El Mural Petrolero de César Rengifo
José Carlos De Nóbrega Notitarde TANGENTE 4 de octubre 2015
El mito nacionalista del Estado-patria bolivariano, en correlación con el mito del “progreso”,
se hacen materia y potencia con la renta petrolera. El extractivismo se torna misión
emancipatoria. Emiliano Terán Montivani (2014), El Fantasma de la Gran Venezuela.
ZOILO: Quítese esa idea de la cabeza… Pero si ocurre no nos debe preocupar mucho,
pues el petróleo nos devolverá en cambio un río de oro. César Rengifo, El vendaval amarillo
(1952), Drama en tres actos.
La Tetralogía del Petróleo de César Rengifo (1915-1980) es un mural dramático de
reconsideración histórica acerca del influjo traumático y contundente de la explotación
petrolera en Venezuela. A contracorriente de la tendencia elusiva del tema petrolero
por parte de nuestros escritores, Rengifo desarrolla un proyecto teatral ambicioso que
procura la recreación crítica y artística de tan esencial fenómeno multifactorial en la
configuración misma del país. Comprende una visión panorámica muy amplia, la cual parte
del inicio mismo de la industria petrolera, su consolidación y sus etapas evolutivas
que se afincan en el extractivismo y la liquidación de la renta, no en balde sus variantes
y contradicciones.
Tenemos no solo un tratamiento temporal sino también de unos núcleos temáticos:
El éxodo campesino, producto del despojo de la tierra, y luego la constitución de una
cultura del desplazado (Las mariposas de la oscuridad); la depredación ambiental, social
y cultural del país que involucró la actividad petrolera (El vendaval amarillo); las
conspiraciones corporativas que apuntalan los intereses de las empresas transnacionales
en la apropiación del mercado petrolero internacional (El raudal de los muertos cansados);
y el cierre del ciclo patente en un apocalipsis que se forja una metáfora terrorista
embadurnada en el mene o el excremento del diablo, esto es una revisita crítica al mito de
El Dorado (Las torres y el viento). En palabras de Rengifo: “La alucinación de todo
cuanto ha ocurrido y ocurre la llevamos en la sangre la generación del petróleo y la
que ha llegado cuando él comienza a negarse en las oscuras vertientes”. Este
universo dramatúrgico es una referencia ineludible del tema petrolero en la literatura
y las artes en Venezuela, al igual que la novela Mene (1936) de Díaz Sánchez, el
poemario De un pueblo y sus visiones (1979) de J.M. Villarroel París, los ensayos
petroleros de Domingo A. Rangel, Rodolfo Quintero y Orlando Araujo, además de
películas documentales como Testimonio de un obrero petrolero (1978) de Jesús E.
Guédez, Pozo muerto (1968) de Carlos Rebolledo y Venezuelan Petroleum Company
(2007) de Marc Villá.
La lectura literaria y la puesta en escena de esta obra, no nos cansamos de decirlo, van
a la par del discurso plástico de su autor: Si revisamos cuadros como Cena en el éxodo
(1954), La recluta (1948) y La flor del hijo (1954), observamos afinidades estéticas,
temáticas y políticas que apuntan a una concepción integral del arte como instrumento
de cambio social. La inmediatez de la denuncia social y la militancia política no desdicen
un discurso transgenérico y estético de gran valía. Prevalece la desolación del
paisaje, los colores ocres, la iluminación turbia y los personajes desplazados o, peor aún,
“aplastados” como lo dice y abomina el latifundista Jaime Paredes. Se fragmenta
el escenario en dos o tres ambientes que registran imágenes y texturas propias de géneros
pictóricos como el mural, el paisaje o la naturaleza muerta. Incluso, una puesta en
escena de Las torres y el viento es susceptible al lenguaje cinematográfico, a mitad
de camino entre el melodrama latinoamericano y el surrealismo rabioso de Luis
Buñuel en su fructuosa etapa mexicana.
Desde el punto de vista estilístico, la Tetralogía del Petróleo transita del realismo
social de los dos primeros eslabones; despistando de inmediato el tenor y la
intencionalidad
del discurso teatral por vía del thriller policial y político que lo emparenta con la novela
La cabeza de la hidra (1978) de Carlos Fuentes; hasta recalar en el simbolismo surrealista
de su colofón, Las torres y el viento. Sumado a la obra pictórica del mismo Rengifo,
estos cuatro dramas constituyen un material de imprescindible lectura y consideración
en escuelas, liceos y universidades, a los fines de consolidar una discusión de altura
que contribuya a superar el extractivismo, el rentismo petrolero y sus impíos efectos
colaterales. Por supuesto, se facilitaría también la comprensión de sus instancias
geopolíticas hoy.
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