Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

martes, 19 de marzo de 2013

En este primer domingo de su pontificado, el papa Francisco rezó el Ángelus con los cerca de 150.000 fieles venidos hasta la plaza de San Pedro para escucharlo y verlo. Ofrecemos a los lectores el texto íntegro del santo padre durante la oración mariana.


"Como Dios, aprendamos a ser misericordiosos con todos"
Palabras del santo padre durante su primer Ángelus
Por Francisco papa
CIUDAD DEL VATICANO, 17 de marzo de 2013 (Zenit.org) - En este primer domingo de su pontificado, el papa Francisco rezó el Ángelus con los cerca de 150.000 fieles venidos hasta la plaza de San Pedro para escucharlo y verlo.
Ofrecemos a los lectores el texto íntegro del santo padre durante la oración mariana.
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Hermanos y hermanas, ¡Buenos días! Después del primer encuentro del miércoles pasado, ¡hoy puedo dirigirles de nuevo mi saludo a todos!
Y estoy feliz de que sea en domingo, ¡en el día del Señor! Esto es bello e importante para nosotros los cristianos: encontrarnos en el domingo, saludarnos, hablarnos como ahora aquí, en la plaza. Una plaza que, gracias a los medios de comunicación, tiene el tamaño del mundo.
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelio nos presenta el episodio de la mujer adúltera (cf. Jn. 8,1-11), que Jesús salva de la condena a muerte. Conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión. "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (v. 11).
¡Eh!, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es la de un padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Han pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que Él tiene con cada uno de nosotros? Esa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a él con el corazón contrito. "Grande es la misericordia del Señor", dice el salmo.
En estos días, he podido leer un libro del cardenal Kasper, un gran teólogo, sobre la misericordia. Y me ha hecho tanto bien ese libro, ¡pero no crean que le hago publicidad a los libros de mis cardenales! ¡No es así! Pero me ha hecho tanto bien, tanto bien…
El cardenal Kasper dice que al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia vuelve al mundo menos frío y más justo. Tenemos necesidad de entender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia...
Recordemos al profeta Isaías, quien dice que así nuestros pecados fueran como rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve. ¡Es hermoso, esto de la misericordia!
Recuerdo que apenas era obispo, en 1992, llegó (la imagen) de Nuestra Señora de Fátima a Buenos Aires y se celebró una gran misa para los enfermos. Fui a confesar a aquella misa. Y casi al final, me levanté, porque debía administrar una confirmación. Pero vino una anciana, humilde, muy humilde, octogenaria. La ví y le dije: "Abuela --porque así le decimos a las personas ancianas: abuela--, ¿quiere confesarse?". "Sí", me dijo. "Pero si usted no ha pecado ...". Y ella dijo: "Todos tenemos pecados ...".
"Pero tal vez el Señor no la perdona...". "El Señor perdona todo", me dijo. "¿Segura? ¿Pero cómo lo sabe usted, señora?". "Si el Señor no perdona todo, el mundo no existiría." Sentí ganas de preguntarle: "Dígame, señora, ¿usted estudió en la Gregoriana?", Porque esa es la sabiduría que da el Espíritu Santo: la sabiduría interior ante la misericordia de Dios.
No nos olvidemos de esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar, ¡nunca! "Y, padre, ¿cuál es el problema?". Bueno, el problema es que nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él nunca se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. ¡No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca! Él es un Padre amoroso que siempre perdona, que tiene un corazón de misericordia para todos nosotros.
Y aprendamos a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen que tuvo entre los brazos la Misericordia de Dios hecha hombre.
Ahora rezamos todos el Ángelus: [se reza  el Ángelus]
Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos. Gracias por su acogida y por sus oraciones. Recen por mí, se los pido.
Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma y lo extiendo a todos ustedes, y les extiendo a todos ustedes que han venido de varias partes de Italia y del mundo, así como a aquellos que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación. Elegí el nombre del santo patrono de Italia, san Francisco de Asís, y esto refuerza mi conexión espiritual con esta tierra, de donde --como ustedes saben--, es el origen de mi familia.
Pero Jesús nos ha llamado a ser parte de una nueva familia: su Iglesia, en esta familia de Dios, caminando juntos por el camino del evangelio. Que el Señor los bendiga, que la Virgen los proteja. No se olviden de esto: ¡el Señor no se cansa de perdonar! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.
Traducción de original italiano por José Antonio Varela V.

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