Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

martes, 7 de julio de 2015

El Papa tiene conciencia del momento histórico que viven estos países y de la importancia de ayudarlos a orientarse bien por un camino de verdadero desarrollo – en la dignidad humana, en el bien común – un desarrollo que se inspire en la fe cristiana

El Papa: '¡Dejen dormir al vecindario!'
En la nunciatura de Quito, Francisco bromeó con los fieles que acudieron a saludarlo. Antes de retirarse, rezó un Ave María con los presentes
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco saludó este domingo a los fieles que acudieron a la nunciatura apostólica en Quito, para poder saludarle con motivo de su primera noche en Ecuador. El Papa agradeció su presencia y les pidió que dejaran “dormir al vecindario”. Tal y como informa Radio Vaticano, el Pontífice además rezó junto a los presentes un Ave María antes de retirarse a descansar.
Así concluyó el primer día del viaje papal a América Latina que tendrá tres paradas: Ecuador, Bolivia y Paraguay. El padre Federico Lombardi, director de la sala de prensa del Vaticano, comentó en una entrevista a Radio Vaticano algunos detalles de la primera jornada del viaje, el domingo 5 de julio.
Así contó que el vuelo desde Roma hasta Quito fue "muy sereno", pudo saludar personalmente a cada uno de los periodistas que le acompañan en el avión. “Creo que es un momento muy bello e importante porque crea comunidad, crea comunión entre el Papa y los comunicadores que, de alguna manera, están llamados a la ‘misión’ de ayudar al Papa en su misión, multiplicando las voces y los mensajes”, aseguró el padre Lombardi. Durante el viaje, el Santo Padre pudo también descansar, preparar sus discursos y rezar, como hace en estos casos, añadió.
A propósito del primer discurso del Pontífice en Ecuador, el que pronunció en el aeropuerto de Quito tras el saludo del presidente Rafael Correa, el portavoz vaticano indicó que “el Papa tiene conciencia del momento histórico que viven estos países y de la importancia de ayudarlos a orientarse bien por un camino de verdadero desarrollo – en la dignidad humana, en el bien común –  un desarrollo que se inspire en la fe cristiana”.
Además, afirmó que “el Papa da un mensaje y un impulso muy fuerte, que puede ayudar a encontrar la dirección justa, a poner a punto las direcciones que tal vez sean justas pero tienen necesidad de ser corregidas en diversos aspectos”.
Finalmente, el padre Lombardi indicó que le llamó la atención positivamente lo que de alguna manera ya esperaban “este calor, esta alegría del pueblo al recibir al Papa, a quien se lo siente como un Papa de familia, un Papa cercano, un Papa que habla a este pueblo de modo espontáneo, de modo simple, de modo concreto”. Asimismo aseguró que la acogida fue “maravillosa ya a lo largo de las calles de Quito”.  

Texto completo de la homilía del Santo Padre en el Parque Los Samanes
En la celebración eucarística en Guayaquil, Francisco recuerda el papel fundamental de María en las bodas de Caná e indica que la familia constituye la gran riqueza social
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» y la referencia a «la hora» se comprenderá, en los relatos de la Pasión.
Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No tienen vino».
Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, fecundos y alegres. Demos un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista. Hagamos con ella ahora el itinerario de Caná.
María está atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios.
No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser hacia» los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala preparación de la boda. Y como está atenta con su discreción se da cuenta de la falta de vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no lo hay. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, enfermedades, situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita. Es lindo escuchar esto, María es madre. ¿Se animan a decirlo todos juntos conmigo? María es madre. Otra vez. María es madre. Otra vez. María es madre.
Pero María en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús, esto significa que María reza, va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su premura por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz. Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón, nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones son también preocupaciones de Dios.
Rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, nos agita o nos falta a nosotros mismos y ponernos en la piel de los otros, en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado.           
Y finalmente María actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor los unos de los otros. En el seno de la familia, nadie es descartado; todos valen lo mismo. Me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron a cuál de sus cinco hijos, nosotros somos cinco hermanos, a cual de sus cinco hijos quería más. Ella dijo, como los dedos, si me pinchan este me duele lo mismo que si me pinchan este. Una madre quiere a sus hijos como son. Y en una familia los hermanos se quieren como son. Nadie es descartado. Allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos, porque en todas las familias hay peleas. El problema es después pedir perdón. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213). La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí para que se cure. La primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos. En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y que tanto aporta al bien común de todos.
La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios.
Y en la familia, de esto somos todos testigos, los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano... muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar, el vino nuevo, ese vino tan bueno que dice el mayordomo en las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nace de los peorcito, «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). En la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, como el agua de las tinajas, nos escandalice o espante, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro. La familia hoy necesita de este milagro.
Y toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir. Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en esperanza, por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir, murmúrenselo cada uno en su corazón. Y susúrrenselo a los desesperados o desamorados. Tened paciencia, tened esperanza. Haced como María, rezar, actuar, abrir el corazón porque el mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.
Como María nos invita, hagamos «lo que él nos diga» y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser familia., el gozo de vivir en familia.
              
