Obra Arturo Michelena - Francisco de Miranda en la Carraca - 1896
Notitarde Lectura TANGENTE 28 de junio 2015
José Carlos de Nobrega
Arturo Michelena (Valencia, 1863 - Caracas, 1898) fue una figura emblemática de
la ciudad de Valencia, la de Venezuela. No es un accidente el hecho que los bustos
de Michelena y el escritor, José Rafael Pocaterra, estén cuidando la entrada del
Museo de Arte Valencia. Fue
uno de nuestros más grandes pintores, pues contribuyó a configurar el discurso plástico
nacional. Integró una portentosa generación artística con Antonio Herrera Toro, Cristóbal
Rojas y Martín Tovar y Tovar.
Tuvimos el privilegio de apreciar una significativa parte de la obra de Michelena gracias a
la exposición “Intimismo y Épica. Las dos travesías de Arturo Michelena. 150° Aniversario
de su natalicio (1863-2013)” de la Galería de Arte Nacional con la curaduría de Juan
Calzadilla. Por cierto, las instituciones valencianas le prestaron muy poca colaboración
al poeta Calzadilla y esta empresa expositiva, lo cual deja muy mal parada a la burocracia
cultural local. También citamos dos exposiciones realizadas en Valencia: “Arturo Michelena y
el arte del siglo XIX” y “Arturo Michelena, niño”, 2007, en el, hasta entonces, Museo Arturo
Michelena de Valencia (hoy Cavam), ubicado en la Plaza Bolívar. La obra plástica de Michelena
no sólo revela sus extraordinarias dotes técnicas, sino su pasión por la historia de la República,
por supuesto, influida por la historiografía romántica de Juan Vicente González y Eduardo
Blanco. “Vuelvan caras” no sólo es una recreación impresionante de la batalla de las Queseras
del Medio con Páez en la vanguardia, sino una demostración palpable de su magnífica técnica
pictórica: El juego de la luz y el movimiento es altamente dinámico, pues las figuras guerreras
y sus cabalgaduras estremecen y trascienden el formato bidimensional. En “Pentesilea” de
1891, bellas Amazonas semidesnudas y sus cabalgaduras se precipitan del puente al espectador
asombrado en el fragor de la batalla. “La vara rota” (1892) recrea una escena taurina muy
vivaz y colorida que combina realismo e impresionismo en un ejercicio casi fotográfico.
El trabajo paisajístico de Michelena es notable dada la agudeza de su mirada que se
apropia felizmente de la naturaleza. Los paisajes caraqueños de finales de siglo, atestiguan
un buen momento de su matrimonio con Lastenia Tello. Su condición de tuberculoso le llevó a
explorar la montaña y la campiña. El tratamiento del paisaje fue asumido de modo autónomo
en pequeño formato y de manera integral en los grandes óleos históricos y retratos como telón
de fondo. Podemos observarlo en los paisajes como tales y en los retratos célebres de
Bolívar (1888) y Joaquín Crespo (1897). Probablemente, la obra paisajística de Michelena
registra los paisajes naturales de Valencia desde su propia infancia hasta la adultez.
Si bien coincidimos con el poeta Calzadilla, en la condición de pintor oficial de Arturo
Michelena que hizo concesiones a la sociedad conservadora de su tiempo, no podemos obviar
la calidad notoria de sus retratos de gran formato. Se conjuga lo icónico, lo intimista y lo
histórico, más allá del afán propagandístico del discurso político de aquel tiempo. Como se
sabe, la deificación de Simón Bolívar sustentó los proyectos de hegemonía política de Páez y
Guzmán Blanco, que comprendieron tanto al conservadurismo como al liberalismo del siglo
XIX. “Miranda en la Carraca” es un retrato yacente que manifiesta con gran dramatismo el
fracaso coyuntural del proyecto quijotesco e integracionista de Latinoamérica, patente en la
obra escrita y política de Miranda y Bolívar. Este cuadro proverbial es quizás la gran referencia
icónica de nuestro país. No nos cansamos de mirarlo con asombro, devoción y admiración.
Incluso la obra de Michelena niño nos depara momentos de placer estético que agradecemos
aún con devoción. Desde el “Paisaje rural” (1874) y su tratamiento de los colores fríos, las
estampas religiosas, el bestiario doméstico, “El infierno” (1874) con sus diablos bailómanos
y el fantástico autorretrato a los once años. La ciudad de Valencia, muy a pesar de sus
pésimos
pésimos
gobernantes a lo largo de la historia, no es concebible sin los cuadros de Arturo Michelena,
los textos narrativos de Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez y Slavko Zupcic, o los pícaros
ensayos
ensayos
de Pedro Téllez. En definitiva, Arturo Michelena es patrimonio vivo de Valencia, pues
la dignifica
la dignifica
y la salva del caos a la que la someten políticos, funcionarios y catedráticos de perversa
voluntad.
voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario