Alfredo Fermín || Hoy y después en Valencia
En todas partes se nos pregunta ¿qué va a pasar con El Carabobeño? Y la verdad es que- en este diario- nadie lo sabe. Lo único cierto es que no hay papel, que estamos agotando las reservas destinadas a la revista dominical Paréntesis. Después, todo es una colosal incertidumbre que se acrecienta cada día con el silencio perverso del gobierno que finge que no está enterado de la situación. Es como si no existiéramos.
De hecho es así. El Carabobeño no tiene acceso a las fuentes informativas oficiales. A sus periodistas se les impide el acceso al Capitolio, sede del gobierno, donde se nos tiene como a gente indeseable. En estos días, no se le permitió a nuestros compañeros periodistas de la fuente cubrir el acto de inauguración de la nueva línea del metro con la excusa de que no se había confirmado nuestra presencia.
Con esta política se está imponiendo un tipo de periodismo que lesiona la libertad de información. Se pretende que el arreglo de una acera o el corte de una maleza se destaquen como obras colosales, como lo hacen los medios que han comprado o la prensa gobiernera para las cuales no hay limitaciones de insumos, ni de costos.
Ante la crisis que tiene El Carabobeño, personalidades de la ciudad, encabezadas por el arzobispo Reinaldo Del Prette, dirigieron una carta solicitando su intervención al gobernador Francisco Ameliach, sin que hasta ahora se haya producido el acuse de recibo de la comunicación, evidenciando así que hay interés en hacer desaparecer al diario más antiguo de la región central porque, su contenido, incomoda a un gobierno que adquirió, por méritos propios, el calificativo de dictadura.
Quienes hemos conocido y cubierto la gestión de los gobernadores de estado durante más de 40 años, no encontramos explicación a la animadversión que tiene el gobernador Ameliach con los periodistas de la fuente política .Con gobernantes de la cuarta república y con el general Luis Felipe Acosta Carles, muchas veces, fuimos inclementes cuando la situación lo ameritaba. Pero, en esta gestión, ningún comunicador social acreditado de esta ciudad ha ofendido al gobernador. Tampoco él lo ha hecho con nosotros por lo cual pensamos que, aunque la línea editorial de los medios, para los cuales trabajamos no comparta su estilo de gobernar, él ha podido mantener relaciones cordiales con nuestro gremio.
El gobernador Francisco Ameliach tiene una oportunidad de oro de usar su jerarquía dentro del PSUV para que, 308 trabajadores, no nos quedemos sin trabajo. Se crecería ante su ciudad natal y ante su electorado y evitaría que no se le recuerde como el gobernador en cuya gestión desapareció El Carabobeño. Que no le suceda lo que a Juan Vicente- El Negro- Seijas quien, como alcalde en los años 70, realizó una buena labor. Pero, por lo único que se le recuerda es porque mandó a derribar la sede del concejo municipal frente a la plaza Bolívar .
Tenemos la impresión de que el gobernador Ameliach, como valenciano y buen político que es, no permitirá que, por un capricho del gobierno central, pase a la historia con ese san Benito.
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