Luisa Richter trazó su obra definitiva hacia la luz
La artista alemana que se adueñó del trópico desarrolló sin contradicción el arte figurativo y el abstracto
30 DE OCTUBRE 2015 - 12:01 AM
En la última entrevista que dio a El Nacional, Luisa Richter recitó en su lengua original al poeta Rainer María Rilke, uno de sus favoritos: “Yo vivo mi vida en anillos crecientes/ que sobre todas las cosas se extienden./ Quizás el último no alcanzaré,/ pero sí lo intentaré./ A Dios le doy vueltas, Torre de tiempos,/ y así volteo milenios/ todavía sin saber si soy viento, halcón/ o acaso una enorme canción”.
Sensible y culta, creadora disciplinada e infatigable, maestra de muchos, la artista alemana que hizo del trópico su luz trazó su último signo. La pintora falleció ayer en la madrugada a los 87 años de edad. En sus últimos meses estuvo delicada de salud: sufría de una artritis aguda.
Artista que indagó con el collage, el gouache, el óleo, el dibujo y la obra gráfica, nació el 30 de junio en Besigheim, Alemania. Comenzó a pintar desde muy pequeña y a los 18 años de edad inició sus estudios en la Academia März de Stuttgart y luego en la Escuela Independiente de Arte. En 1948 comenzó a trabajar con uno de los impulsores del abstraccionismo en Europa, Willi Baumeister, a quien recordaba constantemente.
Llegó a Venezuela en 1995 por una elección que no fue suya y nunca más se marchó. A finales de ese año se había casado con el ingeniero Hans Joachim Richter, que escogió el país como refugio después de la Segunda Guerra Mundial. “Desde mi terraza veo la lejanía del valle de Caracas. Son rojos repentinos, al amanecer o al ocaso. De resto, azules, grises blancos. Sí, los colores de mis cuadros me los dieron ustedes”, solía decir.
Richter trajo en la maleta de su alma los recuerdos del horror, los bombardeos; pero nunca los reflejó en sus cuadros. “No me interesa la política en el arte. Es verdad que uno convive con ella, pero no podemos hablar tanto sobre eso”, afirmó en una entrevista.
Su primera exposición individual fue en 1959 en el Museo de Bellas Artes, bajo la curaduría de Miguel Arroyo. Le siguieron muchas tanto en Venezuela como en Alemania –a donde viajó constantemente–, Uruguay, Brasil e Italia.
Durante dos décadas fue artista exclusiva de la Galería Medicci. “Luisa es una de las figuras más descollantes del arte de los últimos siglos. Trajo al país el informalismo, una tendencia que casi no se conocía, y dejó una gran producción”, señala Tomás Kepets, director de la galería.
Premio Nacional de Artes Plásticas (1982) y de Dibujo y Grabado (1967), se inició en el arte “por una necesidad de composiciones, de colores y atmósferas”. En su estilo confrontó la vida con la pintura en un tono energético y conceptual; además desarrolló sin contradicción la abstracción y la figuración. En sus espacios prevalecía la maleabilidad de la forma.
“Brindó contemporaneidad y desde el comienzo fue una aventura para evidenciar un mundo que necesitaba cambio. Siempre tuvo un sentido libertario”, expresa el artista plástico Alberto Asprino.
Sentenció en una ocasión la creadora: “Hay que reflexionar y hacer. Nunca tuve capacidad para hacer otra cosa que no fuese pintar. Yo soy una esclava de la pintura. Es como tener la esclavitud de un amante”.
En la última entrevista que dio a El Nacional, Luisa Richter recitó en su lengua original al poeta Rainer María Rilke, uno de sus favoritos: “Yo vivo mi vida en anillos crecientes/ que sobre todas las cosas se extienden./ Quizás el último no alcanzaré,/ pero sí lo intentaré./ A Dios le doy vueltas, Torre de tiempos,/ y así volteo milenios/ todavía sin saber si soy viento, halcón/ o acaso una enorme canción”.
Sensible y culta, creadora disciplinada e infatigable, maestra de muchos, la artista alemana que hizo del trópico su luz trazó su último signo. La pintora falleció ayer en la madrugada a los 87 años de edad. En sus últimos meses estuvo delicada de salud: sufría de una artritis aguda.
Artista que indagó con el collage, el gouache, el óleo, el dibujo y la obra gráfica, nació el 30 de junio en Besigheim, Alemania. Comenzó a pintar desde muy pequeña y a los 18 años de edad inició sus estudios en la Academia März de Stuttgart y luego en la Escuela Independiente de Arte. En 1948 comenzó a trabajar con uno de los impulsores del abstraccionismo en Europa, Willi Baumeister, a quien recordaba constantemente.
Llegó a Venezuela en 1995 por una elección que no fue suya y nunca más se marchó. A finales de ese año se había casado con el ingeniero Hans Joachim Richter, que escogió el país como refugio después de la Segunda Guerra Mundial. “Desde mi terraza veo la lejanía del valle de Caracas. Son rojos repentinos, al amanecer o al ocaso. De resto, azules, grises blancos. Sí, los colores de mis cuadros me los dieron ustedes”, solía decir.
Richter trajo en la maleta de su alma los recuerdos del horror, los bombardeos; pero nunca los reflejó en sus cuadros. “No me interesa la política en el arte. Es verdad que uno convive con ella, pero no podemos hablar tanto sobre eso”, afirmó en una entrevista.
Su primera exposición individual fue en 1959 en el Museo de Bellas Artes, bajo la curaduría de Miguel Arroyo. Le siguieron muchas tanto en Venezuela como en Alemania –a donde viajó constantemente–, Uruguay, Brasil e Italia.
Durante dos décadas fue artista exclusiva de la Galería Medicci. “Luisa es una de las figuras más descollantes del arte de los últimos siglos. Trajo al país el informalismo, una tendencia que casi no se conocía, y dejó una gran producción”, señala Tomás Kepets, director de la galería.
Premio Nacional de Artes Plásticas (1982) y de Dibujo y Grabado (1967), se inició en el arte “por una necesidad de composiciones, de colores y atmósferas”. En su estilo confrontó la vida con la pintura en un tono energético y conceptual; además desarrolló sin contradicción la abstracción y la figuración. En sus espacios prevalecía la maleabilidad de la forma.
“Brindó contemporaneidad y desde el comienzo fue una aventura para evidenciar un mundo que necesitaba cambio. Siempre tuvo un sentido libertario”, expresa el artista plástico Alberto Asprino.
Sentenció en una ocasión la creadora: “Hay que reflexionar y hacer. Nunca tuve capacidad para hacer otra cosa que no fuese pintar. Yo soy una esclava de la pintura. Es como tener la esclavitud de un amante”.
Un collage para retratar a Luisa Richter
La artista visual germano-venezolana falleció la madrugada de ayer
La creadora fue dos veces ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela (1963 y 1982) KISAI MENDOZA
Contenido relacionado
INDIRA ROJAS , JOSÉ G. MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
viernes 30 de octubre de 2015 12:00 AM
"La llamo mañana", pensó Mariela Provenzali, curadora de la CAF. Se refería a la artista visual Luisa Richter. En la madrugada de ayer, Provenzali se despertó sin razón aparente, cuenta, y en medio de una agitación interior desconocida su primera reacción fue enumerar los pendientes en su lista de cosas por hacer. Entonces recordó que tenía semanas sin visitar a la artista.
Pero justo en esas horas de las sombras, que no es noche ni es día, la creadora germano-venezolana falleció. La noticia se supo a la mañana siguiente. Tenía ya 87 años y padecía artritis. Registrando los archivos de El Universal, una fotografía de 2014 delata sus manos hinchadas por la inflamación de las articulaciones, y en junio de este año varios conocidos pedían en Twitter con urgencia Meticorten de 5 mg para la ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas y Educación 1982. "Es una gran pérdida, pero estaba tan enfermita... Fue una gran mujer, artista y amiga", agrega Provenzali.
El dibujante y pintor Jorge Pizzani, quien fue uno de sus alumnos en el Instituto Neumann, dice que la artista "siempre estuvo trabajando hasta el fin de sus días".
La creadora, cuyo aporte se extiende desde el arte figurativo hasta el collage, pasando por la litografía y la serigrafía, podía quedar atrapada en sus propias abstracciones pero también "fue una mujer muy sociable", asegura la investigadora de arte Bélgica Rodríguez.
A Richter le gustaban las visitas. Era común compartir en su casa un poco de té, galletas, cositas dulces para picar, vino, literatura, filosofía. En la quinta El Marco, en Los Guayabitos, recibía a ese amigo o colega que se acercaba con ganas de compartir, Richter no pedía más que un aliado para conversar. "Su casa fue siempre un enorme atelier a nuestro servicio, con su permanente cuidado y atención", recuerda Pizzani.
Recibió más de diez reconocimientos, pero prefería rodearse de libros y papeles que de placas. "Pasábamos la tarde leyendo poesía", dice Provenzali. "Ella siempre decía que quería arreglar el mundo, era su ilusión. Era muy inteligente, muy profunda (...) tenía reflexiones muy importantes en cuanto a las artes plásticas y el acto creativo". En lienzos y viejos planos de su casa escribía muchas de sus cavilaciones.
En algunas páginas web y reseñas biográficas se dice que llegó a Venezuela en 1952. En otras que bajó del barco en La Guaira en 1955. En un catálogo de la Galería Medicci, donde realizó una de sus últimas exposiciones individuales, se cuenta que incluso su esposo, Hans J. Richter, llegó tarde a esperarla en el puerto, razón por la que la artista quiso devolverse. Casi la pierde. Pero una vez que desembarcó no volvió a su natal Besigheim. Bélgica Rodríguez cree que Richter se quedó en el país, además de razones familiares, por el recibimiento que tuvo por parte de los venezolanos. "Ella llega justo cuando el arte nacional comenzó a despegar internacionalmente. Ella contribuye a ese despegue. Es ese el momento de la geometría, de un cierto expresionismo figurativo que es el que trae ella, muy de boga en Europa, con pintores expresionistas. Comenzó a exponer en el Museo de Bellas Artes inmediatamente y se ligó a intelectuales de la época. Ella amaba a este país (...) Ya cumplió su misión, dejó una obra, es parte de la historia del arte en Venezuela y Alemania y pudo disfrutar de su gloria".
La creadora fue dos veces ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela (1963 y 1982) KISAI MENDOZA
Contenido relacionado
INDIRA ROJAS , JOSÉ G. MÁRQUEZ | EL UNIVERSAL
viernes 30 de octubre de 2015 12:00 AM
"La llamo mañana", pensó Mariela Provenzali, curadora de la CAF. Se refería a la artista visual Luisa Richter. En la madrugada de ayer, Provenzali se despertó sin razón aparente, cuenta, y en medio de una agitación interior desconocida su primera reacción fue enumerar los pendientes en su lista de cosas por hacer. Entonces recordó que tenía semanas sin visitar a la artista.
Pero justo en esas horas de las sombras, que no es noche ni es día, la creadora germano-venezolana falleció. La noticia se supo a la mañana siguiente. Tenía ya 87 años y padecía artritis. Registrando los archivos de El Universal, una fotografía de 2014 delata sus manos hinchadas por la inflamación de las articulaciones, y en junio de este año varios conocidos pedían en Twitter con urgencia Meticorten de 5 mg para la ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas y Educación 1982. "Es una gran pérdida, pero estaba tan enfermita... Fue una gran mujer, artista y amiga", agrega Provenzali.
El dibujante y pintor Jorge Pizzani, quien fue uno de sus alumnos en el Instituto Neumann, dice que la artista "siempre estuvo trabajando hasta el fin de sus días".
La creadora, cuyo aporte se extiende desde el arte figurativo hasta el collage, pasando por la litografía y la serigrafía, podía quedar atrapada en sus propias abstracciones pero también "fue una mujer muy sociable", asegura la investigadora de arte Bélgica Rodríguez.
A Richter le gustaban las visitas. Era común compartir en su casa un poco de té, galletas, cositas dulces para picar, vino, literatura, filosofía. En la quinta El Marco, en Los Guayabitos, recibía a ese amigo o colega que se acercaba con ganas de compartir, Richter no pedía más que un aliado para conversar. "Su casa fue siempre un enorme atelier a nuestro servicio, con su permanente cuidado y atención", recuerda Pizzani.
Recibió más de diez reconocimientos, pero prefería rodearse de libros y papeles que de placas. "Pasábamos la tarde leyendo poesía", dice Provenzali. "Ella siempre decía que quería arreglar el mundo, era su ilusión. Era muy inteligente, muy profunda (...) tenía reflexiones muy importantes en cuanto a las artes plásticas y el acto creativo". En lienzos y viejos planos de su casa escribía muchas de sus cavilaciones.
En algunas páginas web y reseñas biográficas se dice que llegó a Venezuela en 1952. En otras que bajó del barco en La Guaira en 1955. En un catálogo de la Galería Medicci, donde realizó una de sus últimas exposiciones individuales, se cuenta que incluso su esposo, Hans J. Richter, llegó tarde a esperarla en el puerto, razón por la que la artista quiso devolverse. Casi la pierde. Pero una vez que desembarcó no volvió a su natal Besigheim. Bélgica Rodríguez cree que Richter se quedó en el país, además de razones familiares, por el recibimiento que tuvo por parte de los venezolanos. "Ella llega justo cuando el arte nacional comenzó a despegar internacionalmente. Ella contribuye a ese despegue. Es ese el momento de la geometría, de un cierto expresionismo figurativo que es el que trae ella, muy de boga en Europa, con pintores expresionistas. Comenzó a exponer en el Museo de Bellas Artes inmediatamente y se ligó a intelectuales de la época. Ella amaba a este país (...) Ya cumplió su misión, dejó una obra, es parte de la historia del arte en Venezuela y Alemania y pudo disfrutar de su gloria".
