Alfonso Betancourt
|| Desde el Meridiano 68
El peso de la herencia
De la consigna "Patria, socialismo o muerte", sólo ha triunfado la muerte.
Anónimo
Por más de tres siglos nuestros antepasados fueron súbditos de monarcas, y eso pesa mucho en el subconsciente colectivo de un pueblo que después ha vivido más de siglo y medio de república. Esa omnipotencia terrenal, pero divina por derecho, yo el rey, no sólo en la colonia sino incluso en la república, en sus albores, se le invocaba por el pueblo o las clases dirigentes como tablas de salvación y de seguridad.
Recuérdese cómo Bolívar, republicano convencido, tuvo que enfrentarse a los partidarios de la corona (Páez entre ellos), que sólo en ésta veían la estabilidad de las instituciones y el orden en oposición a la anarquía que para ellos significaban las instituciones republicanas y que, por cierto, el mismo Bolívar quiso hacerlas fuertes por medio de la presidencia vitalicia, el poder moral y el senado hereditario, como formas muy directas del genio para alejar las pretensiones de los monarquistas, a la vez que por convicción de que era el paso más viable para consolidar la república que abriera camino a la democracia.
No se le entendió, o no se le quiso entender, y vino lo que él había previsto: el caos. Esa divinización del rey, monarquía y reinado, siguió corriendo como un río subterráneo por el alma colectiva del venezolano, y no es aventurado decir que en gran parte explica, como sustitución del perdido poder real, el fervor, la pasión y hasta la santidad como hemos venerado a caudillos (recuérdese las imágenes que el pueblo adoraba de Antonio Leocadio Guzmán o el Mocho Hernández) o el mesianismo, el individualismo y el presidencialismo, que en política practicamos por ser incapaces de llegar a la comprensión de que sólo las doctrinas, con la participación del pueblo como abanderado de las mismas, son las que pueden llevar a la solución de nuestros problemas. Aquí radican las grandes fallas de la república y de la democracia. Porque, para ser leales con la verdad histórica, en el lapso de vida republicana muy poco se ha hecho para que ese molde mental al cual nos referimos cambiara radicalmente y, parece increíble, por el contrario, se fortificaron las bases para que, en gran parte de la existencia republicana, los caudillos, a manera de condotieros de mesnadas fervorosas de mesianismo, saltaran a la silla presidencial y, desde allí, jugar con el destino del pueblo, como lo estamos viendo actualmente. Y tenía que ser así.
Las reformas inducidas en el sistema republicano apenas si rozaban las epidermis de las más espinosas y agudas cuestiones, manteniendo una situación socioeconómica y cultural muy parecida y poco alejada de la de los tiempos coloniales, que incluso en los regímenes de 1958 en adelante, democráticos, no se profundizaron, como era de esperarse, y así evitar el caudillismo desesperante y anacrónico de este siglo XXI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario