Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

jueves, 3 de noviembre de 2011

SI ASPIRAMOS CREAR UNA VENEZUELA NUEVA A PARTIR DEL PORTAL 11.11 HAY QUE CONOCER LA ESTRUCTURA INICIAL Y EL PAPEL DE VALENCIA EN LA HISTORIA (III)

3.1 Las Autocracias, la sucesión de los gobiernos y algunos hechos relevantes.
Este largo período de 105 años es dominado por las presidencias de seis caudillosautócratas, todos Generales, que marcarán durante 81 años nuevas tendencias a la historia
venezolana, y quienes para llegar al poder y mantenerse, van a comandar violentos
movimientos políticos. En general, durante todo el período, el país va a ser desgarrado por
incesantes revueltas de toda suerte, que no permitirán ni un lustro de paz estable.
En 1830, tras la disolución de Colombia, el general José Antonio Páez—quien fungía
como Jefe y Comandante de tres Departamentos desde 1827: Venezuela, Maturín y
Orinoco—surge como el personaje más importante al inicio del período contrarevolucionario. Regirá por tres períodos (1831-35; 1839-43 y en 1861, como dictador en
jefe). El Congreso de Valencia instalado en mayo de 1830 firma el 24 de septiembre la
Constitución de la Tercera República jurada el 27 por el general. El territorio nacional
quedó formado por once provincias: Cumaná, Margarita, Barcelona, Caracas, Coro,
Carabobo, Mérida, Maracaibo, Barinas, Apure y Guayana. El Presidente y el
Vicepresidente serían electos por los colegios electorales. El vicepresidente preside un
Consejo de Gobierno para atenuar el poder unipersonal del Presidente. Páez quedó
designado como presidente provisional y fue proclamado por el Congreso en 1831. Antes
de entregar el poder recomienda la repatriación de los restos de Bolívar. Con una ley de
abril de 1834, Venezuela se adscribe al liberalismo económico.
En 1834 hubo elecciones con diversos candidatos entre los cuales el doctor José María
Vargas, antes Rector de la Universidad de Caracas, con el apoyo de los agricultores y los
universitarios en un panorama político formado por tres grupos: los demócratas, los
bolivarianos y los militares. Los partidarios de Vargas—la mayoría comerciantes—fueron
acusados de “realismo” (de reales) ya que la constitución sólo concedía derechos a los
propietarios, poniendo en sus manos el poder político. Los militares desatan diatribas contra
Vargas, quien intenta retroceder, pero fue electo por el Congreso y juramentado en febrero
de 1935. Al poco tiempo por un choque con el mismo Congreso respecto a un impuesto
sobre caminos presentó su dimisión en abril pero no le fue aceptada. A partir de allí su tarea
se concretó a visitar hospitales, mejorar la educación y ejercer la medicina en beneficio de
los menesterosos, mientras una conspiración militar se preparaba y estalla el 8 de julio con
Santiago Mariño como jefe superior de la “revolución de la Reforma”. Ahora el Presidente
no renuncia y se le mantiene secuestrado en su casa bajo el mando de Julián Castro. El
conspirador Carujo le increpa: “el mundo es de los valientes” y el mandatario le responde
“el mundo es del hombre honrado”. Tratando de salvar las formas constitucionales, propone
entre varios asuntos una amnistía general, nombramiento de un nuevo jefe del ejército que
podía ser Páez, convocatoria al Congreso o la Convención. No hubo aceptación por los
reformistas que le presentan un ultimátum con nueve cláusulas. Respondió con un
manifiesto a la Nación protestando enérgicamente por ser la reforma contra las leyes.
Finalmente fue desterrado con el vicepresidente a la isla de San Thomas en el Caribe.
El movimiento conspirativo se propagó. En oriente Monagas convoca una convención
para constituir el Estado de Oriente. Mariño dicta dos decretos. En uno de ellos convoca a
asambleas primarias para que resuelvan si debe convocarse la Convención Nacional la cual
en todo caso se reúne el 14 de julio y acuerda nombrar a Páez como jefe supremo del país y
a Mariño como su segundo. Páez desde su hato en Guárico se declara en campaña como
salvador de la patria y convoca a sus antiguos llaneros que se le incorporan por bandadas,
se dirige al Oriente, negocia con Monagas quien depone las armas al garantizársele a los
suyos, vidas, propiedades y conservación de sus grados militares.
Páez se comunica con Vargas quien le responde que la opinión pública es opuesta a
medidas de clemencia. Se dirige a Puerto Cabello, vence a los reformistas. El Congreso
compuesto en su mayoría por partidarios de Páez presiona por una crisis presidencial.
Vargas retorna y pide a Páez que interponga su autoridad para cesar la situación, a la que el
caudillo hace oídos sordos—pues Vargas había derrotado en el congreso a su candidato
Carlos Soublette. Ante esta negativa, Vargas renuncia el 14 de abril de 1836. La renuncia se
le acepta el 24 de abril y se nombra a Páez “Ciudadano Esclarecido” mientras se encarga de
la presidencia al vicepresidente Narvarte. En enero de 1837 culminado el período del
vicepresidente es electo presidente el general Soublette quien por ausencia sólo asume el
poder ejecutivo el 20 de mayo—en esos meses presidió José Maria Carreño. Soublette
gobierna hasta enero de 1839, intentando una política conciliatoria lo que no dejó de
atraerle críticas de miembros del Congreso y de paecistas. Páez afirma su prestigio—
derrota en Payara la sublevación de Farfán que proclamaba por jefe a Mariño y pedía
reformas a la constitución. En las elecciones de diciembre de 1838 Páez es de nuevo electo
Presidente de la República asumiendo el 1º de febrero de 1839. Durante su gobierno
Antonio Leocadio Guzmán funda el Partido Liberal agrupado alrededor del periódico “El
Venezolano” creado en agosto de 1840 y del cual fungía como redactor. Desde allí desata
feroz oposición al llamado Partido Conservador o Godo, compuesto por una burguesía
comercial unida a grupos aristocráticos, los que reconocían por natural jefe a Páez, y cuya
orientación económica seguía las rutas del liberalismo, la no intervención del Estado.
