g. Sinopsis de Francia desde los francos y la Revolución Francesa en 1789.
A partir del siglo IV comienzan las invasiones germánicas, particularmente de la de los
francos que durante el reinado de Clodoveo, iniciador de la dinastía merovingia restaura la
unidad de las provincias de la Galia. En 752, Pipino el Breve fundó la dinastía carolingia,
que alcanzó el mayor grado de prosperidad con su hijo Carlomagno, coronado emperador
de Occidente (800) tras someter a lombardos, sajones y avaros. En 987 Hugo Capeto
inauguró una nueva monarquía y dio comienzo a un largo período marcado por el régimen
feudal. Felipe II Augusto extendió sus dominios al recuperar Normandia y el Oeste y
consolidó la autoridad real. Gracias a este monarca y al cruzado san Luis IX, el reinado de
Felipe IV el Hermoso (finales del XIII) fue testigo de la hegemonía francesa. A la muerte
de Carlos IV (1328), último de los Capetos, accedió al trono Felipe VI Valois, pero las
pretensiones de Eduardo III de Inglaterra originaron la Guerra de los Cien Años. El Estado
no logró consolidarse hasta el reinado de Carlos VII, con la acción heroica de Juana de
Arco (1435), símbolo del sentimiento nacionalista francés. Luis XI (1461-83) fortaleció la
integridad territorial del país desarticulando definitivamente el poder de los grandes
señores. El siglo XVI se caracterizó por las guerras de religión que culminaron con Enrique
IV, protestante convertido al catolicismo (París bien vale una misa), al garantizar una
amplia tolerancia religiosa mediante el Edicto de Nantes (1589). La restauración económica
y política continuó durante el reinado de su hijo Luis XIII, asistido por el hábil Richelieu,
que se enfrentó al poder de los Austrias en la Guerra de los Treinta Años. Su obra fue
continuada por el cardenal Mazarino. A su muerte comenzó el gobierno personal de Luis
XIV, con el que el absolutismo alcanzó su máximo desarrollo. Las prolongadas guerras en
que se vio envuelto el país debilitaron la economía, que se desmoronó durante el reinado de
Luis XV (1715-74). El fracaso de su política exterior condujo a la pérdida de las mayores
colonias francesas (Canadá, India, Louisiana). La ayuda económica y militar a la
independencia de EEUU agravó la situación; al mismo tiempo, el éxito de los patriotas
norteamericanos contribuyó a la difusión de las ideas liberales.
La Revolución Francesa fue el período de la historia comprendido entre la convocatoria por
el rey Luís XVI de los Estados Generales (el 5 de mayo de 1789) y el golpe de Estado de laicismo y espíritu reformista del siglo XVIII—la Ilustración había sentado las bases para la
implantación de un nuevo sistema político (separación de poderes de Montesquieu,
soberanía nacional de Rousseau, deismo y religión natural de Voltaire), la opresión fiscal
del campesinado frente a los privilegios de la nobleza y el clero y en la inutilidad del
régimen monárquico, pesado, ineficaz y generador de una irreversible bancarrota,
agudizada por la ayuda económica y militar a la independencia de EEUU cuyo éxito
contribuyó además a difundir las ideas liberales. La revolución no fue fundamentalmente
rural ni campesina sino burguesa: significó la aparición de la clase media y un impulso al
capitalismo en la historia, la destrucción del régimen señorial y la realización de la unidad
nacional y social del país. Reunidos los Estados Generales para certificar la ruina de
Francia se declararon en Asamblea Nacional reconocida por el rey con la simpatía del
pueblo de París que el 14 de julio de 1789 se rebeló y desbordó tomando la fortaleza de La
Bastilla. Redactaron la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que puso
los cimientos del nuevo orden bajo los principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad.
