09 septiembre 2012
El color en la obra de Jesús Soto en la Galería Ascaso
Bélgica Rodríguez
Jesús Soto, maestro innovador en la segunda mitad de siglo XX, pudo subvertir el orden de los códigos formales y estéticos de la plástica en momentos en los que internacionalmente hierve la necesidad de cambio -tal como había sucedido en la primera mitad del mismo siglo- y Picasso crea, inventa, propone, uno de los sistemas plásticos que luego influirán de manera definitiva en el curso de las artes visuales. En su tiempo, Soto hará lo mismo. El cubismo rompía con todos los estamentos establecidos hasta entonces incluso por el mismo Cézanne y el impresionismo, pero ningún artista había salido del plano bidimensional ni del muro. Él lo propuso y lo hizo con el cinetismo, cuando entra a la escena artística parisina con ideas renovadoras, con la capacidad de trastocar el espíritu de la época y hacer visibles otros parámetros artísticos en los que coincidían las matemáticas, la física, las emociones, así como todo el equipaje de herramientas y sistemas académicos adquiridos en su etapa formativa en la Escuela de Arte de Caracas.
Propone nuevos códigos formales en el quehacer de las artes plásticas, entre ellos una cuarta dimensión no conocida en ese ámbito y un cromatismo intuitivo, arbitrario, extraño, pero absolutamente eficiente para alterar su universo visible que, igual a docto alquimista, transmuta en transparencias y movimientos virtuales: nada existe todo existe, problema filosófico que plantea una obra como la de Soto, genio venezolano y del mundo. Así, siempre sujeto a las dimensiones de espacio, tiempo y materia, componentes del estamento básico y complejo sobre el cual sustenta toda su obra, reinventa un nuevo círculo cromático de acuerdo a la medida de sus necesidades creativas.
Al revitalizar la fuerza de diversos colores, situados sobre un mismo plano y en apariencia nada compatibles, al implicarlos con superficies tramadas, el instinto creador de Soto observa sus valores intrínsecos contraponiéndolos a la regularidad cinética de la rejilla-soporte de líneas negras y blancas dispuestas en ritmos horizontales o verticales; el espectador, con fascinación, se relaciona bien con las placas de color o hilos de metal o nylon que avanzan y retroceden de acuerdo a disposiciones de espacio y fuentes de luz, adquiriendo sustancia vital para producir movimiento.
La exclusion del vacio
Para Soto son importantes las relaciones que 'excluyen el vacío' y que 'existen autónomamente'; asume el riesgo de incorporar color con este propósito, en condiciones planimétricas en las ambivalencias o cuadrados cinéticos, o en condiciones espaciales en las escrituras, penetrables y cubos virtuales. Sin otra consideración que el carácter expresivo sustancial al color, el movimiento se crea por contradicciones entre los elementos. Sin importarle sus valores en la escala cromática convencional, serán sus decisiones las que lo conducen a colocar un magenta al lado de un amarillo, un violeta al lado de un rojo, un ocre al lado de un negro. Lo arbitrario de estas decisiones forma parte de la libertad para romper con los códigos tradicionales del quehacer artístico cuando enfatiza que le interesan las combinaciones vibratorias con independencia de las armonías formalmente aceptadas.
La geometrización cromática de Soto tiene su base en la desobediencia formalista de Cézanne, Picasso y Mondrian, mientras que su madurez se centra en la correspondencia plástica funcional de las 'partes' de la obra y la construcción de transparencias virtuales e interacción del color en diferentes dimensiones espaciales, que originan diversos macrocosmos óptico-cinéticos. En la gran exposición del Centro Pompidou (París 1979), ya abierto con libertad a la utilización de un amplio abanico cromático y habiendo enriquecido su propio cinetismo al cambiar la estructura espacial de sus casi arquitecturales trabajos, expone varios 'cuadrados vibrantes' donde el color es protagonista.
La vida de Soto es color
El color entra a la vida de Soto desde que pintaba carteles del cine local en su natal Ciudad Bolívar. En todas las entrevistas reitera que, precisamente, los pigmentos que usaba cuando era un aprendiz adolescente son los que más utiliza en su trabajo de adulto, en especial el azul cobalto, que ha pasado al argot de la plástica como el azul cinético. Al respecto, el artista comenta: "(...) lo curioso es que estos mismos colores que usaba todos los días para pintar los carteles (...) son en el fondo los que he empleado y empleo aún en mi obra" (Ariel Jiménez, Colección Patricia Phelps de Cisneros, Cuaderno 6, 2001). Las combinaciones que su sensibilidad creativa le comandaba servirían más tarde para establecer acoplamientos cromáticos fuera de convencionalismos académicos. Habla del verde oliva en las vibraciones, sin embargo, no han sido muchas las veces en las que se refiere al color como parte fundamental de sus propuestas cinéticas. En una de las conversaciones con Ariel Jiménez comenta que lo introduce "(...) como un estado vibratorio (...), -necesitaba ponerlo- (...) en movimiento (...) donde la ambigüedad espacial resulte de sus superposiciones más evidentes".