En las elecciones de 1842 son presentados como candidatos Diego Bautista Urbaneja y
Santos Michelena por los liberales y Carlos Soublette por la oligarquía conservadora quien
representando un espíritu conciliador resulta electo. La oposición liberal se atenua e incluso
figuran en el gobierno personas consideradas liberales. El presidente aspira sanear la
administración pero el gobierno confronta una crisis económica —en 1943 se inicia un
descenso de las importaciones y las exportaciones. Se establece un Banco Nacional y se
favorece la inmigración de agricultores canarios y alemanes—en esa época se funda la
Colonia Tovar. Pero la crisis económica persiste a pesar de la estabilidad política. Durante
el gobierno de Soublette hubo absoluta libertad de prensa, naciendo gran cantidad de
pequeños periódicos redactados por escritores liberales que atacan en sus frentes a la
oligarquía conservadora preparando los ánimos para la jornada electoral de 1846, mientras
los conservadores vuelcan en su prensa todo su despecho contra el presidente. En 1844
Soublette reacciona, rompe con los liberales y desata una serie de represiones, lo que exalta
los ánimos. En elecciones municipales de enero de 1845 ganan por mayoría los liberales
que se apresuran con campañas de prensa a promover la oposición política. En un ambiente
políticamente convulsionado, se realizan elecciones. De 1.283.155 almas 128.785 tenían
derecho a votar de las cuales sólo 60.022 sufragan para elegir 8.798 representantes que en
la capital de la provincia elegían al Presidente. Sólo votaron 342 y José Tadeo Monagas
resultó electo (107 votos), frente a Bartolomé Salom (97), Antonio Leocadio Guzmán (57)
José Félix Blanco (46) y José Gregorio Monagas (6), José Antonio Páez y Manuel Felipe
Tovar (2 votos cada uno) y Santos Michelena y Santiago Mariño (un voto cada uno). Sin
los dos tercios de los votos requeridos se repite la votación entre J.T. Monagas, Salom y
Blanco—Guzmán es excluido por conspirador—resultando electo Monagas apoyado por
los conservadores. Toma posesión en enero de 1847, inaugurando hasta 1859 un gobierno
de nepotismo dictatorial durante el cual se saquea la propiedad pública y privada.
En noviembre de 1846 se había iniciado proceso contra Antonio Leocadio Guzmán
penalmente acusado como responsable de propiciar una “revolución política y social”,
incurso como conspirador de primera clase por lo que le correspondía la pena de muerte.
Durante meses el tribunal prolonga el proceso y en marzo el juez dicta la sentencia de
muerte. Su abogado apela a la Corte Suprema y el mismo Guzmán dirige un escrito con una
defensa digna de hábil jurista. La Corte ratificó la sentencia pero excitó al Ejecutivo a
conmutarle la pena. Monagas, desembarazado de sus aliados conservadores, le conmuta la
pena por “expulsión perpetua del territorio de la República” con prohibición de no volver
so pena de ejecutar la sentencia sin necesidad de juicio. El decreto fue expedido el 2 de
junio de 1847 y el 14 de junio fue expulsado. Sin embargo a los pocos meses estaba de
vuelta figurando en el gobierno primero Ministro y luego, Vicepresidente de la República.
Por esta época surge otro personaje que tendrá cierta relevancia: Ezequiel Zamora.
Originalmente un modesto comerciante de Villa de Cura, constantemente leía los escritos
de Antonio Leocadio Guzmán en El Venezolano y se va a convertir en ferviente seguidor de
sus ideas, abogando por una mayor participación del pueblo en la toma de decisiones. Se
alzó en armas el 7 de septiembre de 1846 en la localidad de Guambra y comienza a utilizar
los conceptos difundidos por Guzmán: tierra y hombres libres, desaparición de los godos, la
soberanía reside en el pueblo. Se le suman violentos cabecillas, algunos célebres por las
atrocidades que cometían. Ejecutan acciones de guerra donde daban libertad a los esclavos,
saqueaban propiedades y daban vivas a Guzmán. Fueron derrotados en marzo de 1847.
Zamora logra huir para ser capturado pocos días después, fue sometido a juicio y
condenado a muerte. Salva su vida al conmutarle Monagas la pena por diez años de
presidio en Maracaibo, pero espectacularmente se fuga de la cárcel. Terminó designado por
Monagas como comandante del Batallón de Villa de Cura, desde donde participó en las
campañas del gobierno contra los conservadores que se alzaron en armas bajo el liderazgo
de Páez entre 1848 y 1849 (Gómez, Carlos Alarico, 2006, pp.46, 51, 83).
La ruptura de Monagas con los conservadores se inicia en mayo de 1847. La prensa
conservadora censura todos los actos de la administración. Entre muchos actos irregulares
se descubre un desfalco en las aduanas de La Guaira. A fines de 1847 la situación se hace
tan tensa que amigos de Páez y Monagas, para impedir la guerra civil, proponen una
entrevista entre ambos generales, la cual no se realiza. En diciembre de 1847 los
conservadores formulan ante el Congreso acusación contra el Presidente y proponen
trasladar la sede a Puerto Cabello para poder enjuiciarlo. Los liberales organizan milicias.
