De Tucacas a Caracas
ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL
miércoles 29 de julio de 2015 12:00 AM
Por muchos años una vieja emisora de radio identificaba su señal más o menos así "...transmitiendo desde Caracas, cuna del Libertador, capital de Venezuela, tierra de héroes y libertadores. Son las 6:15 de la mañana...".
Otros tiempos. Como ahora. Era la Caracas de los años 70 o tal vez antes. Caracas siempre se ha debatido entre el crecimiento desordenado, el tráfico enloquecido y más gente del interior que caraqueños. Por eso, y eso se nota a primera vista, la capital es una merengada de pedazos del país: llaneros, guaros, andinos, margariteños, guayaneses, maracuchos. De todo un poco. Cada julio, sin importar de qué lado de Venezuela fueron llegando los caraqueños asimilados se unían a los originarios para celebrar un nuevo aniversario de la convulsionada ciudad que apuntaba seriamente a ser una de las grandes urbes de Latinoamérica.
Así como la gente está en plan de huida hacia cualquier parte del mundo en estos tiempos de quiebra revolucionaria, buscando mejores oportunidades, también ocurría desde siempre entre el interior y Caracas. De ahí el cuento del sartenazo por la cabeza al gocho que le dejó plana la parte de atrás del cogote justo cuando recibió la orden de tomar el autobús y salir de la finca en Táriba rumbo a la capital. Caracas siempre fue otra cosa. Mucha ventaja con relación a cualquier ciudad importante del interior. Eso estaba claro.
Ahora no tanto ¿Qué diferencia puede haber entre una ciudad del interior y Caracas en términos de oportunidades? Ninguna. Oportunidades de estudio, de trabajo, de abastecimiento, de buen servicio eléctrico, de comprar vehículos, de hacer mercado en sana paz, de seguridad ciudadana, de que no te quiten el celular en cualquier esquina, de que no te tumben la batería del carro. Ninguna. No hay diferencia. En estos últimos 16 años y pico la calidad de vida de todos los venezolanos se ha igualado hacia abajo sin ninguna pena. Da lo mismo andar de noche por una calle de Tucacas que caminar por la avenida Urdaneta de Caracas a las 10 de la noche. En Tucacas o en Caracas el peligro de atraco, secuestro o violación es el mismo.
Tucacas, por ejemplo, es la misma desde hace 50 años. Una sola calle sin asfalto, llena de pozos de agua podrida, basura en cada esquina, el mismo malecón desvencijado, la misma mafia de lancheros, los mismos hoteles. Tal vez algunas nuevas posadas sometidas al régimen de vacuna. De resto hasta los zancudos son los mismos. El barrial cuando llueve y la falta de agua y luz en la sequía. Nada nuevo. Eso sí. Mucha franela roja y mucha división social. Y eso que la gente de Tucacas vive y come de lo poco que deja otra gente que va a las playas y que son calificados de escuálidos por los mismos habitantes del pueblo. Cosas raras. Y muy inútiles de cara a un verdadero desarrollo.
A todos esos pueblos se los comió el tiempo y la politización. Vaya un fin de semana para que compruebe que las colas por harina o aceite son las mismas que en Caracas. Solo que las colas de Tucacas tienen ese aire a pueblo abandonado que, tal vez, no vea tan fácil en San Bernardino o La Candelaria.
Aunque Caracas, capital y todo, anda cabeza a cabeza con Tucacas.
erojas@eluniversal.com / Twitter: @ejrl
Otros tiempos. Como ahora. Era la Caracas de los años 70 o tal vez antes. Caracas siempre se ha debatido entre el crecimiento desordenado, el tráfico enloquecido y más gente del interior que caraqueños. Por eso, y eso se nota a primera vista, la capital es una merengada de pedazos del país: llaneros, guaros, andinos, margariteños, guayaneses, maracuchos. De todo un poco. Cada julio, sin importar de qué lado de Venezuela fueron llegando los caraqueños asimilados se unían a los originarios para celebrar un nuevo aniversario de la convulsionada ciudad que apuntaba seriamente a ser una de las grandes urbes de Latinoamérica.
Así como la gente está en plan de huida hacia cualquier parte del mundo en estos tiempos de quiebra revolucionaria, buscando mejores oportunidades, también ocurría desde siempre entre el interior y Caracas. De ahí el cuento del sartenazo por la cabeza al gocho que le dejó plana la parte de atrás del cogote justo cuando recibió la orden de tomar el autobús y salir de la finca en Táriba rumbo a la capital. Caracas siempre fue otra cosa. Mucha ventaja con relación a cualquier ciudad importante del interior. Eso estaba claro.
Ahora no tanto ¿Qué diferencia puede haber entre una ciudad del interior y Caracas en términos de oportunidades? Ninguna. Oportunidades de estudio, de trabajo, de abastecimiento, de buen servicio eléctrico, de comprar vehículos, de hacer mercado en sana paz, de seguridad ciudadana, de que no te quiten el celular en cualquier esquina, de que no te tumben la batería del carro. Ninguna. No hay diferencia. En estos últimos 16 años y pico la calidad de vida de todos los venezolanos se ha igualado hacia abajo sin ninguna pena. Da lo mismo andar de noche por una calle de Tucacas que caminar por la avenida Urdaneta de Caracas a las 10 de la noche. En Tucacas o en Caracas el peligro de atraco, secuestro o violación es el mismo.
Tucacas, por ejemplo, es la misma desde hace 50 años. Una sola calle sin asfalto, llena de pozos de agua podrida, basura en cada esquina, el mismo malecón desvencijado, la misma mafia de lancheros, los mismos hoteles. Tal vez algunas nuevas posadas sometidas al régimen de vacuna. De resto hasta los zancudos son los mismos. El barrial cuando llueve y la falta de agua y luz en la sequía. Nada nuevo. Eso sí. Mucha franela roja y mucha división social. Y eso que la gente de Tucacas vive y come de lo poco que deja otra gente que va a las playas y que son calificados de escuálidos por los mismos habitantes del pueblo. Cosas raras. Y muy inútiles de cara a un verdadero desarrollo.
A todos esos pueblos se los comió el tiempo y la politización. Vaya un fin de semana para que compruebe que las colas por harina o aceite son las mismas que en Caracas. Solo que las colas de Tucacas tienen ese aire a pueblo abandonado que, tal vez, no vea tan fácil en San Bernardino o La Candelaria.
Aunque Caracas, capital y todo, anda cabeza a cabeza con Tucacas.
erojas@eluniversal.com / Twitter: @ejrl
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