La muestra antológica Color sobre color organizada por la Galería de Arte Ascaso y dedicada a esta faceta del artista, corresponde a sus últimos veinte años de producción. En ella se exponen piezas fundamentales de varias series: ambivalencias, virtuales, escrituras con fondo de color y un penetrable, todas realizadas entre los años ochenta y dos mil, comenzando por las "ambivalencias" animadas por la relación de las placas de color entre sí y el soporte-trama de finísimas líneas negras y blancas en ritmos verticales. Todas provienen del Taller Soto de Caracas y más de la mitad de ellas expuestas en anteriores oportunidades, plantean la vibración del color sobre la trama en movimiento virtual para lograr lo que se define como ambigüedad espacial. Se muestra también el maravilloso Penetrable azul de Valencia, 1999, Edición Fundación Jesús Soto 1/1, 2010, de grandes dimensiones, 270 x 270 x 870 cm. En esta exposición por primera vez se muestra un ejemplar de cada una de las series serigráficas en papel y metal realizadas por Soto, extraordinarios ejemplos de la energía estético-cinética del artista.
Relativa sobriedad
Un breve recuento por el paso de la obra de Soto a través del color remonta a los años cincuenta y comienza concretamente a principios de la década. En su obra geométrico-orgánica y abstracta, por ejemplo en las Composiciones dinámicas (1951), se aprecian planos bien marcados en azul cobalto, amarillo, rojo; lo mismo en las Repeticiones ópticas del mismo año. En declaraciones suyas citadas en el libro Soto (Editions du Griffon, Suiza, 1984, p. 34) con respecto a estos años explica: «(...) para aplicar la noción de lo permutable hice una serie de ocho colores a los que adjudiqué una relación matemática la cual necesariamente tenía que elegir de antemano y que luego respetaba en todos sus resultados.
Más tarde agrego un nuevo color -teóricamente el ultravioleta- convirtiendo en nueve los elementos de la serie. Realizo entonces una serie que titulo Études pour une série: yo los enumeraba mediante una cuadrícula y colocaba los colores en los espacios que determinaba la permutación'. El color continúa teniendo presencia en obras como Doble transparencia y Armonía transformable (ambas de 1956), pero hacia finales de estos años, momento de entusiasta desarrollo de las estructuras cinéticas, lo deja de lado para enfocarse más directamente en el blanco y el negro. El rompimiento con la academia y la geometría es total. Continúa con otros intereses y más tarde plantea: "(...) después de haber trabajado durante los años sesenta y setenta dentro de una relativa sobriedad en el uso del color, me intereso nuevamente por este elemento pero desde una perspectiva diferente a la que tuve con mis obras de 1956-1957. Durante esos años me atrajeron más las posibilidades combinatorias y vibratorias del color, independiente o contra los conceptos tradicionales de armonía cromática' (Jiménez, p. 72).
En la exposición que nos ocupa se exhiben Escritura azul, de fondo azul, vista con anterioridad en la Galería Dimaca, y Escritura roja, de fondo rojo (ambas de 2004).
Galeria de Arte Ascaso,avenida Orinoco entre calles Mucuchíes y Monterrey, Las Mercedes, Caracas. 8 a.m a 1 p.m,2 a 6 pm. Sábados y domingos: 11 am a 3 pm.
AtmÓsferas en movimiento
Las exploraciones nada ortodoxas en el comportamiento óptico del color para Jesús Soto fueron maneras de intensificar lo virtual de acuerdo a un sistema sustentado por varios componentes y valores plásticos. Ordenadas de manera aleatoria, pero siguiendo ritmos definidos por él, las diferentes placas coloreadas bidimensionales, apoyadas sobre tramas de finísimas líneas (ambivalencias), o los hilos de alambre en alfabetos retorcidos colgando delante de la trama (escrituras), o de nylon en la serie virtuales (cubos y penetrables), generan atmósferas en movimiento, no visibles pero perceptibles, que flotan frente al espectador o alrededor de él, ejercicio liberador de emociones en perfecta relación armónica para crear tridimensionalidades fluctuantes. De las matemáticas toma prestado el concepto de la cuarta dimensión, implicando con ello variaciones en tiempo y velocidades orientadas hacia múltiples direcciones: moverse hacia delante o atrás, alrededor, arriba-abajo, unido todo esto a la revolución cubista referente a la de-construcción de la forma, en su caso para convertirla en un vacío lleno de color óptico, en una 'nada', en transparencias, perfectas 'traducciones' de lo real a lo visualmente imaginado.
Para Soto el arte no fue un medio para conocer la vida, pero sí una vía para explicar lo que el hombre creador ofrece al Ser espiritual. La obra de Soto no concierne a descripciones ni a abstracciones, pero sí a una realidad plástica creada que nada tiene que ver con el mundo visible, solo con el arte. Es evidente que buscó en el color una energía diferente al fluido artístico, incluso el más convencional, en su obra cinética blanco y negro. Pero también ofreció una estructura óptica en las relaciones de color y movimiento. Podría decirse que, como Mondrian, alcanzó el 'absoluto'. En su estética plástica refleja la turbulencia del mundo contemporáneo y sus motivaciones de conflictos, al asumir de nuevas maneras el significado de la creación como parte de la sensibilidad inherente al hombre ante un entorno siempre en movimiento. Sin ser dogmático en sus principios y conceptos, pero sin desviarse de su credo artístico, fue capaz de entretejer un lenguaje-color que coadyuvó al logro cinético y vibracional del universo del arte.
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