El 23 de enero de 1848 cuando se reúnen las Cámaras son invadidas por ansiosa multitud.
La Cámara de Representantes decide trasladar el Congreso a Puerto Cabello y nombrar una
guardia de ciudadanos para ejercer la policía dentro de la Cámara—lo que objeta el
Ejecutivo en oficio que dirige a Sanabria, Ministro del Interior de tendencia liberal,
alegando incorrectamente que el Congreso no podía tener a su disposición fuerza armada.
Apegada a la constitución la Cámara mantiene su prerrogativa y en la tarde se efectú
sesión ordinaria—el gobierno advierte no responder de las consecuencias si permanecen
individuos armados en el seno del Congreso. Comparece el Ministro Sanabria a presentar el
mensaje anual del Presidente. Un representante propone que permanezca en Cámara y se
llame a los otros miembros del gabinete para dar cuenta de las medidas que han tomado
para asegurar las sesiones del Congreso. En la muchedumbre reunida en la plaza San
Francisco corre la voz que el Ministro ha sido secuestrado por los representantes e incluso
que ha sido asesinado. Una incontrolada multitud se dirige a Cámara, choca con la guardia
de ésta y con escenas patéticas se generaliza una batalla campal donde a duras penas se
logra salvar el Ministro. Caen muertos tres miembros de la guardia y en la despavorida
salida de Cámara mueren tres representantes al Congreso, dos ciudadanos y es gravemente
herido Santos Michelena, estadista de la oligarquía conservadora, el cual es trasladado a la
Legación británica donde muere el 12 de marzo. Ese 24 de enero el escándalo cesó como
por encanto al hacer su aparición Monagas, quien fue aclamado por la multitud.
La solución que aplicó el Ejecutivo por sugerencia del vicepresidente Urbaneja fue, no
romper el hilo constitucional, reunir de nuevo al Congreso, lo que fue aceptado. Los
congresistas volvieron a reunirse, con la honrosa excepción de Fermín Toro. Retornaron
curados de veleidades de independencia y olvidados del juicio contra el presidente.
Pero estalla la guerra civil ya que Páez considera burlada la soberanía popular y el 14 de
febrero expide un manifiesto de guerra en Calabozo y toma San Fernando de Apure. Es
derrotado el 10 de marzo, por lo que huye a Nueva Granada. Monagas crea su propio
partido alrededor de su persona e implanta su política autocrática. El 24 de enero de 1848
marca la desaparición de la oligarquía conservadora, cuyos hombres volverán a la lucha,
pero ahora aliados a los liberales que se han separado de Monagas. Sólo a la larga lograrán
terminar con su gobierno.
Monagas en el año electoral de 1850 se inclina a apoyar a su hermano José Gregorio a
quien hace triunfar, mientras se marcha a Perú con cargo diplomático, donde llega hasta al
absurdo de reclamar el millón de pesos que el Congreso de Perú había donado al Libertador
y que éste desinteresadamente había rechazado. Los liberales derrotados se alían con una
fracción del partido conservador y se levantan en armas pero son derrotados y reprimidos
aplicándoseles la “ley de fuga”. José Gregorio Monagas durante su gobierno va a decretar
la Libertad de los Esclavos, atendiendo más que a su faz económica a su aspecto político.
En 1855 vuelve José Tadeo Monagas a la presidencia que le ha sido fielmente guardada
por su hermano. Entre augurios sombríos, sin oposición de ninguna especie, se encarga de
nuevo. El Congreso está cada vez más subordinado al Ejecutivo. Para mantenerse en el
poder apeló a un proyecto de confederación colombiana con el objeto de reformar la
constitución y prorrogar su mandato que la constitución del año 30 le negaba. Autorizado
por el Congreso para que gestionase ante los gobiernos de Nueva Granada y Ecuador el
establecer una confederación conservando cada estado su unidad y su integridad, el
proyecto causó recelos en los países y en Venezuela fue desaprobado hasta por su hermano
José Gregorio, quien en esto veía una artimaña para no traspasarle el poder.
Sin arredrarse, con su criterio de que “La Constitución sirva para todo” como lo
expresara a raíz del 24 de Enero de 1848, se precipitó en la aventura reformista de la
constitución, para seguir mandando, la cual debía contar con el apoyo de dos tercios de las
Cámaras. Una vez aprobada la reforma se publicaba por la imprenta y quedaba en suspenso
hasta la renovación total de las Cámaras cuando podía ser sometida a votación, y al ser
aprobada pasaba a ser Ley de la República—los constituyentes de 1830 buscaban de esa
manera evitar la continuación presidencial de un individuo. El Congreso de 1856 no se
detuvo ante estas claras disposiciones legales y alegando que sólo se establecían para
reformas parciales y no generales, el 10 de marzo tomó resoluciones para que los futuros
congresos tuvieran facultad de efectuar reforma general de la constitución, aprobadas por
las dos terceras partes de la Cámara, reforma que se efectuaría cuando la pidieran los
pueblos y se hubieran renovado en su totalidad las Cámaras, las cuales sancionarían el
decreto. La maniobra era clara: se quería evitar la publicación del proyecto. Para acelerar la
renovación de las Cámaras se promulgó una nueva ley de división territorial, cesando en
sus funciones los Senadores representantes y los Diputados provinciales, debiendo
procederse a una nueva elección que correspondiera a la nueva división. Monagas para
asegurarse aumentó además la fuerza armada que era de tres mil hombres a diez mil.
