Gregorio Riera Espinoza || De dioses a animales
rieragregorio@gmail.com
Qué difícil resulta entender la rudeza, crueldad o despotismo con que los seres humanos destruyen su entorno, sea físico, social o personal. Durante miles de años nuestros similares y originales sapiens en el lado oriental de África permanecieron en su nicho sin afectar a otros, pero hace cerca de 70.000 años ese sapiens “original” bruscamente decidió salir de África y poblar el mundo; pasó a Asia, Europa, hace 16.000 años al norte de América y 4.000 años después alcanzó el extremo sur de este continente.
“Tenemos razones para reprimir el recuerdo de nuestros hermanos”. Nos lo dice Yuval Harari en su libro “De animales a dioses. Una breve historia de la humanidad”. Al paso de ese sapiens original desaparecieron todos los otros homos como el de Neandertal de Europa o el erectus de Asia. Se supone que el poder del sapiens conquistó y suplantó los territorios de los otros. Esa Revolución Cognitiva, como la llama Harari, cambió la estructura social del hombre inicial deAfrica, quien nunca soñó con que caminaría en la Luna, usaría celulares, controlaría las infecciones, substituiría órganos enfermos o predeciría una tormenta. Hoy, nos entristece mirar al interior de lo que somos, cuando deberíamos enaltecernos por los logros de ese género Homo o mejor dicho “humano”.
De respetar lo que nos rodeaba hace más de 70.000 años, ahora dominamos a nuestros similares con armas letales usadas por todas las razas y en todos los tiempos. Nos sometemos unos a otros con armas de tecnología, preponderancia económica o influencia cultural. No satisfechos, seguimos con exclusiones de razas, religiones o políticos que soportan de la manera más estúpida posible la imposición a otros seres humanos.
Nada puede desviar las intenciones de los verdaderamente humanos que sobre el reflejo del agua observan un rostro hermoso o un paisaje tranquilo, se enternecen con la sonrisa de un niño, con el aroma de una flor, viajan al infinito con la pasión de su amante, erizan su piel con los acordes de una música misteriosa, humedecen sus ojos con el drama del amigo, entregan sacrificio y esfuerzo por sus hijos y padres y por nada del mundo sacrificarán su honradez evitando el adorno del poder o del dinero. Es el sapiens que quiero y admiro. No se pueden perder millones de años de transformaciones biológicas para empuñar un arma, vivir en el submundo de drogas, delincuencia o subyugar a pueblos enteros por irracionalidad política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario