Marx y Maduro acaban con Venezuela
CIPRIANO HEREDIA S. | EL UNIVERSAL
martes 12 de noviembre de 2013
Hace un tiempo un destacado dirigente estudiantil declaró con cierta ligereza que "este gobierno tenía de marxista lo que el sushi tenía de criollo". A las pocas semanas tuve oportunidad de verlo en persona y explicarle con afecto lo equivocado que estaba, sin dejar de reconocerle que, en lo procedimental, el gobierno de Chávez había sido un profundo mar de contradicciones, un camino de marchas y contramarchas, pero que su orientación marxista era evidente.
Para hacerle entender esta realidad, le hice ver a mi muy joven amigo que al menos tres principios de esa escuela de pensamiento servían de inspiración al llamado "socialismo del s. XXI": el cercenamiento de la propiedad y la empresa privada, la socialización (estatización) de los medios de producción, y la lucha de clases. Estos tres elementos son además las causas inmediatas de la enorme crisis que ya se perfilaba, pero que ahora vivimos en pleno desarrollo para desgracia de todos.
Maduro, como heredero de un régimen que se concibe a sí mismo como hegemónico, no tiene el liderazgo, ni las convicciones ni la formación ni la valentía para tomar el toro por los cachos y salvar al país. Él no creó las bases de la crisis, pero siendo un preso del ala radical de su partido, de la sumisión política hacia los Castro, de sus propias debilidades, y del carácter de sucesor de quien no puede disentir ni mucho menos denunciar como culpable, so pena de ser aniquilado por sus propios camaradas, no asumirá jamás el giro de 180 grados que requiere la política económica para tomar la senda de las inversiones, el crecimiento, la competitividad y el rescate del aparato productivo nacional con base al estímulo y respeto hacia la propiedad y la empresa privada. Esa discusión ya se dio en el seno del Gobierno y la ganaron Marx y Fidel representados por Giordani, Ramírez y Samán, con la bendición de quien no entiende mucho de economía, pero se asume también pro comunista.
Es así como Marx y Maduro nos han traído a una Venezuela en ruinas. A la Venezuela que hoy paga los costos de más de 1.000 empresas expropiadas, 4 millones de hectáreas confiscadas y 8 mil industrias cerradas por quiebra o falta de condiciones para seguir adelante. Esa Venezuela que, para sólo limitarnos a los 2 renglones económicos más sensibles para la población, sólo en octubre registra una inflación mensual de 5,1%, acumula 45,8% en lo que va de 2013, y anualiza (últimos 12 meses) 54,3%, a la par que padece un índice de escasez de bienes que asciende a 22,4%, el más alto en 5 años.
Pero a diferencia de Chávez, quien además de su liderazgo contó con recursos abundantes para tapar el desastre, la cobija a Maduro se le hace cada vez más corta a pesar de que el petróleo se mantiene cercano a los $100 por barril, y el pueblo lo identifica como principal responsable de la crisis que vivimos, así como también ha cambiado la percepción que se tenía sobre los Poderes Públicos. Una encuesta reciente de Datanálisis determina que, ante la pregunta de ¿cómo evalúa usted la situación del país en la actualidad?, la opción "mala" ha pasado de 38,3% en diciembre de 2012, a 72,6% en septiembre de 2013. Es decir, bajo el mando de Maduro la evaluación de la situación del país ha empeorado 35%. De igual forma, mientras que la Iglesia, los medios privados, los estudiantes y la banca mantienen su buena imagen en niveles que rondan el 70% de aceptación, por el contrario la FANB, el CNE, los medios oficiales, la Fiscalía, el TSJ y la AN, sufren un sensible deterioro de imagen con caídas que van de 11 a 22 puntos menos.
Pero no hay peor sordo que el que no que no quiere escuchar, lo que se hizo patéticamente palpable cuando un "presidente" con un contundente 65% de rechazo (Consultores 21), en lugar de enderezar el rumbo, se lanza una cadena de 4 horas para anunciar más controles y más intervención. Es decir, profundizar las causas de la crisis. Por eso, el tsunami electoral que se le viene encima al Gobierno el 8D luce enorme.
Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsec. Gral. de ABP
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
Para hacerle entender esta realidad, le hice ver a mi muy joven amigo que al menos tres principios de esa escuela de pensamiento servían de inspiración al llamado "socialismo del s. XXI": el cercenamiento de la propiedad y la empresa privada, la socialización (estatización) de los medios de producción, y la lucha de clases. Estos tres elementos son además las causas inmediatas de la enorme crisis que ya se perfilaba, pero que ahora vivimos en pleno desarrollo para desgracia de todos.
Maduro, como heredero de un régimen que se concibe a sí mismo como hegemónico, no tiene el liderazgo, ni las convicciones ni la formación ni la valentía para tomar el toro por los cachos y salvar al país. Él no creó las bases de la crisis, pero siendo un preso del ala radical de su partido, de la sumisión política hacia los Castro, de sus propias debilidades, y del carácter de sucesor de quien no puede disentir ni mucho menos denunciar como culpable, so pena de ser aniquilado por sus propios camaradas, no asumirá jamás el giro de 180 grados que requiere la política económica para tomar la senda de las inversiones, el crecimiento, la competitividad y el rescate del aparato productivo nacional con base al estímulo y respeto hacia la propiedad y la empresa privada. Esa discusión ya se dio en el seno del Gobierno y la ganaron Marx y Fidel representados por Giordani, Ramírez y Samán, con la bendición de quien no entiende mucho de economía, pero se asume también pro comunista.
Es así como Marx y Maduro nos han traído a una Venezuela en ruinas. A la Venezuela que hoy paga los costos de más de 1.000 empresas expropiadas, 4 millones de hectáreas confiscadas y 8 mil industrias cerradas por quiebra o falta de condiciones para seguir adelante. Esa Venezuela que, para sólo limitarnos a los 2 renglones económicos más sensibles para la población, sólo en octubre registra una inflación mensual de 5,1%, acumula 45,8% en lo que va de 2013, y anualiza (últimos 12 meses) 54,3%, a la par que padece un índice de escasez de bienes que asciende a 22,4%, el más alto en 5 años.
Pero a diferencia de Chávez, quien además de su liderazgo contó con recursos abundantes para tapar el desastre, la cobija a Maduro se le hace cada vez más corta a pesar de que el petróleo se mantiene cercano a los $100 por barril, y el pueblo lo identifica como principal responsable de la crisis que vivimos, así como también ha cambiado la percepción que se tenía sobre los Poderes Públicos. Una encuesta reciente de Datanálisis determina que, ante la pregunta de ¿cómo evalúa usted la situación del país en la actualidad?, la opción "mala" ha pasado de 38,3% en diciembre de 2012, a 72,6% en septiembre de 2013. Es decir, bajo el mando de Maduro la evaluación de la situación del país ha empeorado 35%. De igual forma, mientras que la Iglesia, los medios privados, los estudiantes y la banca mantienen su buena imagen en niveles que rondan el 70% de aceptación, por el contrario la FANB, el CNE, los medios oficiales, la Fiscalía, el TSJ y la AN, sufren un sensible deterioro de imagen con caídas que van de 11 a 22 puntos menos.
Pero no hay peor sordo que el que no que no quiere escuchar, lo que se hizo patéticamente palpable cuando un "presidente" con un contundente 65% de rechazo (Consultores 21), en lugar de enderezar el rumbo, se lanza una cadena de 4 horas para anunciar más controles y más intervención. Es decir, profundizar las causas de la crisis. Por eso, el tsunami electoral que se le viene encima al Gobierno el 8D luce enorme.
Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsec. Gral. de ABP
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
Los hombres del 99
RICARDO COMBELLAS | EL UNIVERSAL
martes 12 de noviembre de 2013
Los hombres de 1999 me recuerdan hoy el año 1899 y el célebre lema de la "revolución liberal restauradora" de Cipriano Castro: "Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos". Enfatizo hoy y no precisamente en el año 1999, pues me solidaricé con ellos, firmé la Constitución y abandoné el barco con una gran frustración, luego de avizorar críticamente (allí están mis testimonios periodísticos para comprobarlo), las tendencias personalistas y autoritarias que avasallarían el proceso. En efecto, al igual que en el pasado tenemos nuevos hombres en el poder, ello es cierto, pero los ideales se convirtieron pronto en papel mojado, mientras los procedimientos, antes como ahora, estuvieron al servicio descarado del poder, hicieron de la Carta Magna una constitución de papel y sustituyeron el "gobierno de las leyes" por el "gobierno de los hombres".
Los hombres del 99 han sido grandes destructores, al volver fácilmente cenizas las alicaídas estructuras políticas de la para entonces ya moribunda IV República. Cumplieron así con una faz necesaria de toda revolución que se precie de serlo, intentar aniquilar el pasado, pero a diferencia de las grandes revoluciones, su poder creativo deja mucho que desear por más que se radicalice el cambio en las nomenclaturas, se estatuya una nueva historia oficial y se transforme (por cierto que degradándolo) el lenguaje político. ¿Dónde se haya el resorte último que mueve las acciones de los hombres del 99? No existe sobre el particular consenso entre la prolífica literatura, mucha de ella guiada por el hígado y el corazón, y no por cierto por la razón. En mi modesta opinión, ese resorte no es otro que el resentimiento, en palabras del maestro García-Pelayo, esa poderosa actitud psico-política de destrucción, que en nuestro caso ha sido incapaz de impulsar una auténtica transformación institucional. Ese resentimiento promueve el odio hacia el adversario, que pasa a ser el enemigo político a destruir, cultiva el pensamiento único y es profundamente hostil e intolerante con los que nos atrevemos a pensar diferente.
