La realidad de los migrantes sirios
ALFREDO TORO CARNEVALI | EL UNIVERSAL
lunes 21 de septiembre de 2015 12:00 AM
Las imágenes de decenas de miles de sirios cruzando las fronteras de Europa en busca de una mejor vida han conmovido a la comunidad internacional. Algunos países europeos han ofrecido dar respuesta al sufrimiento de los desamparados. Alemania ha prometido aceptar a 98.700 refugiados sirios y Suecia se ha comprometido a albergar a 67.000 más. Otros han sido menos generosos, Francia tan sólo ha aceptado a 6.700 refugiados en su territorio hasta ahora y el Reino Unido no aceptará a más de veinte mil en los próximos cinco años. En los últimos cuatro años, Estados Unidos ha aceptado a 1.500 refugiados sirios. La decisión del Presidente Barack Obama de aceptar a 10 mil más este año, bajo la cuota de inmigración anual del país, ha causado gran controversia. En total, unos 270 mil sirios buscan asilo en Europa y Estados Unidos, pero no todos lo lograrán. 270 mil personas suenan como un número alarmante, pero representa apenas un 6,5% (aproximadamente) de los sirios que han dejado su país.
La guerra en Siria llega a su quinto año. Más de 7 millones de personas han sido forzadas a huir de sus hogares. Más de 4 millones de individuos, casi la mitad de la población, ha dejado el país. Los medios de comunicación centran su mirada en los migrantes que buscan entrar a Europa, pero poco dicen sobre los 1.700.000 que se encuentran, por ejemplo, en el Líbano.
Para poner las cosas en perspectiva, tomemos en cuenta que el Líbano es un país de 4.5 millones de habitantes y ha recibido a 1.800.000 sirios. Es decir, la población de migrantes sirios en el Líbano representa actualmente alrededor del 28% de la población total del país. A esto se le deben sumar los 300 mil refugiados palestinos que hacen vida en el Líbano desde hace décadas.
El Líbano no es un país pobre, tampoco es un país rico; tiene un producto interno bruto anual de 46 mil millones de dólares y una distribución per cápita de la renta de 9.800 dólares por persona. Pero pocos países del mundo pueden aguantar una inmigración de esa magnitud. Máxime cuando se trata de un país cuya estabilidad política depende de un delicado equilibrio poblacional entre musulmanes chiitas, musulmanes sunitas, cristianos y druzos. El efecto de la inmigración ha sido desestabilizador, el desempleo y el crimen han aumentado y los servicios públicos están colapsados.
La comunidad internacional podría hacer mucho más por ayudar a los refugiados sirios en el Líbano. Pero las organizaciones de asistencia de las Naciones Unidas han anunciado que apenas han podido recaudar un 25% de los 5.5 mil millones necesarios para atender a los migrantes sirios en países vecinos. En otras palabras, los países donantes, los desarrollados, no están asumiendo su responsabilidad de ayudar a la población siria que se ha visto obligada a abandonar su país.
Como consecuencia, la Organización Mundial para la Alimentación se verá en la necesidad de cortar toda ayuda a cientos de miles de refugiados en Jordania, sumándose a los más de 1,6 millones que ya han perdido asistencia alimentaria en otros países vecinos y los 750 mil niños que han dejado de asistir a la escuela. Cuando países ricos, signatarios de la Convención sobre Refugiados, se rehúsan a albergar a aquellas personas que piden su ayuda y se niegan a proveer asistencia financiera para que al menos sean alimentados, el peso recae sobre países como el Líbano.
Para ampliar la perspectiva aún más sobre las dificultades que enfrenta el Líbano hoy en día, veamos qué hizo Noruega, un país con una población similar pero casi 20 veces más rico, cuando se produjo la crisis de los Balcanes en Europa en 1993.
Como consecuencia de la guerra que devino de la decisión de Bosnia-Herzegovina de separarse de la República Federal Socialista de Yugoslavia en 1992, 500 mil refugiados huyeron a países vecinos y 700 mil a Europa Occidental. De esos 700 mil, apenas 26.600 fueron aceptados en Noruega en 1993. El año siguiente, todos los países nórdicos impusieron restricciones de visa para todos aquellos que solicitaban refugio y Noruega tomó la decisión adicional de deportar a todos aquellos Kosovar-Albaneses cuyas aplicaciones de asilo habían sido rechazadas.
