Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Carlos Oteyza: "Vivimos una crisis que yo nunca había visto...En este momento compartir con los venezolanos su historia, compartir un pasado común, creo que las dificultades que atraviesa el país son de todo orden, moral, económico, social..."


Tiempos en Valencia de una acción excelente
en el Ateneo de la ciudad (hoy extinto), como la realizada por los equipos que constituyeron las Juntas Directivas 1953-54 y 54-55 encabezados por Frida Añez 

Carlos Oteyza recomienda ver "Tiempos de Dictadura" en familia
El cineasta visitó a El Periodiquito
Martes, 11 septiembre a las 18:56:55













Tiempos de dictadura es un documental que lleva a los venezolanos a recordar el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, para así entender nuestro presente. “Entendiendo el pasado entendemos el presente y sabremos qué futuro queremos, no es una película para eruditos el largometraje está hecho para que conozcamos la historia venezolana”, explicó el cineasta Carlos Oteyza.

El film estrenado el pasado 7 d septiembre en todas la salas de cine del país ha dado mucho que comentar entre los cinéfilos. El uso de imágenes inéditas, entrevistas y animaciones confluyen para acercar al público a entender más, lo que calificó como “una época marcada por dos leyendas: la negra y la dorada”, aseguró Oteyza en las instalaciones de esta casa editora.

"Es necesario que el ciudadano este enterado de lo que fue una década en que la bonanza impulsó las obras públicas, mientras que la Seguridad Nacional -la policía política del régimen- se encargaba de amordazar a los partidos, a los medios, a los venezolanos. Eso nos ayuda pensar en el presente y en el futuro, y a tener una sociedad más sólida", describió.

Las entrevistas juegan un papel importante en la producción, ya que es la historia contada por importantes figuras políticas, sociales y hasta de la cultura del país. De estas entrevistas destaca la de Yolanda Moreno quien fue bailarina de un espectáculo del gobierno de Pérez Jiménez. También resaltan participaciones como la de militantes de Copei, AD y PCV en los años 50.

En cuanto a las animaciones Oteyza aclaró que el recurso se usó con la finalidad de "apoyar las imágenes que ya se tenían y para que el espectador pudiera digerir, de la mejor manera, el tema del documental". Oteyza finalizó invitando a ver la película en familia.







Más de la entrevista en nuestra versión impresa

Sobre "Tiempos de dictadura"

Los héroes comunes retratados por Carlos Oteyza me hicieron pensar en los de todos los días

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MIGUEL ÁNGEL SANTOS |  EL UNIVERSAL
domingo 9 de septiembre de 2012  12:00 AM
Alguna vez escuché a Antonio Cova, en los días aciagos que siguieron al referéndum revocatorio de agosto 2004, resaltar las virtudes del venezolano para la resistencia y la lucha, tomando como ejemplo a los héroes de nuestra independencia. Que si somos herederos de quienes recorrieron grandes distancias a caballo con muy pocas certezas, que si lo hicieron ya no por la libertad propia sino por la de nuestros hermanos, que si por esa noble causa pasaron hambre y frío, atravesando la cordillera pobremente equipados. Recuerdo que fue en un foro en un hotel de Puerto La Cruz y también que esa tarde llovía a cántaros. Estos últimos detalles, relativamente irrelevantes, han quedado anclados en mi memoria por otra sensación, esa sí, mucho más duradera. Aquella referencia me ha resultado siempre ajena. Desde un punto de vista puramente conceptual es evidente que la gesta merece atención y a algunos les podría resultar hasta inspiradora. Pero, en mi caso, no viene asociada a ningún sentimiento de pertenencia o proximidad, al menos no más allá de los que evocarían San Martín o el mismísimo Mahatma Gandhi.

Esa es una sensación que contrasta con el espíritu de resistencia y la inspiración que destila la película documental "Tiempos de dictadura" de Carlos Oteyza. Tengo que reconocer que al menos una fracción de esta divergencia se debe a un hecho cosmético-situacional: Los héroes de "Tiempos de dictadura"no huelen a pulpa de papel, no andaban a caballo ni exhibían patillas, ni portaban uniformes afrancesados. Más aún, algunos de ellos están detrás de mí en la cola de la entrada del cine, o más allá, en la de las cotufas, e inclusive en las butacas de unas filas más adelante ya dentro de la sala. Ahí está Isabel Carmona, luchadora política presa durante la dictadura de Pérez Jiménez, que dio a luz en la cárcel a su tercer hijo, y permaneció allí mientras los dos mayores eran cuidados por familiares. Está Américo Martín, con su sonrisa despistada, y Simón Alberto Consalvi, con una barbita de cuatro días. Aunque no los haya visto por aquí esta noche, hay también testimonios de otras figuras que nos resultan más próximas como Pompeyo Márquez o Teodoro Petkoff. Aún entre los que nos dejaron en aquella época, la memoria de Leonardo Ruiz Pineda, que se mantuvo en la clandestinidad al frente de la Dirección Nacional de AD nada menos que 42 semanas, me resulta mucho más próxima (acaso por cortesía de una amplia avenida que lleva su nombre no lejos de mi hogar en Valencia) que la de cualquier prócer.