El nuevo congreso se reunió en enero de 1857. José Tadeo le dirigió un mensaje
urgiéndole la reforma constitucional. El proyecto se presentó el 2 de marzo y el 18 de abril
ya estaba promulgado. El 20 se eligió presidente al mismo Monagas y vicepresidente a su
sobrino y yerno. Pero mientras Monagas se ocupaba de su reforma constitucional, sus
enemigos conservadores y liberales estaban en tratos para derrocarlo. La constitución
tendría una vida efímera, derogada por los revolucionarios de marzo del año siguiente.
En marzo de 1858 Julián Castro proclamaba la revolución en Valencia y transmitía la
noticia en clave a los revolucionarios de Caracas. Habían avanzado en Puerto Cabello y
otras regiones de Aragua. Tomaron un buque enviado a Puerto Cabello y el 13 de marzo
aparecía el general Justo Briceño frente a La Guaira. La gravedad de la situación indujo a
Monagas y su vicepresidente a renunciar ante el Congreso el 15 de marzo asilándose con
sus familiares en la Legación de Francia. La multitud se desbordó en Caracas, amenazando
a los asilados y pidiendo su entrega. Antonio Leocadio Guzmán, a caballo y con espada al
cinto gritaba “Abajo los ladrones”. Se organizó un gobierno provisorio y el 18 de marzo
entraron las fuerzas revolucionarias a Caracas capitaneadas por Castro, quien el 19 se
encargó de la Presidencia con un equipo de ministros y un Consejo de Gobierno donde
estaban representados los dos grupos de conservadores y liberales.
El nuevo gobierno se inauguró con algunas medidas no del todo acertadas, donde en el
ánimo de Castro predominaron los intereses de uno y otro partido. Una de ellas el 27 de
marzo, inspirada por Fermín Toro: el reclamo de una investigación severa y reparadora de
los actos consumados durante los últimos siete años por un gobierno arbitrario y destructor.
Para ello se creó una comisión, lo cual era políticamente inoportuno ya que en las propias
filas triunfantes existían liberales que habían colaborado con los gobiernos de los Monagas.
Ello llevó a romper la precaria unidad de los partidos fusionados.
La otra medida se había tomado el día anterior 26 de marzo. Ante la contínua
indignación pública y el desfile amenazador de manifestaciones populares frente a la
Legación de Francia donde se había refugiado Monagas y en la cual se habían izado las
banderas de las demás legaciones extranjeras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Brasil, Países
Bajos, España y Parma), el Ministro de Relaciones Exteriores Wenceslao Urrutia, convocó
al Cuerpo Diplomático diciéndose autorizado por los otros ministros del Gabinete cuando
sólo estaba de acuerdo con el Presidente. Firmó con los ministros extranjeros un protocolo,
para convenir al mejor modo de lograr los deseos tanto del Gobierno de la República com
del Cuerpo Diplomático sobre la pronta salida del país del señor General José Tadeo
Monagas y su familia. En el texto se sentó por el ministro como base imprescindible de la
negociación, que el señor Monagas se pusiere a la disposición del nuevo gobierno. Se
acordó que así se hiciere a través de escrito, donde además manifestase no tomar parte en
ningún plan que se oponga a las miras de la revolución. Tal escrito sería presentando por el
señor encargado de negocios de Francia al Gobierno de la República, cuyos miembros
empeñan su palabra de no someter a juicio a Monagas, ni vejarle en manera alguna, sino
que se le tratará con todo derecho y miramiento. El Gobernador de la provincia le
acompañaría a su casa particular, pudiendo acompañarle el Ministro francés o cualquier
otro miembro del Cuerpo Diplomático que lo deseara. Habría guardia para evitar todo
vejamen y dos personas respetables comisionados por el gobierno cuidarían de él dentro de
la casa, podrían vivir en su compañía, su esposa y uno de sus hijos, y podrían entrar y salir
cuando les plazca sus hijos, los miembros del Cuerpo Diplomático y las personas que no
inspiren al gobierno ningún recelo. El gobierno respondería de la seguridad del General y el
ministro del gobierno, que no podía fijar cuántos días duraría esta detención empeñaba su
palabra—y con ello la del Gabinete—que sería muy corta. Expirado el plazo se daría al
General Monagas pasaporte y salvoconducto para trasladarse con su familia donde eligiere
en el extranjero, garantizando el gobierno su seguridad hasta que saliera del territorio
nacional. Conforme a lo convenido, el General Monagas envió la carta al General Castro y
el 27 de marzo se trasladó a la casa designada, en compañía del gobernador y de algunos
miembros del Cuerpo Diplomático.
El texto del protocolo sólo fue conocido por el gabinete el 8 de abril lo que motivo la
renuncia de Urrutia como Ministro de Relaciones Exteriores—cargo que asumirá Fermín
Toro—y del Ministro de Hacienda. Urrutia se sinceró ante la nación en un manifiesto. Pero
en su acto hizo intervenir a ministros extranjeros en un asunto doméstico y les hizo creer
que actuaba autorizado por el gobierno, cuando sólo contaba con la autorización de Castro.