La Asamblea abolió todos los privilegios y se convirtió en Asamblea Constituyente para
redactar una nueva constitución. En su seno los más extremistas integraban el club de los
jacobinos. El rey Luis XVI y la reina intentaron huir por el noreste pero fueron detenidos y
obligados a volver a París. En 1791 se adoptó una constitución moderada que limitaba en
parte los poderes del rey y se nombró una Asamblea Legislativa cuyos principales partidos
integrantes eran los constitucionalistas, los girondinos y los jacobinos. Pero el rey se
negaba a colaborar. En abril de 1792 se declara la guerra a Austria y las potencias
absolutistas que intervenían a favor del monarca. En reacción ello motivó el 9 de agosto la
formación de la Comuna Insurreccional de París... y al día siguiente se asaltó al Palacio de
las Tullerías en el centro de la ciudad al norte del río Sena. En elecciones por sufragio
universal masculino se formó una Convención que el 22 de noviembre proclamó la I
República Francesa. El rey fue sometido a proceso y por la diferencia de un voto fue
considerado traidor. El 21 de enero de 1793 fue guillotinado. La nueva Asamblea redacta
una nueva constitución que se concluyó en junio de 1793. Hasta mayo de 1793 la facción
girondina mayoritaria de tendencia liberalizadora controlaba el gobierno mientras los
jacobinos tendían a una democracia social centralizada. La guerra declarada pasó de
defensiva a ser liberadora de la República Francesa. Ello determinó la nacionalización del
ejército e implicó la extensión de una economía de excepción, aumentó progresivamente el
poder de los generales y acentuó la hostilidad de las potencias vecinas (Inglaterra se alía a
las potencias absolutistas después de la ocupación de Bélgica por las tropas francesas en
febrero de 1793).
Una ley de marzo de 1793 contra los sospechosos proporcionó apoyo jurídico a la política
de terror que en pocos meses afecta primeramente a los girondinos detenidos en junio. A
partir de allí la mayoría jacobina en la Asamblea ejerce una dictadura que acelera el
proceso de implantación de la República. Un reformado Comité de Salud Pública presidido
por Danton de abril a junio de 1793 y luego por Robespierre asume el ejecutivo. Se envía a
la guillotina a centenares de aristócratas incluida la reina Maria Antonieta en octubre y a
girondinos, lo que siembra la división entre los revolucionarios. Las principales medidasfueron la ley del máximo reclamada por las masas populares que imponía una economía
dirigida y la leva—reclutamiento—en masa, necesaria para ganar la guerra. Cumplidos los objetivos iniciales se restableció el culto a la Razón y se fijó el máximo de los salarios en
un intento de nivelar la economía lo que exasperó tanto a la izquierda más radical como a
las masas populares. Las diferencias entre las facciones se agudizaron y prosperó entonces
la conspiración termidoriana. A la ejecución de Danton en abril de 1794 siguió la detención
de Robespierre el 27 de julio de 1794—9 de termidor del año II— quien fue ejecutado al
día siguiente. Comenzó así un proceso que acabó con la dirección jacobina. La Convención
Termidoriana abortó la Constitución de 1793 y aprobó una Constitución en agosto en 1795
que preveía un ejecutivo controlado por 5 directores (Directorio). La Convención fue
disuelta el 26 de septiembre de 1795 estableciéndose un Directorio de tendencia burguesa
moderada bajo el cual se llevaron a cabo entre otras las campañas de Alemania, Italia,
Egipto donde se develó la capacidad de Napoleón Bonaparte. Desde 1797 la inestabilidad
se hizo patente y la amenaza contrarrevolucionaria era cada vez mayor. La sucesión de
golpes de Estado precipitó la crisis y abrió el camino del poder a Bonaparte quien dio golpe
de Estado en 1799, el 18 brumario y estableció el Consulado. Se coronó emperador de
Francia en 1804 y rey de Italia en 1805. Sus éxitos militares le permitieron dominar Europa
pero tras la campaña de Rusia en 1812 comenzó el declive. Vencido en Waterloo en 1815
se reinstaura la monarquía constitucional con Luis XVIII.
