. Necesitamos una dirección colectiva, no mesiánica, que sea capaz de interpretar nuestras necesidades, nuestras preocupaciones, nuestras urgencias y nuestras ambiciones. Necesitamos una hoja de ruta que no sea saboteada por los caudillos o sus montoneras. Necesitamos congruencia entre lo que decimos y lo que practicamos. Y necesitamos no ser objeto del desprecio de nuestros líderes, que nos tienen a nosotros pero que están obsesionados en buscar al "chavista radical" perdido en su propio desierto. Vale la pena recordar lo que Jesús decía: "Hagan lo justo y lo demás se les dará por añadidura".
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