Fermín Toro en una conferencia el 16 de abril alude a la no intervención del Cuerpo
Diplomático en negocios domésticos del país y en una misiva posterior se dirige a los
representantes firmantes considerando como prestación de buenos oficios la cuestión de
sumisión del General Monagas, por lo que sus firmas aparecerían sólo testificando y no
como partes de la promesa hecha al General por el anterior Ministro. Del conjunto de
miembros del Cuerpo Diplomático los encargados de negocios de Francia y Gran Bretaña
no aceptaron la justeza de la tesis lo cual llegó a provocar conflictos. Con el pretexto de que
sus legaciones habían sido violadas por el pueblo, suspendieron relaciones oficiales con la
nación hasta tanto se les dieran satisfacciones. El ministro Toro comprobó que no hubo tal
violación pero la actitud de los encargados no varió, y el 5 de mayo llegaron a La Guaira
dos buques—uno francés y uno inglés—quienes exigieron al ministro en 48 horas el
inmediato cumplimiento del protocolo y las reparaciones debidas. El ministro contestó que
la cuestión del protocolo no justificaba de manera alguna la intervención de ningún
gobierno extranjero, y que la promesa hecha al señor Monagas no sería violada, pero la
oportunidad de su cumplimiento no llegaría por la vía de apremios, ya que sólo el gobierno
era el juez competente. Los señores del Cuerpo Diplomático sólo podrían hacer sugestiones
para abreviar la detención de Monagas, pero no exigencias ni conminaciones. Y consideró
que respecto al plazo de 48 horas, era “indicio de haber violado sus señorías su falta de
autoridad y el respeto que siempre se debe al Gobierno de una nación independiente”. L
cuestión fue temporalmente aplazada y se resolvió que conociese de ella la Convención
Nacional convocada desde el 19 de abril.
Mientras tanto la situación política empeoraba. Contrario al lema de la revolución
“olvido de lo pasado y la unión de los venezolanos” el general Justo Briceño redujo a
prisión en Barcelona al general José Gregorio Monagas, a los comandantes Julio y José
Ruperto Monagas y al coronel Oriach, y los trasladó a La Guaira de donde fueron enviados
a Puerto Cabello y Maracaibo—donde murió José Gregorio Monagas. Otros antiguos
partidarios se fueron a las Antillas. El general Juan Crisóstomo Falcón tuvo una agria
entrevista con Castro y el general Ezequiel Zamora fue injuriado por un grupo de jóvenes
por su actuación en el gobierno de Monagas. Ambos generales salieron del país. En abril en
Caracas ya se había organizado un grupo conspirador. El 7 de junio de 1858 al tener
noticias el gobierno de los movimientos contrarrevolucionarios dictó decreto de expulsión
del país de una lista de personajes entre los cuales estaban los generales Falcón y Zamora,
Antonio Leocadio Guzmán, un ex ministro de Guerra. A su vez el gobierno envió
comisiones a los generales Páez y Soublette para que regresaran a Venezuela hecho que
contribuyó a dividir a los partidarios de la fusión gubernamental.
La Convención se instaló en Valencia el 5 de julio de 1858 con 103 diputados,
fundamentalmente conservadores pues la mayoría de los liberales había preferido la vía
insurreccional. Fermín Toro había abandonado su cargo como ministro para ocupar sitio en
la Convención, resultando electo su presidente. Entre varios asuntos el 8 de julio se aprobó
la resolución sobre un gobierno provisorio con un Jefe Provisional del Estado—quedó
electo el general Julián Castro—y un Consejo de Estado compuesto por 5 personas. Los
ministros de la Corte Suprema de Justicia serían nombrados por la Convención. El 26 de
julio Castro presta juramento y organiza su gabinete de tres ministerios: Exterior—Fermín
Toro—, Hacienda y Guerra y Marina.
El problema más arduo que tuvo que confrontar la Convención fue el de los protocolos
donde quedó resquebrajada la autoridad de Castro. El 5 de agosto se acuerda que puede el
Jefe de Estado cumplir las promesas que hizo al General Monagas cuando hayan
desaparecido de nuestros puertos los buques ingleses y franceses, dando a la cuestión
internacional la dirección más conforme al decoro e independencia nacional. Esto coincidía
con una conspiración organizada por los liberales al amparo de los encargados de negocios
de Francia e Inglaterra, quienes se negaban a retirar sus buques antes del cumplimiento del
protocolo. Los encargados extranjeros se trasladan a bordo y el 12 de agosto quedan
bloqueados los puertos venezolanos. Falcón, llamado por sus partidarios, regresa a La
Guaira quienes tenían lista la insurrección. Pero fue conjurada por Soublette, cayendo
prisioneros muchos de ellos. Falcón, favorecido por el bloqueo pudo regresar a Curazao.
Ante la gravedad de la situación la Convención accede a concederle al Ejecutivo
facultades extraordinarias—que previamente se negaba a conceder a Castro—delegadas en
Soublette y Berrizbeitia, quienes entraron en arreglos con los representantes de Gran
Bretaña y Francia. La coyuntura se resolvió al enfermar en el buque el encargado de
negocios inglés quien manifestó su deseo de bajar a tierra. Soublette se apresuró a ofrecerle
la hospitalidad venezolana. Esto contribuyó a que el 27 de agosto de 1858 se firmara un
convenio con que se liquidaba la desagradable cuestión. Además de garantizarse cumplir l
promesa a Monagas hecha el 26 de marzo se establecía entre otros puntos, que al firmarse
quedaban establecidas la amistad y la buena inteligencia entre las tres naciones, toda
hostilidad cesaría, los buques apresados serían devueltos, los representantes de Francia e
Inglaterra continuarían en sus funciones cerca del gobierno de Venezuela y las fuerzas
navales partirían de sus puertos. El 31 de agosto fueron expulsados Monagas y uno que
fuera su ministro. Pero la Convención no quedó satisfecha con eso y el 28 de septiembre en
un decreto lo declaraba traidor a la patria, le privaba de sus grados, títulos, condecoraciones
y se le hacía responsable de los daños que había ocasionado al país del cual además se le
expulsaba a perpetuidad—lo cual no se cumplió.
El problema cardinal de la Convención de 1858 en Valencia fue en todo caso la
elaboración de la nueva Constitución. En ella chocaron de nuevo las ideas de federalistas—
representados por los diputados orientales, los de Maracaibo y de Mérida— y centralistas,
en un proceso de propuestas y contrapropuestas que entre julio e inicios de agosto encendió
el debate al discutirse la división territorial. El federalismo fue defendido por Elías Acosta
y el centralismo por Fermín Toro. Al final se adoptó un proyecto que, elaborado por una
comisión, había sido arduamente discutido. Se acogía en parte la descentralización, aunque
sin el nombre de Federación. La nueva Constitución, fue promulgada el 31 de diciembre de
1858. Sin embargo no dejó satisfechos a ninguno de los bandos. Demasiado liberal para los
conservadores, mientras los liberales, al considerar la exclusión del sistema federal
significaban con ello la exclusión del querer popular. El gobierno tampoco estaba acorde
con ella. Julián Castro consideraba que se trababa la autoridad gubernativa. Todo ello fue
progresivamente conduciendo al país a la guerra civil: la Guerra Federal.
Tras el nepotismo dictatorial y sangriento de los Monagas, la descomposición social
lleva a esta confrontación porque la experiencia de largas luchas y las secuelas ideológicas
de la revolución renacerán en el pueblo. Este enfrentamiento surge entonces como la
rectificación necesaria para el cumplimiento de los objetivos de la Independencia y para la
instauración de la justicia social. Pero una vez terminada, con el poder político en manos de
nuevos dirigentes, estos, demasiado conciliadores con la oligarquía van a traicionar una vez
más las aspiraciones populares
Los grupos revolucionarios diseminados por las Antillas coordinan sus esfuerzos y
reconocen la jefatura del general Juan Crisóstomo Falcón, radicado en Saint Thomas, quien
cuenta entre quienes le acompañan con Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio
Leocadio. El 15 de octubre de 1858, algunos de ellos incluido Antonio Leocadio Guzmán
se constituyen en “Junta Patriótica de Venezuela” y redactan el primer programa de la
Federación —26 artículos con enumeración de derechos y garantías que fueron recogidos
en la constitución de Valencia. La insurrección estalla en Coro el 20 de febrero de 1859 y el
22 llega Zamora y se encarga del mando, y entre varias acciones de tipo militar procedió a
nombrar un Gobierno General de la Federación a cargo de cinco ciudadanos elegidos por
los Gobiernos de los Estados, asumiendo entretanto el Estado de Coro la representación
nacional. La insurrección genera agitación en Caracas. Las tropas constitucionales
recuperan Coro pero ya Zamora había partido hacia los llanos, pasando por San Felipe,
Barquisimeto, Araure y Barinas, inicialmente con 800 hombres que pronto son dos mil.
Entretanto por el Oriente invadían los revolucionarios y sublevaron pequeños poblados. Sin
poder avanzar hasta Aragua se replegaron y fueron dispersados. Sin embargo el
promesa a Monagas hecha el 26 de marzo se establecía entre otros puntos, que al firmarse
quedaban establecidas la amistad y la buena inteligencia entre las tres naciones, toda
hostilidad cesaría, los buques apresados serían devueltos, los representantes de Francia e
Inglaterra continuarían en sus funciones cerca del gobierno de Venezuela y las fuerzas
navales partirían de sus puertos. El 31 de agosto fueron expulsados Monagas y uno que
fuera su ministro. Pero la Convención no quedó satisfecha con eso y el 28 de septiembre en
un decreto lo declaraba traidor a la patria, le privaba de sus grados, títulos, condecoraciones
y se le hacía responsable de los daños que había ocasionado al país del cual además se le
expulsaba a perpetuidad—lo cual no se cumplió.
El problema cardinal de la Convención de 1858 en Valencia fue en todo caso la
elaboración de la nueva Constitución. En ella chocaron de nuevo las ideas de federalistas—
representados por los diputados orientales, los de Maracaibo y de Mérida— y centralistas,
en un proceso de propuestas y contrapropuestas que entre julio e inicios de agosto encendió
el debate al discutirse la división territorial. El federalismo fue defendido por Elías Acosta
y el centralismo por Fermín Toro. Al final se adoptó un proyecto que, elaborado por una
comisión, había sido arduamente discutido. Se acogía en parte la descentralización, aunque
sin el nombre de Federación. La nueva Constitución, fue promulgada el 31 de diciembre de
1858. Sin embargo no dejó satisfechos a ninguno de los bandos. Demasiado liberal para los
conservadores, mientras los liberales, al considerar la exclusión del sistema federal
significaban con ello la exclusión del querer popular. El gobierno tampoco estaba acorde
con ella. Julián Castro consideraba que se trababa la autoridad gubernativa. Todo ello fue
progresivamente conduciendo al país a la guerra civil: la Guerra Federal.