Años más tarde el inmovilismo político de Luis Felipe de Orleans provocó el estallido de la
revolución de 1848 y la proclamación de la II República. Electo Luis Napoleón Bonaparte
mediante golpe de Estado se hizo proclamar emperador como Napoleón III (1852-70). Su
régimen se caracterizó por el autoritarismo, el desarrollo de la industria y el comercio y las
obras hidráulicas. La derrota de Sedán (1870) frente a Alemania acabó con el segundo
imperio y la pérdida de Alsacia y Lorena. Pero en marzo de 1871 y hasta mayo el pueblo de
París se rebeló y conformó la Comuna, el primer experimento comunista en la historia de
occidente. La Comuna de París fue un gobierno revolucionario que ejerció el poder de los
comunes frente al de la asamblea nacional en Versalles. El descontento producido por la
caída de París tras la guerra franco-prusiana favoreció esta insurrección a la que se
adhirieron jacobinos, veteranos de la revolución de 1848 y republicanos radicales, entre
otros, procedentes casi todos de la guardia nacional y de los comités de vigilancia de
barrios creados para la defensa de la ciudad. Por la falta de apoyo exterior, sus resoluciones
(abolición de la propiedad privada, supresión del ejército y policía permanentes, separación
de la iglesia y el Estado) se circunscribieron al ámbito parisiense. Las tropas
gubernamentales dirigidas por Thiers y Mac-Mahon sitiaron los barrios comunales y, tras la
llamada semana sangrienta, acabaron con la resistencia del movimiento cuyos miembros
más destacados fueron ejecutados o deportados. Con la liquidación de la Comuna en mayo
de 1871 se constituyó la III República Francesa. Posteriormente las luchas sociales y los
problemas derivados de la gran expansión colonial perturbaron la paz interior de Francia
hasta la Primera Guerra Mundial. Al culminar esta guerra con la derrota de Alemania en
1918, al capitular en Versalles recuperó Francia la Alsacia y Lorena.
h. Sinopsis de Alemania desde el siglo XIII, la 2ª Guerra Mundial y su desenlace:
En Alemania el período entre 1256 y 1273 es conocido como el Interregno y finalizó con la
elección de Rodolfo de Habsburgo. La posición de los príncipes de las pequeñas ciudades,
que eran los electores, se fue afianzando hasta el punto de ser ellos quienes elegían al
soberano. En los años sucesivos los Habsburgo afianzaron su posición tanto en poder como
en riqueza. Una política matrimonial adecuada aglutinó a los Estados de Austria, Hungría y
Bohemia, situación que maduró con Maximiliano I, y permitió a su sucesor Carlos V (I de
España) contar con un adecuado instrumento de poder para enfrentarse al electorado. El
amplio movimiento protestante de la Reforma desde 1517 supuso la entrada de Alemania
en la Edad Moderna y el inicio de una serie de conflictos armados que finalizaron con la
paz de Augsburgo en 1555. Esta paz paralizó la Reforma y debilitó al imperio al consagrar
el principio que sancionaba el poder político de los príncipes en sus Estados. El
movimiento protestante se agrupó en 1609 en torno a la Unión Evangélica, a la que se
opuso la Santa Liga del duque de Baviera, polarización que condujo a la guerra de los
Treinta Años (1618-48). La paz de Westfalia en 1648 supuso el triunfo protestante y las
desmembración del imperio en cientos de Estados.
Durante el siglo XVIII la hegemonía austriaca se vio amenazada por el engrandecimiento
de la Prusia de los Hohenzollern. Con la Revolución Francesa Alemania sufrió grandes
cambios. En 1806 el emperador de Austria renunció a la corona imperial, con lo que el
Sacro Imperio Romano Germánico quedaba definitivamente disuelto. A instancias de
Napoleón se creó la Confederación del Rhin (1806-13) formada por los Estados alemanes a
la derecha del río, la cual se usó como instrumento de penetración de la influencia francesa.
Tras la derrota de Napoleón en 1815, en el Acta Federativa de Viena se crea la
Confederación germánica (1815-66) en la que entraron a formar parte 39 Estados que
habían absorbidos los 270 restantes. Austria y Prusia eran los más importantes, seguidos
por otros cuatro cuyos soberanos habían adoptado el título de reyes: Baviera, Hannover,
Sajonia y Württemberg.
En 1834 Prusia organiza la Zollverein (unión aduanera) de la que Austria quedó excluida.