John Maynard Keynes, el genial economista que transformó para siempre, malgré los trasnochados neoliberales, la visión y la lógica del capitalismo, escribió en alguna parte unas palabras cautivantes, llenas de sabiduría: "El problema político de la humanidad consiste en combinar tres ingredientes: Eficacia económica, justicia social y libertad individual. El primero precisa crítica, cautela y conocimiento técnico; el segundo, un espíritu generoso y entusiasta que ame al hombre común y corriente; y el tercero, tolerancia, amplitud de miras, valoración de las excelencias de la variedad y la independencia, y que prefiera, por encima de ninguna otra cosa, ofrecer oportunidades sin ningún tipo de obstáculos, a quien es excepcional y tiene aspiraciones". La V República no ha resuelto ninguno de los tres problemas: Las erráticas políticas económicas ensayadas en estos tres lustros han resultado en un estrepitoso fracaso; cierto que se ha mostrado una innegable preocupación social por los pobres y el mejoramiento de su condición, de la que se había olvidado la IV República en sus últimos estertores, pero ello no ha redundado en beneficio de la construcción de un sólido sistema de seguridad social ni del fortalecimiento de la red pública de hospitales a lo largo y ancho del país; por último, la restricción de las libertades civiles es palpable en la elaboración de toda suerte de regulaciones y amenazas de sanciones, dentro de un crudo y exagerado estatismo que ha coartado la sagrada libertad del hombre en desarrollar sus potencialidades, innovar y labrar con independencia su propio destino.
Sea cual sea el destino de la V República y, por ende, de los hombres del 99, más aún después de desaparecido su líder, el carismático Hugo Chávez, e independientemente de que sus sucesores logren "rutinizar" su carisma, Venezuela ni es ni ya nunca más será igual. Dos tareas inmensas quedan pendientes, verdaderos retos para el porvenir: superar la polarización, de lado y lado, a través del reconocimiento del otro y el diálogo fecundo, y retomar el camino democrático, sin venganzas ni atropellos, donde, si nos reconocemos como auténticos demócratas, todos generosamente podremos por encima de las diferencias andar juntos.
Los hombres del 99 han sido grandes destructores, al volver fácilmente cenizas las alicaídas estructuras políticas de la para entonces ya moribunda IV República. Cumplieron así con una faz necesaria de toda revolución que se precie de serlo, intentar aniquilar el pasado, pero a diferencia de las grandes revoluciones, su poder creativo deja mucho que desear por más que se radicalice el cambio en las nomenclaturas, se estatuya una nueva historia oficial y se transforme (por cierto que degradándolo) el lenguaje político. ¿Dónde se haya el resorte último que mueve las acciones de los hombres del 99? No existe sobre el particular consenso entre la prolífica literatura, mucha de ella guiada por el hígado y el corazón, y no por cierto por la razón. En mi modesta opinión, ese resorte no es otro que el resentimiento, en palabras del maestro García-Pelayo, esa poderosa actitud psico-política de destrucción, que en nuestro caso ha sido incapaz de impulsar una auténtica transformación institucional. Ese resentimiento promueve el odio hacia el adversario, que pasa a ser el enemigo político a destruir, cultiva el pensamiento único y es profundamente hostil e intolerante con los que nos atrevemos a pensar diferente.
John Maynard Keynes, el genial economista que transformó para siempre, malgré los trasnochados neoliberales, la visión y la lógica del capitalismo, escribió en alguna parte unas palabras cautivantes, llenas de sabiduría: "El problema político de la humanidad consiste en combinar tres ingredientes: Eficacia económica, justicia social y libertad individual. El primero precisa crítica, cautela y conocimiento técnico; el segundo, un espíritu generoso y entusiasta que ame al hombre común y corriente; y el tercero, tolerancia, amplitud de miras, valoración de las excelencias de la variedad y la independencia, y que prefiera, por encima de ninguna otra cosa, ofrecer oportunidades sin ningún tipo de obstáculos, a quien es excepcional y tiene aspiraciones". La V República no ha resuelto ninguno de los tres problemas: Las erráticas políticas económicas ensayadas en estos tres lustros han resultado en un estrepitoso fracaso; cierto que se ha mostrado una innegable preocupación social por los pobres y el mejoramiento de su condición, de la que se había olvidado la IV República en sus últimos estertores, pero ello no ha redundado en beneficio de la construcción de un sólido sistema de seguridad social ni del fortalecimiento de la red pública de hospitales a lo largo y ancho del país; por último, la restricción de las libertades civiles es palpable en la elaboración de toda suerte de regulaciones y amenazas de sanciones, dentro de un crudo y exagerado estatismo que ha coartado la sagrada libertad del hombre en desarrollar sus potencialidades, innovar y labrar con independencia su propio destino.
Sea cual sea el destino de la V República y, por ende, de los hombres del 99, más aún después de desaparecido su líder, el carismático Hugo Chávez, e independientemente de que sus sucesores logren "rutinizar" su carisma, Venezuela ni es ni ya nunca más será igual. Dos tareas inmensas quedan pendientes, verdaderos retos para el porvenir: superar la polarización, de lado y lado, a través del reconocimiento del otro y el diálogo fecundo, y retomar el camino democrático, sin venganzas ni atropellos, donde, si nos reconocemos como auténticos demócratas, todos generosamente podremos por encima de las diferencias andar juntos.
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