Tras el nepotismo dictatorial y sangriento de los Monagas, la descomposición social
lleva a esta confrontación porque la experiencia de largas luchas y las secuelas ideológicas
de la revolución renacerán en el pueblo. Este enfrentamiento surge entonces como la
rectificación necesaria para el cumplimiento de los objetivos de la Independencia y para la
instauración de la justicia social. Pero una vez terminada, con el poder político en manos de
nuevos dirigentes, estos, demasiado conciliadores con la oligarquía van a traicionar una vez
más las aspiraciones populares.
Los grupos revolucionarios diseminados por las Antillas coordinan sus esfuerzos y
reconocen la jefatura del general Juan Crisóstomo Falcón, radicado en Saint Thomas, quien
cuenta entre quienes le acompañan con Antonio Guzmán Blanco, hijo de Antonio
Leocadio. El 15 de octubre de 1858, algunos de ellos incluido Antonio Leocadio Guzmán
se constituyen en “Junta Patriótica de Venezuela” y redactan el primer programa de la
Federación —26 artículos con enumeración de derechos y garantías que fueron recogidos
en la constitución de Valencia. La insurrección estalla en Coro el 20 de febrero de 1859 y el
22 llega Zamora y se encarga del mando, y entre varias acciones de tipo militar procedió a
nombrar un Gobierno General de la Federación a cargo de cinco ciudadanos elegidos por
los Gobiernos de los Estados, asumiendo entretanto el Estado de Coro la representación
nacional. La insurrección genera agitación en Caracas. Las tropas constitucionales
recuperan Coro pero ya Zamora había partido hacia los llanos, pasando por San Felipe,
Barquisimeto, Araure y Barinas, inicialmente con 800 hombres que pronto son dos mil.
Entretanto por el Oriente invadían los revolucionarios y sublevaron pequeños poblados. Sin
poder avanzar hasta Aragua se replegaron y fueron dispersados. Sin embargo el
los llanos para contactar a los federalistas neogranadinos y proveerse de pertrechos. En
enero 17 es batido por el general Febres Cordero en la sabana de Coplé, quedando destruido
el ejército federal. Falcón y Guzmán Blanco se retiran a la Nueva Granada. Para mayo el
país aparece pacificado con escasas guerrillas federales dispersas pero en hibernación.
El gobierno a cargo de Tovar llevó a efecto las elecciones en el congreso durante el
estado de guerra. El 8 de abril de 1860 el Congreso eligió a Tovar como Presidente y a
Gual como Vicepresidente. Como encargado de Guerra y Marina se incorpora al general
Páez en el gabinete estructurado además con una combinación de otros nombres que no
dejó de causar censuras. El 30 de abril el ex-presidente Castro presenta al Congreso un
Memorial para que se analizara si había excitado o sugerido rebeldía contra el gobierno. El
5 de junio se presentan ante Cámara formal acusación contra el ex-presidente y algunos exministros por los crímenes de traición y quebrantamiento de la constitución. El 12 de junio
la Cámara resolvió que había lugar a la formación de causa. A Castro se le declara culpable
pero no se le impone pena en uso de la facultad discrecional por el artículo 54 de la
Constitución, y se absuelve a los ex-ministros. Sin embargo el gobierno acordó su
expulsión.
La batalla de Coplé no bastó para liquidar al federalismo. En agosto de 1860 las
guerrillas federalistas se multiplicaban de nuevo siempre proclamando a Falcón como su
jefe. Los conservadores se encontraban divididos. Las elecciones de 1861 dieron la mayoría
al grupo paecista en el Congreso quienes eran partidarios de la dictadura de Páez. Éste
como Jefe del Ejército no sale a combatir a los federales y renuncia por no aceptar Tovar
ponerse bajo su tutela. El Congreso niega un decreto de amnistía recomendado por Tovar.
Este y otros asuntos generaron una crisis ministerial en mayo. En Villa de Cura un coronel
se subleva proclamando la federación y dando vivas a Páez y a Falcón. Pasan a La Victoria
y allí el coronel se pronuncia por un gobierno formado por Páez, Falcón y el arzobispo
Guevara. A Tovar no le quedó otro camino que presentar la renuncia ante el Congreso el 20
de mayo de 1861 y el 21 de mayo se encarga el vicepresidente Gual quien organiza
gabinete con Soublette en Guerra y Marina y Páez como Jefe del Ejército. El 19 de julio
emite un decreto con algunos considerandos que refieren el carácter social de la guerra civil
y declarando a las provincias en estado de asambleas, con excepción de Mérida, Margarita,
Trujillo y Maracaibo.
Páez realiza su propia política conciliadora de acercamiento a los federales por lo que se
le exigió renunciar al Ejército. El 29 de agosto de 1861 el jefe de guarnición de Caracas
procedió a arrestar a Gual y proclamar a Páez como jefe civil y militar de Venezuela. El
Presidente hizo pública su protesta. Páez se enteró el 31 de agosto y al principio fingió no
querer la dictadura, pero se dirigió a Caracas y el 10 de septiembre asumió el mando.
La fecha del 29 de agosto de 1861 marcó la agonía del régimen establecido desde 1830.