Eventos cruciales 

Con base en los testimonios y una amplia selección de videos e imágenes de la época (se me ha quedado grabada la imagen de Carlos Delgado Chalbaud dentro del ataúd), acompasados por la voz de Laureano Márquez, la música más apropiada según el espíritu de cada escena y un conjunto de imágenes caricaturescas para identificar los eventos cruciales sobre los cuales no existe memoria visual, Carlos Oteyza le ha entrado de frente a una época que hasta ahora ha sido dominada por la leyenda dorada, para unos, y la leyenda negra, para otros. Aunque a ratos funge como un iluminista, alumbrando de lado y lado, la conclusión es clara y contundente: No tenemos por qué escoger entre la paz social y la libertad.

Espejo de la época 

Así, los testimonios se van entretejiendo y confirmando, en algunos casos; contrastando, en otros. Se forma así un espejo de la época que viene a depender de lo que en definitiva depende siempre la historia: de la confluencia de testimonios. Ese espejo no siempre arroja una imagen nítida, no siempre es uniforme, ni tampoco se presta a la conclusión fácil. Dentro del conjunto de testimonios que desfilan por la cinta hay dos lugares extremos que en mi opinión proveen el contexto a todos los demás: El del editor José Agustín Catalá (fallecido en diciembre pasado a sus 97 años) y el de la bailarina Yolanda Moreno. Ambos ilustran dos posiciones distintas, dos lugares en los que la llegada de la dictadura sorprende por azar a los protagonistas. El período de Pérez Jiménez en términos amplios (1948-1958) ocupa entre los 33 y los 43 años del editor del "Libro negro de la dictadura". Por esa osadía Catalá será sometido a las más crueles torturas, que narra con una serenidad e indiferencia que hielan la sangre. A la pregunta final responderá con la misma parsimonia: "Fueron tiempos de infamia". Y luego está Yolanda Moreno. A la incipiente bailarina la dictadura la sorprende en el colegio, su primer testimonio narra de forma divertida cómo recibieron la noticia de volver temprano a casa tras el golpe a Gallegos. Sus recuerdos están impregnados por los juegos y salidas callejeras (un espejo de la seguridad personal que forma parte de la leyenda dorada de la época), de los grandes desfiles de Carnaval ("en aquellos años el país entero se había convertido en un enorme desfile"), de las grandes fiestas navideñas que en 1952 distrajeron la atención del pueblo del fraude electoral perpetrado contra Jóvito Villalba. A la pregunta final responderá: "Fueron tiempos de arte". Este contraste es esencial tanto para el ritmo como para la honestidad de la película, y encierra una decisión esencial que todos, una que ya unos en mayor grado que otros, de forma explícita o dejándose llevar de a poco, hemos ido tomando con el paso de los años: ¿Hasta qué punto debemos sacrificar nuestros principios, nuestras opiniones, nuestro deseo de ser libres, a cambio de la tranquilidad, de la comodidad, de la protección de nuestro patrimonio? "En aquella época el que no desfilaba, aplaudía". La dictadura de Pérez Jiménez es particularmente ilustrativa de este dilema, toda vez que la feroz represión fue acompañada de una fenomenal expansión económica como producto del ingreso petrolero (como destaca la pe- lícula, Venezuela se convirtió en aquellos años en el mayor exportador de petróleo del mundo, mientras su economía se ubicaba entre las de mayor crecimiento en el planeta). Esa prosperidad económica la encarnan en la pe- lícula los emigrantes que, como mi padre, llegaron a Venezuela en la primera parte de los años cincuenta. "Fueron años de trabajo, de riqueza".

Memoria visual 

Este contraste tácito es un buen ejemplo de cómo Carlos Oteyza ha conseguido destilar de los testimonios y la memoria visual de aquella época, lecciones que siguen estando muy vigentes. Allí está el fracaso de las iniciativas independientes de partidos políticos diezmados y muy mal coordinados. La imagen todopoderosa que presentaba Pérez Jiménez y la desesperanza de los dirigentes políticos venezolanos tanto aquí como en el exilio hacia finales de 1957, a días de caer el régimen (Rómulo Betancourt llegaría entonces a decir que Venezuela se aproximaba hacia una nueva era gomecista, pero su testimonio no forma parte de la película). La presión sobre los empleados públicos. "En aquellos años se demostró que militarizar a los civiles era mucho más fácil que civilizar a los militares".

Y llego así a mi reflexión final. Decía el Emperador Adriano en su carta a Marco Antonio (refiriéndose a Trajano) que "mucho nos cuesta percibir y reconocer la verdadera grandeza entre quienes coinciden con nosotros en la época y el camino". Esos héroes relativamente comunes que ha retratado Carlos Oteyza me hicieron pensar en los héroes de todos los días, en los de nuestro tiempo, en los que han sacrificado lo más valioso que tienen, a fin de cuentas sus días y su tiempo, para mantener viva esa llama que nos alumbre mientras damos nuestra particular resistencia, nuestro esfuerzo por evitar deslizarnos hacia nuevos tiempos de oscuridad. 

@miguelsantos12

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