Un Papa muy humano
El cardenal Ratzinger, actual Benedicto XVI, reflexiona sobre el fútbol.
Una de las características más acusadas de la personalidad de Benedicto XVI es su profunda humanidad junto con su interés por todas las facetas de la vida humana. Se puede decir con toda justicia, con los clásicos, al evocar su vida y leer sus escritos que nada humano le es ajeno.
Como explicaba a la RAI el cardenal Bertone, antes de comenzar a hablar de temas "muchos más serios y más graves de la Iglesia y del mundo", suelen comentar un suceso divertido o hablar de la marcha de la liga de fútbol.
El cardenal comenta que el Papa "es fresco y espontáneo como un niño", y destaca "su grandeza y sencillez". "Quien le ha podido saludar un instante en las audiencias destaca sus ojos penetrantes, su capacidad de escuchar, de decir siempre la palabra justa, como si fuera un amigo de siempre".
Antes de ser elegido Papa, el cardenal Ratzinger escribió en un libro que recoge su pensamiento como teólogo y autor espiritual, -Mitarbeiter der Warheit- un artículo sobre el fútbol.
Es un reflexión profunda y sagaz, rebosante de hondura y comprensión del corazón humano.
Cuando se hojea la prensa y se escucha la radio, se comprueba enseguida que hay un tema dominante: el fútbol y la liga de fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el mundo por encima de las fronteras nacionales, con un mismo sentir, con idénticas ilusiones, temores, pasiones y alegrías. Todo esto nos revela que nos encontramos frente a un fenómeno genuinamente humano.
Surge espontánea la pregunta sobre el por qué de la fascinación que ejerce este juego. El pesimista contestará que es una repetición más de lo que ya se experimentó en la antigua Roma: pan y circo; panem et circenses.
Pero, incluso si aceptáramos esta respuesta, tendríamos que preguntarnos: ¿y a qué se debe semejante fascinación, que lleva poner el juego junto al pan, y a darle la misma importancia?
Volviendo de nuevo en la antigua Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo que aquel grito que pedía "pan y juego" era la expresión del deseo de una vida paradísiaca. En este sentido, el juego es se presenta como una especie de regreso al hogar primero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante.
Volviendo de nuevo en la antigua Roma, podríamos contestar a esta pregunta diciendo que aquel grito que pedía "pan y juego" era la expresión del deseo de una vida paradísiaca. En este sentido, el juego es se presenta como una especie de regreso al hogar primero, al paraíso; como una escapatoria de la existencia cotidiana, con su dureza esclavizante.
Sin embargo el juego tiene, sobre todo en los niños, un sentido distinto: es un entrenamiento para la vida.
A mi juicio, la fascinación por el fútbol consiste, esencialmente, en que sabe unir de forma convincente estos dos sentidos: ayuda al hombre a autodisciplinarse y le enseña a colaborar con los demás dentro de un equipo, mostrándole como puede enfrentarse con los otros de una forma noble.
Al contemplarlo, los hombres se identifican con ese juego, haciendo suyo ese espíritu de colaboración y de confrontación leal con los demás.
Desde luego, la seriedad sombría del dinero, unida a los intereses mercantiles, pueden echar todo esto a perder.
Al pensar detenidamente en todo esto, se plantea la posibilidad de aprender a vivir con el espíritu del juego, porque la libertad del hombre se alimenta también de reglas y de autodisciplina.
En todo caso, la visión de un mundo que vibra con el juego debiera servirnos para algo más que para el entretenernos, porque si fuéramos al fondo de la cuestión, el juego podría mostrarnos una nueva forma de entender la vida.
Cardenal Ratzinger
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