Roto el orden constitucional la causa de los federalistas se acrecentó. En el ejército muchos
se retiran. Otros pasan a la Federación. Páez no se preocupó de legalizar su gobierno
llamando a elecciones. Se acercó a Falcón para negociar la paz. Ambos jefes se encuentran
en el campo de Carabobo el 8 de diciembre. En dos días de conferencias no llegaron a
acuerdos. Páez retorna a Caracas y toma medidas enérgicas ordenando a los gobernadores
castigos severos a los federalistas a quienes acusaba de mala fe. Pero la causa de los
federalistas estaba fortalecida: moralmente se les reconoció su beligerancia y aprovecharon
la tregua para pertrecharse. La guerra se enciende de nuevo con gran saña y se reviven las
crueldades de 1813 y 1814. En 1862 los jefes dictatoriales comienzan a pasarse a las filas
federales y se reconoce la jefatura de Falcón, quien envía al centro a Guzmán Blanco como
Jefe de los Ejércitos Federales de esta región, conservando éste además el cargo de
Secretario General de Falcón. Recorre Aragua, Carabobo y Caracas articulando con las
guerrillas federales un ejército de 3.000 hombres con los cuales venció 2 veces a los
dictatoriales. Falcón desautoriza intentos para pronunciarse por una Unión Colombiana.
La dictadura estaba agonizando perdiendo Maracaibo, Mérida y Trujillo. Rojas, el único
ministro de Páez, se reúne el 24 de Abril de 1863 con Guzmán Blanco en Coche, cerca de
Caracas, como Secretarios Generales del Jefe Supremo de la República (Páez) y del
Presidente Provisional de la Federación (Falcón) y redactan un convenio que afinan el 22
de mayo, donde con el objeto de lograr la pacificación del país acuerdan entre varios
puntos: convocar una Asamblea de 80 miembros elegidos la mitad por Páez y la mitad por
Falcón; al instalarse la Asamblea, el Jefe Supremo entregará el mando al Presidente
Provisional de la Federación. El primer acto de la Asamblea sería nombrar el gobierno que
presidirá la República mientras esta se organiza. Cesan las hostilidades y ambos generales
usarán sus respectivos ascendientes en calmar las pasiones agitadas por la guerra.
El Convenio ratificado por Falcón el 28 de mayo y por Páez el 6 de junio de 1863 dio el
poder a los liberales. Los jefes triunfantes no modificarán en nada las condiciones
económicas reinantes y la estructura agraria permaneció intacta. No todas las fuerzas
dictatoriales reconocieron el convenio pero no lograron articularse para combatirlo. La
política de la Dictadura fue ruinosa. Aumentó las contribuciones, contrató un empréstito en
términos onerosos para la nación que se gestionaba desde la época de Tovar y que había
sido combatido por Rojas.
Por decreto Páez convocó el 6 de junio la Asamblea del tratado la cual se reunió en La
Victoria y no en Valencia por estar en contra un jefe en Puerto Cabello. El 17 de junio de
1863, Falcón fue nombrado Presidente Provisional de Venezuela con Guzmán Blanco como
Vicepresidente. Páez, ayudado por Falcón se marchó a Filadelfia. Viaja por Sur América
donde lo asociaban con la gesta grande. Murió en Nueva York el 7 de mayo de 1873.
Electo Falcón como presidente, uno de sus primeros actos fue dictar su Decreto de
Garantías donde quedó abolida la pena de muerte por delitos comunes, se declara la
irresponsabilidad de la prensa, el derecho de sufragio y la libertad de cultos. Guzmán
Blanco con el carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Venezuela
ante las Cortes de Londres y París, fue encargado para gestionar un empréstito, quedando
autorizado para hipotecar especial y señaladamente la parte libre de las exportaciones de la
aduanas del país (La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo y Ciudad Bolívar)—operación de
la cual al parecer quedó él mismo enriquecido. El 24 de diciembre se reúne la Asamblea
Constituyente y Guzmán es electo para presidirla. Se ratificó a Falcón y a Guzmán como
Presidente y Vicepresidente interinos hasta la elección constitucional. Guzmán propuso
conceder a Falcón el título de “Gran Ciudadano Mariscal” de los Ejércitos de la República.
Se acordó premiar a los servidores de la Federación, comenzando por jugosos sueldos al
presidente y generales que iban decreciendo hasta los soldados rasos. La nueva
constitución, la de 1864, tras cinco años de espantosa guerra recoge los principios
proclamados por los ideólogos de la Federación. Los Estados se agrupan en veinte como
Estados Unidos de Venezuela. Con esta división política del país se trataba de retornar al
antiguo principio de Provincias Autónomas en oposición al Gobierno Central instaurado
desde 1810. En la letra se acentúa la descentralización, que los hechos desmienten. Del
prometido cambio social a favor de las masas, apenas hay la teórica prohibición del
reclutamiento forzoso y una referencia a la enseñanza gratuita. En el articulado queda la
abolición de las penas de muerte y de prisión por deudas, y un enunciado de amplia libertad
de expresión. El Ejecutivo se elegía cada cuatro años.
Sin embargo con la federación los sectores desfavorecidos de la sociedad comienzan a
sentirse verdaderos sujetos de derecho político y aún cuando no realicen tal ejercicio, ello
permite que el liberalismo político sea una realidad. Vastos sectores de la clase media hasta
entonces marginados por las dos oligarquías empiezan a tomar parte determinante en el
gobierno. La guerra federal además trajo como consecuencia la formación de un feudalismo
político que hará de Falcón su primera víctima pues como caudillo la guerra le obligó a
prodigar los títulos militares. No tardaron en estallar las rivalidades. En junio de 1863—el
mismo mes de instalación del gobierno federal—fue depuesto el gobierno local de
Portuguesa por sus propios compañeros federales. Problemas habían en varios Estados. La
situación económica corre pareja a la política. El caos se enseñorea del país. En los cinco
años del gobierno de Falcón apenas estuvo veinte meses en Caracas. En 1868 el Congreso
se disuelve porque no hay dinero para pagarlo. Ese año amenaza con revivir la guerra civil

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