Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 17 de marzo de 2013

Acorde con los tiempos franciscanos y de las clarisas rescatado por el Papa Francisco I, Arnaldo Rojas se pone al día con este artículo


El carabobeño 17 marzo 2013

Emancipación de la literatura femenina en Valencia

 Arnaldo Rojas
Valencia tiene el  honor de ser ciudad pionera de la emancipación literaria femenina en el siglo XIX ya que, el 25 de mayo de 1855, la publicación El Figurín, en su entrega inaugural, informa que un grupo de damas de la ciudad apoyaron la aparición de un periódico llamado El Bouquet de las Damas. Esta es una de las revelaciones que aporta Mirla Alcibíades, investigadora del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), quien aclara que pudo consultar la nota informativa pero, hasta ahora, no ha podido localizar un ejemplar de la publicación a la que hace referencia. La búsqueda continúa, pero bien vale la mención como registro de un hecho olvidado por la historiografía literaria venezolana. 
Mirla Alcibíades aporta tan importante hallazgo en su ensayo “Escritoras, editoras y directoras de revistas en el siglo XIX,” incluido en el libro Nación y Literatura, Itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana, Caracas, Ediciones Fundación Bigott, 2006. De esta manera encontramos que las mujeres valencianas cumplieron papel destacado en el proceso de formación cultural durante los primeros tiempos de nuestra república. Lo más importante es que las damas protagonizaron una “emancipación sin estruendos” que vale la pena recordar para conocer y reconocer su importancia. 
Itinerario de una emancipación
La presencia de la mujer en nuestras letras tiene su más remoto antecedente en Sor María de los Angeles (1770-1818), reconocida no sólo como la primera voz femenina de la Colonia sino también como una de las primeras mujeres escritoras de Venezuela. Se le atribuye la composición de un poema escrito en 1812, a raíz del terremoto de Caracas, entre otras obras. “Es, sin embargo, el botón de una prenda desconocida”, puntualiza el escritor Antonio López Ortega. Posteriormente, sigue un largo silencio que trató de romper  Andrés Bello, cuando las invitaba, encarecidamente, a colaborar tanto en la Gaceta de Caracas, en 1808, como en El Lucero, en 1810. 
Sin embargo, la exhortación bellista fue atendida tímida y muy ocasionalmente. Lo que sí se encuentra suficientemente documentada es la pasión lectora de las féminas venezolanas entre 1810 y 1870, quizás como una manera de romper con el confinamiento doméstico. Mucha demanda tenían los manuales de educación y buenas maneras para señoritas, devocionarios religiosos y, especialmente, las novelas románticas en formato de folletín por entregas sucesivas, modalidad muy en boga en Europa y exportada a nuestras tierras. Toda esta experiencia de devoradoras de impresos, sobre todo de novelas, las fue formando para la escritura. Igualmente surgían agrupaciones de mujeres reunidas alrededor de su interés por la literatura y el arte. 
La respuesta no se hizo esperar, ellas tomaron valor y se decidieron a publicar sistemáticamente. Lo interesante es que no optaron por la vía subalterna. Tal como señala Mirla Alcibíades en su pesquisa sobre escritoras y directoras de revistas en el siglo XIX: “Su decisión fue más determinante, enfrentaron el reto con todas sus implicaciones e hicieron lo que muchos letrados no imaginaron: se convirtieron en editoras. De tal manera que, en la década del setenta, se produjo un suceso novísimo: las mujeres ya no se contentaron sólo con leer y producir textos esporádicos para la publicación sino que decidieron asumir tareas protagónicas al lanzarse como directoras y/o redactoras de materiales hemerográficos. Esta decisión nos  permite señalar que, antes que el libro, fueron las revistas. 
Al, contrario de lo que se suele imaginar o, muchas veces, asegurar, el libro venezolano salido de pluma femenina fue más tardío que el título hemerográfico”. De manera que, como señaló Irma De Sola, fue “una forma de emancipación sin estruendos”. 
La investigadora también destaca que fueron adelantadas si las ponemos en relación con otras experiencias latinoamericanas. La primera publicación venezolana que contó con un nombre femenino en la dirección apareció en Caracas en 1872. Se llamó Ensayo Literario, dirigida por Elizabeth Anderson, mientras que la primera revista dirigida por una mujer en nuestro continente apareció en Chile, en Valparaíso, en 1873. 