Pero justo en esas horas de las sombras, que no es noche ni es día, la creadora germano-venezolana falleció. La noticia se supo a la mañana siguiente. Tenía ya 87 años y padecía artritis. Registrando los archivos de El Universal, una fotografía de 2014 delata sus manos hinchadas por la inflamación de las articulaciones, y en junio de este año varios conocidos pedían en Twitter con urgencia Meticorten de 5 mg para la ganadora del Premio Nacional de Artes Plásticas y Educación 1982. "Es una gran pérdida, pero estaba tan enfermita... Fue una gran mujer, artista y amiga", agrega Provenzali.
El dibujante y pintor Jorge Pizzani, quien fue uno de sus alumnos en el Instituto Neumann, dice que la artista "siempre estuvo trabajando hasta el fin de sus días".
La creadora, cuyo aporte se extiende desde el arte figurativo hasta el collage, pasando por la litografía y la serigrafía, podía quedar atrapada en sus propias abstracciones pero también "fue una mujer muy sociable", asegura la investigadora de arte Bélgica Rodríguez.
A Richter le gustaban las visitas. Era común compartir en su casa un poco de té, galletas, cositas dulces para picar, vino, literatura, filosofía. En la quinta El Marco, en Los Guayabitos, recibía a ese amigo o colega que se acercaba con ganas de compartir, Richter no pedía más que un aliado para conversar. "Su casa fue siempre un enorme atelier a nuestro servicio, con su permanente cuidado y atención", recuerda Pizzani.
Recibió más de diez reconocimientos, pero prefería rodearse de libros y papeles que de placas. "Pasábamos la tarde leyendo poesía", dice Provenzali. "Ella siempre decía que quería arreglar el mundo, era su ilusión. Era muy inteligente, muy profunda (...) tenía reflexiones muy importantes en cuanto a las artes plásticas y el acto creativo". En lienzos y viejos planos de su casa escribía muchas de sus cavilaciones.
En algunas páginas web y reseñas biográficas se dice que llegó a Venezuela en 1952. En otras que bajó del barco en La Guaira en 1955. En un catálogo de la Galería Medicci, donde realizó una de sus últimas exposiciones individuales, se cuenta que incluso su esposo, Hans J. Richter, llegó tarde a esperarla en el puerto, razón por la que la artista quiso devolverse. Casi la pierde. Pero una vez que desembarcó no volvió a su natal Besigheim. Bélgica Rodríguez cree que Richter se quedó en el país, además de razones familiares, por el recibimiento que tuvo por parte de los venezolanos. "Ella llega justo cuando el arte nacional comenzó a despegar internacionalmente. Ella contribuye a ese despegue. Es ese el momento de la geometría, de un cierto expresionismo figurativo que es el que trae ella, muy de boga en Europa, con pintores expresionistas. Comenzó a exponer en el Museo de Bellas Artes inmediatamente y se ligó a intelectuales de la época. Ella amaba a este país (...) Ya cumplió su misión, dejó una obra, es parte de la historia del arte en Venezuela y Alemania y pudo disfrutar de su gloria".
Murió la artista plástico Luisa Richter
A sus 87 años se despidió una de las principales exponentes del arte en Venezuela
La madrugada de este jueves 29 de octubre falleció a sus 87 años de edad la artista plástico Luisa Richter, quien nació en Alemania el 30 de junio de 1928 y en 1952 se mudó a Venezuela.
Ritchter fue hija del ingeniero y arquitecto Albert Kaelble y su esposa Gertrud Unkel. Comenzó a estudiar arte en su país natal con profesores como Hans Fähnle, Rudolf Müller y Fritz Dähn. Posteriormente se convirtió en alumna de Willi Baumeister, uno de los propulsores del abstraccionismo en Europa, en la Academia Nacional de Artes Plásticas de Stuttgart.
Desde su llegada a Venezuela, se residenció en Caracas y comenzó a participar en los salones nacionales, presentando cuatro monotipos en el XIX Salón Oficial. En 1959 presentó su primera exposición individual en el MBA, con obras como Jeroglífico y Gilgamesh.
La artista fue alabada por sus tendencias plásticas post guerra. Ricardo Pau-Llosa se expresaba así de ella: "Richter tomó el léxico visual depurado del informalismo y lo dirigió hacia otros fines; lo transformó en el instrumento con el cual reflexionar sobre uno de los más complejos actos de la conciencia, el pensar visualmente”.
La prestigiosa galería Medici dedica un espacio a Richter en su web. “Adentrarse en la obra de Luisa Richter es imbuirse en sus propias reflexiones, obras que la artista ha examinado una y otra vez, repetidamente, que ha intervenido de nuevo, con un nuevo trazo o quizás con un nuevo color. Para Luisa Richter sus obras son parte de si misma, son una parte muy personal de sus propios designios y afecciones, forman toda una intimidad que interactúa entre el artista y la obra, una compenetración que crece cada vez mas, hasta fundirse en un solo ser”, reza su descripción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario