La literatura venezolana
ALIRIO PÉREZ LO PRESTI | EL UNIVERSAL
sábado 19 de julio de 2014 12:00 AM
El 4 de julio de 2014 apareció en el diario El Universal, un artículo de Mariano Nava Contreras titulado ¿Existe la literatura venezolana? Lo leí con lupa y me pareció que era propicio para plantear un debate constructivo no solo para provecho de las letras nacionales, sino para las instituciones formales de carácter académico que se dedican al estudio del gran fenómeno vinculado con la palabra escrita y su dimensión artística más elevada.
El autor de dicho escrito es licenciado en letras, profesor de la Universidad de Los Andes, doctor en Filología, escritor de varios textos de narrativa, ganador de varios concursos de literatura, ha sido coordinador general de la Feria Internacional del Libro Universitario más importante del país (FILU), la cual se celebra anualmente en Mérida-Venezuela, además de haber sido el director ejecutivo del Consejo de Publicaciones de la ULA en tres oportunidades. Una persona vinculada con el mundo académico, el mundo editorial y el universo de la palabra escrita. Por las razones antes dichas, me parece curioso que no se haya generado un mínimo debate en el ámbito de las letras venezolanas por el contenido del artículo. Esto tiene varias posibles interpretaciones. Me atrevo a asomar solo alguna.
Si algo caracteriza el espíritu del venezolano es la propensión a la ligereza para tomarse los asuntos cotidianos. En una sociedad en la cual la criminalidad está a la orden del día, la tragedia se asume incluso con chanzas que banalizan la gravedad de los asuntos. Tratamos como conglomerado de evadir la solución de los problemas y el lema colectivo pareciera ser: "el que venga atrás que arree". Esa tendencia de obviar las cuestiones, de mirar para otro lado, de escurrir el bulto, no solo es una manera de conducirnos como connacionales, sino que explica en parte la dura y grave situación en la cual se ha hundido la nación en los últimos 15 años. -¿Para qué leer si no hay leche? -me pregunta una profesora abatida por la desesperanza.
Es imprescindible la posibilidad de controvertir las ideas en un ámbito de respeto y argumentaciones esgrimidas con responsabilidad. Debatir es la manera de ventilar nuestro pensamiento y tratar de buscar el punto medio de las cosas que conlleven al entendimiento y la armonía.
Hasta en las peores circunstancias históricas, el arte y las variadas manifestaciones del mismo han aparecido e incluso se han multiplicado, porque lo artístico y lo subversivo van de la mano. Una sociedad que no practique el arte de lo discursivo en términos dialécticos y no se atreva a debatir las ideas no solo es una sociedad de seres medianos, sino que está condenada al oscurantismo y la barbarie.
El epíteto descalificativo, las voces soeces, la inhabilitación infundada y ataque a la vida íntima de las personas hacen de las suyas, cuando se huye de la confrontación de ideas; todo lo cual empobrece y nos hace copartícipes de una dinámica de insuficiencias que desde el aparato de poder hasta el ciudadano común crean un manto gris sobre nuestras pobres almas semidormidas.
El fomento de la lectura es el pilar de cualquier sistema educativo y sin una sociedad de lectores, la ignorancia y el atraso serán la sombra que seguirá indefinidamente a cualquier ciudadano. Esta necesidad de promover la lectura pasa indefectiblemente por estimular el leer textos literarios, llámense cuentos, novelas, poesías, ensayos u otras "modalidades" que estimulen el pensar.
En lo personal tengo dos críticas a quienes se dedican desde la academia a promover lo literario.
1) En pleno siglo XXI venezolano no se ha creado la figura universitaria del "agente literario", el cual sería un profesional acreditado y formado de manera sólida en materia literaria, además de manejar atinadamente los aspecto relacionados con el "mercadeo" de un "producto" que al contrario de la mayoría de los que son exaltados para su consumo masivo y empobrecedor, mejora la dimensión espiritual del agradecido lector. Este "agente literario" haría menos complicada la vida de los propios escritores, que terminan por necesidad haciendo de "libreros", la cual es una profesión digna y admirable, pero que no es el área de competencia para quien escribe.
2) Si bien es cierto que hemos tenidos encomiables y admirables críticos, esta disciplina sigue siendo floja y no termina de ser asumida con contundencia por la academia. Sin crítica, al igual que sin lectores, la literatura desaparece. El arte es consensual, por lo menos en algún momento, y la crítica hace que el consentimiento necesario para que se despierte el interés por el libro haga más sutil el tránsito que lleva el texto desde que se escribe, hasta el momento en que arriba a las manos del lector. La necesidad de impulsar un mayor interés en estimular el análisis de los textos es perentoria en una sociedad consumida por los atribulados escenarios políticos. Mis votos porque el debate noble e inteligente se haga sentir.
@perezlopresti
El autor de dicho escrito es licenciado en letras, profesor de la Universidad de Los Andes, doctor en Filología, escritor de varios textos de narrativa, ganador de varios concursos de literatura, ha sido coordinador general de la Feria Internacional del Libro Universitario más importante del país (FILU), la cual se celebra anualmente en Mérida-Venezuela, además de haber sido el director ejecutivo del Consejo de Publicaciones de la ULA en tres oportunidades. Una persona vinculada con el mundo académico, el mundo editorial y el universo de la palabra escrita. Por las razones antes dichas, me parece curioso que no se haya generado un mínimo debate en el ámbito de las letras venezolanas por el contenido del artículo. Esto tiene varias posibles interpretaciones. Me atrevo a asomar solo alguna.
Si algo caracteriza el espíritu del venezolano es la propensión a la ligereza para tomarse los asuntos cotidianos. En una sociedad en la cual la criminalidad está a la orden del día, la tragedia se asume incluso con chanzas que banalizan la gravedad de los asuntos. Tratamos como conglomerado de evadir la solución de los problemas y el lema colectivo pareciera ser: "el que venga atrás que arree". Esa tendencia de obviar las cuestiones, de mirar para otro lado, de escurrir el bulto, no solo es una manera de conducirnos como connacionales, sino que explica en parte la dura y grave situación en la cual se ha hundido la nación en los últimos 15 años. -¿Para qué leer si no hay leche? -me pregunta una profesora abatida por la desesperanza.
Es imprescindible la posibilidad de controvertir las ideas en un ámbito de respeto y argumentaciones esgrimidas con responsabilidad. Debatir es la manera de ventilar nuestro pensamiento y tratar de buscar el punto medio de las cosas que conlleven al entendimiento y la armonía.
Hasta en las peores circunstancias históricas, el arte y las variadas manifestaciones del mismo han aparecido e incluso se han multiplicado, porque lo artístico y lo subversivo van de la mano. Una sociedad que no practique el arte de lo discursivo en términos dialécticos y no se atreva a debatir las ideas no solo es una sociedad de seres medianos, sino que está condenada al oscurantismo y la barbarie.
El epíteto descalificativo, las voces soeces, la inhabilitación infundada y ataque a la vida íntima de las personas hacen de las suyas, cuando se huye de la confrontación de ideas; todo lo cual empobrece y nos hace copartícipes de una dinámica de insuficiencias que desde el aparato de poder hasta el ciudadano común crean un manto gris sobre nuestras pobres almas semidormidas.
El fomento de la lectura es el pilar de cualquier sistema educativo y sin una sociedad de lectores, la ignorancia y el atraso serán la sombra que seguirá indefinidamente a cualquier ciudadano. Esta necesidad de promover la lectura pasa indefectiblemente por estimular el leer textos literarios, llámense cuentos, novelas, poesías, ensayos u otras "modalidades" que estimulen el pensar.
En lo personal tengo dos críticas a quienes se dedican desde la academia a promover lo literario.
1) En pleno siglo XXI venezolano no se ha creado la figura universitaria del "agente literario", el cual sería un profesional acreditado y formado de manera sólida en materia literaria, además de manejar atinadamente los aspecto relacionados con el "mercadeo" de un "producto" que al contrario de la mayoría de los que son exaltados para su consumo masivo y empobrecedor, mejora la dimensión espiritual del agradecido lector. Este "agente literario" haría menos complicada la vida de los propios escritores, que terminan por necesidad haciendo de "libreros", la cual es una profesión digna y admirable, pero que no es el área de competencia para quien escribe.
2) Si bien es cierto que hemos tenidos encomiables y admirables críticos, esta disciplina sigue siendo floja y no termina de ser asumida con contundencia por la academia. Sin crítica, al igual que sin lectores, la literatura desaparece. El arte es consensual, por lo menos en algún momento, y la crítica hace que el consentimiento necesario para que se despierte el interés por el libro haga más sutil el tránsito que lleva el texto desde que se escribe, hasta el momento en que arriba a las manos del lector. La necesidad de impulsar un mayor interés en estimular el análisis de los textos es perentoria en una sociedad consumida por los atribulados escenarios políticos. Mis votos porque el debate noble e inteligente se haga sentir.
@perezlopresti
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