La iniciativa no quedó allí, a Ensayo Literario siguieron otras 15 revistas: La Alborada (Caracas, 1881), redactoras: Consuelo, Pepita, Amira, Corina, Alida, Eda, Josefina, Reneta y Malvina; Revista Escolar (Mérida, 1882), redactoras: Aziloé Aruca Halck y Carolina Aruca;  La Alondra (Coro, 1885) redactora: Zoraida; Brisas del Orinoco (Ciudad Bolívar, 1888), redactora: Rebeca (Concepción Acevedo de Taylhardat); La Azucena (La Grita, Táchira, 1888), redactoras: Sara Guerrero y Beatriz Camargo; El Avila (Caracas, 1891), redactora: Rebeca (Concepción Acevedo de Taylhardat); El Problema (Caracas, 1891), redactora y directora: M. Rosalinda González (“La Ondina del Lago”); Flores y Letras (Coro, 1891), vocero de la Sociedad Alegría; Armonía Literaria (Coro, 1891), órgano de la Sociedad Armonía; La Lira (Caracas, 1895), directora-redactora: Concepción Acevedo de Taylhardat; La Azucena (La Grita, Táchira, 1896), redactoras: Beatriz Camargo y Sara M. Guerrero; El Recreo de las Damas (Caracas, 1897), directora-redactora: Concepción Godoy de Martínez; sub-directora: María Martínez de Arredondo; Alondras (Maracaibo, 1897), directora: Ana Yépes; Violetas (San Cristóbal, Táchira, 1897); administradora: Amalia Vargas Serrano y El Estímulo (Duaca, 1898), directora: Lucinda de Colmenárez, redactoras: Micaela Giménez y Victoria Peralta, cronista: Eduarda Peralta. 
Entre las principales características de estas publicaciones salta a la vista, su diversa procedencia geográfica, donde Caracas no tiene la preeminencia. “También es digna de señalarse la determinación socioeconómica de estas mujeres, ya que pertenecían a sectores medios y populares. Además, estas editoras, redactoras y directoras tenían conocimiento de la producción que sus congéneres realizaban en otras zonas del continente. En ese sentido se tejió una red de comunicación entre ellas lo que permitió mayor conocimiento del trabajo mutuo. De hecho, hay correspondencia entre varias de ellas y sus colegas del exterior”, acota Alcibíades. 
No es de extrañar el hecho de que también eran buenas administradoras. La mayoría de estas publicaciones permanecieron en el tiempo durante un período mayor que las ofertas masculinas centradas en materia similar (educación y cultura). La mejor demostración es el periódico La Lira, de Concepción Acevedo de Taylhardat, el cual se mantuvo durante veintiocho años. Adicionalmente se debe tomar en cuenta que no renunciaron a la participación masculina, por el contrario, todas optaron por incluir textos de los escritores más connotados del momento. De hecho, se mostraron complacidos en colaborar con ellas y hasta les proporcionaron textos inéditos que se divulgaron a través de las revistas con sello femenino.
Mirla Alcibíades resalta el carácter emancipador que se pone de manifiesto en algunas de estas publicaciones. En Brisas del Orinoco (1888) comienza a tomar forma la tendencia a superar el campo de acción femenina más allá de lo doméstico, con una marcada inclinación a participar en el espacio público. El Problema (1891): “fue la primera voz femenina venezolana dispuesta a rechazar las características puramente sensible y emotivas que el patriciado le había diseñado a las mujeres”. Haciendo honor a su nombre, se trata de la primera publicación donde se problematiza, bajo la modalidad del ensayo, la función social de la mujer. Mientras que en Flores y Letras (Coro, 1894), Virginia Gil de Hermoso se planteó demostrar “la influencia de la mujer en los actos sociales”, es decir, públicos. 
En definitiva, con estas revistas no sólo se produce una novedosa forma de participación de la mujer en la producción literaria, al convertirse en editoras y/o directoras, aparte de escritoras, sino que, además, se abre un proceso de cuestionamiento al discurso patriarcal que pretendía asignarle a la mujer funciones que limitaban su desarrollo intelectual y destinarlas sólo a ser centro del hogar doméstico. De esta manera, ellas protagonizaron un capítulo fundamental en la historia socio-cultural de nuestro país. 
Bibliografía
* Alcibíades, Mirla, 2006, Escritoras, editoras y directoras de revistas en el siglo XIX, en Nación y Literatura, Itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana, Caracas, Ediciones Fundación Bigott. 
* López Ortega, Antonio, 2003, La Mujer en la Literatura, en Las Mujeres de Venezuela, Historia mínima, Caracas, Ediciones Funtrapet.

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