El martirio del beato monseñor Óscar Arnulfo Romero no fue algo puntual
en el momento de su muerte. También hubo sufrimiento y persecución
anterior y posterior. Así lo ha asegurado el papa Francisco durante la
audiencia que esta mañana ha tenido con los participantes de la
peregrinación de El Salvador, que han viajado a Roma para dar las
gracias por la beatificación.
De este modo, el Santo Padre ha asegurado que monseñor Romero
“una vez muerto --yo era sacerdote joven y fui testigo de eso-- fue
difamado, calumniado, ensuciado. Su martirio se continuó. Incluso por
hermanos suyos, en el sacerdocio y en el episcopado. No hablo de oídas,
he escuchado esas cosas”.
Además, ha observado que el beato Romero fue un hombre que sigue
siendo mártir, que aunque ahora ya casi ninguno se atreve a dudar,
“después de haber dado su vida siguió dándola dejándose azotar por
todas esas incomprensiones y calumnias”. Y ha añadido que “solo
Dios sabe, solo Dios sabe las historias de las personas y cuántas veces
las personas que ya han dado su vida, o que han muerto, se las sigue
lapidando con la piedra más dura que existen en el mundo: la lengua”.
Durante su discurso, también ha definido a monseñor Romero como
pastor bueno, lleno de amor de Dios y cercano a sus hermanos y que
“viviendo el dinamismo de las bienaventuranzas, llegó hasta la entrega
de su vida de manera violenta, mientras celebraba la Eucaristía,
Sacrificio del amor supremo, sellando con su propia sangre el Evangelio
que anunciaba”.
Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue beatificado en San Salvador el
pasado 23 de mayo, ciudad de la que fue arzobispo. Fue asesinado
mientras celebraba misa en 1980. Fue muy conocido por su predicación
en defensa de los derechos humanos.
A propósito del martirio, el Pontífice ha recordado que desde los inicios
de la vida de la Iglesia, los cristianos “hemos tenido siempre la
convicción de que la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.
Sangre --ha añadido-- de un gran número de cristianos mártires que
también hoy, de manera dramática, sigue siendo derramada en el
campo del mundo, con la esperanza cierta que fructificara en una
cosecha
abundante de santidad, de justicia, reconciliación y amor de Dios.
El martirio “es una gracia que el Señor concede, y que concierne en
cierto modo a todos los bautizados”, ha precisado.  
Asimismo, Francisco ha querido recordar que el mártir es un hermano,
una hermana, que continúa acompañándonos en el misterio de la
comunión de los santos, y que, “unido a Cristo, no se desentiende
de nuestro peregrinar terreno, de nuestros sufrimientos, de nuestras
angustias”.
Por otro lado, ha señalado que en la historia de El Salvador, al
testimonio de monseñor Romero, se ha sumado el de otros hermanos
y hermanas, como el padre Rutilio Grande. Todos estos hermanos --
ha afirmado el Papa-- son un tesoro y una fundada esperanza para
la Iglesia y para la sociedad salvadoreña.
El Pontífice ha indicado a los presentes que “a pocas semanas del
inicio el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el ejemplo de Mons.
Romero constituye para su querida nación un estímulo para una
renovada proclamación del Evangelio de Jesucristo, anunciándolo
de modo que lo conozcan todas las personas, para que el amor
misericordioso del Divino Salvador invada el corazón y la historia de
su buena gente”. Igualmente, ha advertido que “el santo pueblo de
Dios que peregrina en el Salvador tiene aún por delante una serie de
difíciles tareas, sigue necesitando, como el resto del mundo, del
anuncio evangelizador que le permita testimoniar, en la comunión de
la única Iglesia de Cristo, la auténtica vida cristiana, que le ayude
a favorecer la promoción y el desarrollo de una nación en busca de la
verdadera justicia, la auténtica paz y la reconciliación de los corazones”.
Finalmente, el Papa ha aprovechado esta ocasión para hacer suyos
los sentimientos del beato monseñor Romero “que con fundada
esperanza ansiaba ver la llegada del feliz momento en el que
desapareciera de El Salvador la terrible tragedia del sufrimiento de
 tantos de nuestros hermanos a causa del odio, la violencia y la
injusticia”.