Potenció los efectos del crecimiento económico provocados por el inicio de la Revolución
Industrial y favoreció el surgimiento de una burguesía de negocios favorables a la
unificación del territorio alemán. Tras el fracaso revolucionario de 1848, Otto von
Bismarck fue nombrado canciller de Prusia en 1862. Dio el impulso definitivo a la
unificación: organizó la administración militar y política prusiana y comenzó la ofensiva
definitiva contra Austria, la cual fue derrotada en 1866. Así se deshizo la Confederación
germánica que fue sustituida por la Confederación del Norte (1866-71) dominada por
Prusia. Una serie de conflictos con Francia—Luxemburgo, sucesión española—
desembocaron en la guerra franco prusiana. La victoria prusiana consolidó la unidad
alemana en 1871 por el tratado de Versalles, se volvió a reconstruir el Imperio alemán
pasando la capital de Viena a Berlín. El primer soberano fue Guillermo I de Prusia y su
primer canciller Bismarck. En 1888 subió al trono Guillermo II con quien Bismarck entró
en conflicto, por lo que fue sucedido como canciller en 1892 por Caprivi hasta 1894, luego
Hohenlohe hasta 1900, Vulgo hasta 1909 y Bethman Hollweg hasta 1917.
Alemania se convirtió en una gran potencia industrial y militar. Su crecimiento
demográfico y la búsqueda de mercados que absorbiesen su producción fue acompañada
por una agresiva política imperialista que despertó los recelos de Francia y Gran Bretaña.
La Primera Guerra Mundial tuvo resultados desastrosos para Alemania. En noviembre de
1918 se produjo la abdicación del emperador, al tiempo que estallaba un movimientorevolucionario, se proclamaba la República y era nombrado un gobierno provisional
encabezado por el socialista Friedrich Ebert quien para sofocar a los marxistas radicales del
movimiento espartaquista acudió al ejército resultando asesinados sus principales líderes,
Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht.
En 1919 fue aprobada una nueva constitución, que establecía un régimen unicameral y la
elección presidencial directa, y se firmó el tratado de Versalles que imponía a Alemania
unas condiciones de paz humillantes: estableció la responsabilidad alemana en el inicio de
la guerra e impuso unas gravosas reparaciones económicas, la reducción del ejército y la
pérdida de sus colonias y de una serie de territorios metropolitanos. En 1920 Ebert fue
elegido canciller. Inmediatamente la nueva República tuvo que enfrentarse a una serie de
dificultades en el ámbito interno (golpes de Wolfgang Kapp en 1920 y de Adolfo Hitler en
1923), económicas (inflación desorbitada) e internacional (ocupación francesa del Rhur).
Algunos países buscando fortalecer la búsqueda de la paz por las negociaciones
diplomáticas decidieron constituir desde mediados de la década de los veinte a la Sociedad
de las Naciones—EEUU no participó aplicando una política aislacionista. Pero la Sociedad
en los años treinta poco serviría para poder atajar las diferencias y los abusos como la
incursión de Mussolini en Etiopía y Libia y de Hitler en Polonia lo que desató en 1939 la
Segunda Guerra Mundial en eje con Japón que tenía invadida China y demás países del este
asiático. Tras el ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbor en Hawai en
1942, EEUU entra en la guerra como aliado de Inglaterra, la URSS y la Resistencia
Francesa, que implicó reuniones entre Roosevelt, Stalin y Churchill y coordinación con De
Gaulle. Sin embargo Roosevelt murió y fue sucedido por Truman en la presidencia de
EEUU. El frente aliado avanzó desde el norte de África, hasta liberar Italia, y por otros
frentes la toma de Normandia para liberar Francia y avanzar hasta Alemania, y el frente
ruso que fue el primero que llegó hasta Berlín culminando en la primavera de 1945 la
guerra en Europa. En el Pacífico EEUU fue avanzando en la liberación de diversas
regiones—en China los nacionalistas y los comunistas se había aliado para luchar contra el
invasor japonés—y para culminar la guerra en 1945 Truman y su gobierno deciden utilizar
la bomba atómica que fue lanzada el 4 de agosto sobre Hiroshima y dos días después sobre
Nagasaki, causando tal destrucción que llevó al Emperador Hirohito a imponer a su ejército
la rendición y la firma de la paz.
i. Radicalización de la situación internacional. Organización del Tercer Mundo.