El Líbano no es responsable de la guerra en Siria, pero sufre de manera predominante sus efectos. En Siria se enfrentan iraníes y sauditas, chiitas y sunitas, rusos y estadounidenses, turcos y kurdos, hasta ISIS y Al Qaeda se enfrentan entre sí. Mientras tanto, millones de sirios sufren. Cómo y cuándo se podrá resolver el conflicto es difícil de prever, pero mientras tanto la comunidad internacional, en particular aquellos con los recursos y las capacidades, deben ir mucho más allá, ya sea acogiendo a los cientos de miles de sirios que buscan refugio u ofreciendo asistencia financiera a las agencias de las Naciones Unidas para que puedan hacer frente a las necesidades de quienes subsisten en países vecinos.
alfredotorocarnevali@gmail.com
@alfredotoro1
La guerra en Siria llega a su quinto año. Más de 7 millones de personas han sido forzadas a huir de sus hogares. Más de 4 millones de individuos, casi la mitad de la población, ha dejado el país. Los medios de comunicación centran su mirada en los migrantes que buscan entrar a Europa, pero poco dicen sobre los 1.700.000 que se encuentran, por ejemplo, en el Líbano.
Para poner las cosas en perspectiva, tomemos en cuenta que el Líbano es un país de 4.5 millones de habitantes y ha recibido a 1.800.000 sirios. Es decir, la población de migrantes sirios en el Líbano representa actualmente alrededor del 28% de la población total del país. A esto se le deben sumar los 300 mil refugiados palestinos que hacen vida en el Líbano desde hace décadas.
El Líbano no es un país pobre, tampoco es un país rico; tiene un producto interno bruto anual de 46 mil millones de dólares y una distribución per cápita de la renta de 9.800 dólares por persona. Pero pocos países del mundo pueden aguantar una inmigración de esa magnitud. Máxime cuando se trata de un país cuya estabilidad política depende de un delicado equilibrio poblacional entre musulmanes chiitas, musulmanes sunitas, cristianos y druzos. El efecto de la inmigración ha sido desestabilizador, el desempleo y el crimen han aumentado y los servicios públicos están colapsados.
La comunidad internacional podría hacer mucho más por ayudar a los refugiados sirios en el Líbano. Pero las organizaciones de asistencia de las Naciones Unidas han anunciado que apenas han podido recaudar un 25% de los 5.5 mil millones necesarios para atender a los migrantes sirios en países vecinos. En otras palabras, los países donantes, los desarrollados, no están asumiendo su responsabilidad de ayudar a la población siria que se ha visto obligada a abandonar su país.
Como consecuencia, la Organización Mundial para la Alimentación se verá en la necesidad de cortar toda ayuda a cientos de miles de refugiados en Jordania, sumándose a los más de 1,6 millones que ya han perdido asistencia alimentaria en otros países vecinos y los 750 mil niños que han dejado de asistir a la escuela. Cuando países ricos, signatarios de la Convención sobre Refugiados, se rehúsan a albergar a aquellas personas que piden su ayuda y se niegan a proveer asistencia financiera para que al menos sean alimentados, el peso recae sobre países como el Líbano.
Para ampliar la perspectiva aún más sobre las dificultades que enfrenta el Líbano hoy en día, veamos qué hizo Noruega, un país con una población similar pero casi 20 veces más rico, cuando se produjo la crisis de los Balcanes en Europa en 1993.
Como consecuencia de la guerra que devino de la decisión de Bosnia-Herzegovina de separarse de la República Federal Socialista de Yugoslavia en 1992, 500 mil refugiados huyeron a países vecinos y 700 mil a Europa Occidental. De esos 700 mil, apenas 26.600 fueron aceptados en Noruega en 1993. El año siguiente, todos los países nórdicos impusieron restricciones de visa para todos aquellos que solicitaban refugio y Noruega tomó la decisión adicional de deportar a todos aquellos Kosovar-Albaneses cuyas aplicaciones de asilo habían sido rechazadas.
El Líbano no es responsable de la guerra en Siria, pero sufre de manera predominante sus efectos. En Siria se enfrentan iraníes y sauditas, chiitas y sunitas, rusos y estadounidenses, turcos y kurdos, hasta ISIS y Al Qaeda se enfrentan entre sí. Mientras tanto, millones de sirios sufren. Cómo y cuándo se podrá resolver el conflicto es difícil de prever, pero mientras tanto la comunidad internacional, en particular aquellos con los recursos y las capacidades, deben ir mucho más allá, ya sea acogiendo a los cientos de miles de sirios que buscan refugio u ofreciendo asistencia financiera a las agencias de las Naciones Unidas para que puedan hacer frente a las necesidades de quienes subsisten en países vecinos.
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