Indiferencia política ha permitido desvanecimiento de la prensa
Elías Pino Iturrieta, subdirector del diario El Nacional. (Foto Andrés Galindo)
Alfredo Fermín
El historiador Elías Pino Iturrieta responsabiliza a los políticos de la desaparición de la prensa independiente en Venezuela por su indiferencia ante las prácticas antidemocráticas del Gobierno contra de la libertad de expresión.
Los políticos, dijo en términos generales, se contentan con “cacarear” el derecho a hablar pero sin una conducta concreta, enfática, frente a los problemas de la prensa, que solo les importa cuando hay campaña electoral o cuando necesitan espacios.
El historiador considera obligante que en la situación que vive Venezuela, se entienda que el nexo, entre los medios de comunicación social independientes y los políticos democráticos, es primordial en la campaña electoral que tenemos encima para renovar la Asamblea Nacional.
Solo con el establecimiento de un nexo entre la política y los medios comunicación social se podrá pensar en cómo salir de este horror, si se ganan las elecciones parlamentarias, que no se van a ganar porque estamos hartos sino porque, los dos sectores, tienen que poner el bistek y el resto de la comida, para que la gente vea que la prensa es el mejor aliado, sentenció el historiador durante la visita que realizó el jueves a El Carabobeño.
Para Pino Iturrieta, subdirector del diario El Nacional, de Caracas, en que el vínculo de los medios de comunicación social y las sociedades está el fundamento para que se entienda el problema que tiene el país por el predominio de la prensa oficial, que no le permite al hombre común enterarse de lo que debe saber.
Al efecto, puso el ejemplo: un señor común y corriente, sale a la calle y compra Últimas Noticias y ve que no hay ningún tipo de problemas, que todo está normal, por lo cual piensa que no hay una cosa digna de atención que le puede interesar. En el kiosco encuentra también el diario Vea que dice que en Venezuela, hay un monstruo que trajo el imperialismo, o la burguesía apátrida, para convertirse en cómplice de crímenes cometidos por líderes de la oposición.
¿Qué sucede entonces?
Eso es lo que ha contribuido a que a la gente no le importe que El Universal y Últimas Noticias hayan cambiado de estilo. Esto nos conduce a la esquizofrenia de desvincularnos estrambóticamente con el entorno. Felipe González estuvo aquí y, el común de la gente, no supo quién es él. Pero le dijeron que es un bicho espantoso.
Comentando la situación de la televisión dijo que, en los programas, si la información tiene que darse, se reduce a las esquinas o se ignora por completo, porque la información no se maneja de acuerdo con el libre albedrío, partiendo de los datos que suministra las personas que deben darlos.
Eso pasa en escala nacional y local. Aunque quizá en lo local podría existir alguna diferencia. Pero también ocurre el mismo problema en la medida en que a los medios regionales se les cercenan su presencia con una competencia a través de los dineros del Estado para la compra del medio o la negación del papel.
En el estado Carabobo, puede ser más útil a la gente lo que dice El Carabobeño, que El Nacional, por la forma de interpretar los problemas, desde el punto de vista de las vivencias y las sensibilidades regionales. La dictadura de Juan Vicente Gómez acabó con la prensa regional por considerarla peligrosa argumentando que debía imponerse el reino de la paz y del trabajo.
¿Por eso, el Gobierno está acabando con los grandes diarios nacionales?
-Frente a El Carabobeño está el letrero: “Sin papel no hay periódico”, pero hay gente que no sabe exactamente lo que eso implica porque se transmite la idea de que ese es un problema del señor Alemán con sus trabajadores.
La comunicación social es un hecho social, un valor que anda “porai”. La libertad de expresión es un valor que está en la Constitución pero ¿qué tiene que ver eso con la vida nuestra? No hay entendimiento porque no se ha sabido establecer un puente de manera adecuada.
¿Esa situación se ha presentado en la historia del Periodismo en Venezuela?
-De 1828 a 1830, en Venezuela, no había periódicos. La Gaceta de Bogotá afirmaba que su contenido era la palabra de Bolívar. Y de repente, después de la separación de Venezuela de la Gran Colombia, se fundaron 25 periódicos que se convierten en la voz de la República en contra de la de Colombia. Para bien o para mal, empezamos una vida distinta con un movimiento llamado La Cosiata, que tuvo mucho ver con Valencia.
Había analfabetos pero siempre se encontraban a alguien que les leyera y se fue formando un movimiento masivo al punto de que no hubo posibilidad sino de que, en Bogotá, accedieran a la separación de Venezuela de la Gran Colombia y se acabó el cuento.
¿Quiénes escribieron esa prensa?
- Gente común y corriente que estableció un nexo con la realidad: Antonio Leocadio Guzmán, Tomás Lander, Felipe Larrazabal, Fermín Toro, Cecilio Acosta, figuras fundamentales. La gente leía sus artículos, que comenzaron a decir lo que era y necesitaba el país.
Llegaron al punto de inventar, en 1840, el periódico El Venezolano cuya lectura provocaba colas de los negros pardos y pobres. Se creó así un movimiento social distinto en la historia de Venezuela. Esto comprobó que importancia de establecer un vínculo con los medios de comunicación social y los usuarios.
¿Por qué surtió efecto ese Periodismo?
Los redactores de entonces entendieron que la gente estaba frustrada y muerta de hambre de lo cual salió una cosa distinta y prometedora. Así comenzó la época de oro del periodismo venezolano. Ni antes ni después, se llegó a tal extremo de calidad y de profundidad y contenido a través de la prensa.
¿Qué debemos hacer ahora?
-En los períodos de oscurana no se sabe qué hacer. Si se supiera, ya habríamos salido de esto. Marcelino Bisbal dijo que hay que votar. Claro, pero necesitamos a los medios, que estarán más socorridos porque hay muchos interesados en ir al Congreso. Pero eso es un capítulo breve de una historia de alejamiento entre la sociedad y la comunicación social gravísimo. No nos percatamos de que el problema radica en una relación gélida entre periodismo y la gente que, en muchos casos, es un divorcio.
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