Desde los años finales de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos y otros países
promovieron la constitución de las Naciones Unidas y la Unesco, lo cual se cumplió a
finales de 1945 con las naciones aliadas y entre las cuales figuraron más de cincuenta
países, entre ellos la mayoría de los países latinoamericanos incluida Venezuela.
Sin embargo muy pronto comenzarían las diferencias entre los EEUU y la URSS que se
iniciaron con la aplicación del Plan Marshall, que significaba la reconstrucción de las
economías de los países europeos bajo la óptica capitalista—para evitar que cayeran bajo la
influencia comunista—por lo que tras la conferencia de Breton Woods para organizar el
sistema económico mundial en 1948 afloran diferencias que conducen a la guerra fría entre
las potencias capitalistas y las comunistas que durará más de cuarenta años—hasta 1992.
Con Gandhi—quien es asesinado en 1948— en la India, se inicia una serie de procesos de
liberación o independencia de países de Asia, África e islas del Caribe que buscan deshacerse del yugo colonial. La revolución comunista en China con Mao triunfa en 1948.
En 1951 se desata la guerra de Corea que es el inicio de una serie de confrontaciones entre
fuerzas comunistas y capitalistas en países del este asiático—Vietnam, Laos, Camboya—
acompañados además de movimientos de los países periféricos para desvincularse de las
políticas de las potencias, que llevan a la constitución del Movimiento de Países No
Alineados. Inicialmente liderizado entre otros por Nasser de Egipto, Nehru de India y Tito
de Yugoeslavia, los que con otros países progresivamente van a constituir lo que en la
década de los 50 se acuña bajo el nombre de Tercer Mundo. En los años sesenta se van
constituyendo esfuerzos de acuerdos y cooperación entre países muy disímiles de Asia y
África, a los que progresivamente se van sumando los de América Latina a medida que van
cayendo las dictaduras militares y se va realizando elecciones que llevan en la mayoría de
los casos a gobiernos democráticos. Estos países, tras la independencia que se alcanza a
inicios del siglo XIX caen en la dependencia económica de los países industrializados, en la
periferia del capitalismo, manteniéndose relativamente atrasados en la organización de sus
economías, con altos índices de pobreza de una población rural, lo que contribuyó sin
industrialización al desarraigo de grandes masas de población en un proceso de
urbanización hacia las ciudades, las cuales en muy cortos períodos de tiempo y sin estar
preparadas para ellos se ven rodeadas por cinturones de miseria.
Los países inicialmente llamados subdesarrollados—término que se intentó sustituir por
países en desarrollo y recientemente por países de economías emergentes—fueron
progresivamente intentando coordinar acciones internacionales dentro del sistema de las
Naciones Unidas para articular sistemas más justos de convivencia planetaria, formándose
en 1974 el Grupo de los 77 en la Conferencia Mundial de Comercio UNCTAD, grupo al
que después se integraron otros países y China, y que lograron instalar a mediados de los
setenta las conversaciones Norte Sur que no llegaron a acuerdos, surgiendo el problema de
la deuda externa e imponiéndose un neoliberalismo a ultranza que afectó a las débiles
economías de la mayoría de los países, incrementándose la pobreza. En los últimos
cuarenta años del siglo XX afloran además otros aspectos de la crisis en que está sumido el
mundo, por el deterioro de las condiciones ambientales de la biosfera y de la calidad de la
vida, producto de modelos irracionales de explotación de la naturaleza, dentro de sistemas
económicos que explotan al hombre y en medio de ruinosos sistemas educativos y de salud.
El calentamiento global se constituye hoy en la principal amenaza al futuro de la vida en el
planeta y los países siguen sin llegar a acuerdos importantes para enfrentar y superar los
principales problemas que azotan a la humanidad y a la vida en el planeta. La falta de
acuerdos entre naciones llevó al fracaso de los objetivos de las Naciones Unidas para el año
2000, que fueron postergados hasta el año 2015. Han pasado los primeros seis años del
siglo XXI y en vez de avanzar hacia el desarrollo sostenible a través de la Agenda XXI los
países siguen imbuidos en la confrontación y los desacuerdos entre civilizaciones.
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