          
      

 Una niña paraguaya le pide a Francisco que sea su papá
En una carta, Kiara explica al Santo Padre que sus padres se encuentran en la cárcel por causa de la droga. La pequeña de 9 años podrá saludar al Pontífice durante su visita al Bañado Norte, una zona deprimida de Asunción
Por Redacción
Madrid, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org)
“Me gustaría que seas mi papá por siempre, porque mi papá y mi mamá están en la cárcel, te quiero mucho...”. Esta es la petición al papa Francisco de Kiara, una niña de 9 años que vive en el Bañado Sur, una zona situada en la orilla del río Paraguay, y que están muy cerca del vertedero de basura Cateura de Asunción.
En un conmovedor escrito que hizo de puño y letra, la pequeña reconoce que le gustaría sentirse querida, tener una madre, un padre, un hogar. La iniciativa de escribir al Santo Padre surgió del coordinador logístico de la visita papal en el Bañado Norte, Luis Fretes, quien ideó que todos los niños del Bañado Sur hicieran sus respectivas cartas, que él se encargaría de hacer llegar al Pontífice, ya que Francisco no visitará esta zona de la ribera.
En total fueron 2.300 niños los que redactaron sus misivas, y entre todas destacó la de Kiara. “Solo escribí lo que me decía el corazón, ya que no tengo padre ni madre, vivo con mis abuelos y si le llego a ver y a hablar, con el Papa, le pediré también que le saque a mi mamá de la cárcel”, explicó la niña que está en el tercer grado de la escuela San Blas de Fe y Alegría.
Su madre está hace dos años en prisión por microtráfico, al igual que su padrastro, quien la crió desde los tres años. De su padre biológico poco sabe, ya que emigró hace mucho tiempo, señaló a los medios de comunicación locales la familia de la pequeña.
Cientos de niños de los Bañados viven no solo en medio de la miseria y las inundaciones, sino también víctimas de la venta y consumo de droga, especialmente el crack.
La gente vive en chozas de madera terciada y láminas de cinc, y cada vez que las lluvias torrenciales provocan el desbordamiento del río Paraguay, las calles de tierra se transforman en lodazales intransitables.
El Bañado Norte es una de las zonas de pobreza extrema que el Papa visitará durante su gira por Paraguay. Ese día Kiara será presentada ante Francisco acompañada por su director de escuela, Germán Acevedo.
Por su parte, Magdalena Ramos espera llamar la atención del Pontífice cuando visite la pequeña capilla de paredes desnudas en el Bañado Norte, para que ayude a su hijo, cuyos problemas neurológicos congénitos lo tienen en cama. “Quisiera que el Papa lo vea y pida una donación de silla de ruedas y tratamiento médico”, dijo la mujer de 51 años, quien se encuentra desocupada.
"Las bodas de Caná se repiten con cada familia, con cada uno de nosotros"
12,15. Guayaquil. El Santo Padre en el Parque Los Samanes pide oraciones por el Sínodo de la familia, para que aun aquello que nos parezca impuro, o espante, Dios lo pueda transformar en milagro

Por Rocío Lancho García
Ciudad del Vaticano, 06 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha viajado este lunes por la mañana a Guayaquil, en el segundo día de su visita pastoral a Ecuador. Tras apenas una hora de vuelo desde Quito, el Papa ha llegado a las 9 de la mañana a la ciudad más poblada del país, donde ha sido acogido por el arzobispo, monseñor Antonio Arregui Yarza y las autoridades locales.
Su primera parada en Guayaquil ha sido el Santuario Nacional de la Divina Misericordia, donde el Papa ha sido recibido con entusiasmo por los fieles allí reunidos, enfermos y ancianos en su mayoría. Dentro del Santuario, el Pontífice ha depositado unas flores a la Virgen y ha rezado unos instantes. El Papa ha dado los buenos días y ha invitado a “todos juntos a rezar a la Virgen”. A continuación, improvisando unas palabras, el Pontífice les ha asegurado a que les llevaría en el corazón en la misa que iba a celebrar a continuación. “Le voy a pedir a Jesús, para cada uno de ustedes mucha misericordia, que los cubra con su misericordia, que los cuide. Y a la Virgen que esté siempre al lado vuestro”, ha indicado.   
Y desde allí se ha trasladado en coche hasta el Parque de Los Samanes para la celebración eucarística. Según fuentes oficiales, un millón de personas ha participado, con entusiasmo y devoción, en la misa presidida por el Santo Padre. Además, la música tradicional ha acompañado la liturgia. Durante la homilía, el Pontífice, haciendo referencia a la lectura del Evangelio, ha señalado que “las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, fecundos y alegres”. Así, el Papa ha invitado a hacer con María el itinerario de Caná. María, “no se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace ser hacia los otros”.  
Francisco ha recordado que el vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Por eso se ha preguntado “cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no lo hay”, “cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, se escurrió de su vida”, “cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano”.
Por otro lado, ha advertido que la carencia de vino puede ser “el efecto de la falta de trabajo, enfermedades, situaciones problemáticas que nuestras familias atraviesan”. María, ha advertido, no es una madre reclamadora, no es una suegra que vigila para divertirse de nuestras impericias, errores o desatenciones.    
Y María acude con confianza a Jesús, María reza, le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. “Su premura por las necesidades de los demás apresura la ‘hora’ de Jesús. María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz”, ha explicado.
Asimismo ha subrayado que “rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, nos agita o nos falta a nosotros mismos y ponernos en la piel de los otros, en sus zapatos”. A propósito, ha indicado que “la familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado”.
Y finalmente María actúa. De este modo, el Papa ha afirmado que las palabras de María ‘Hagan lo que Él les diga’ son “una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús”. El servicio es el criterio del verdadero amor y esto, ha asegurado el Papa, se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor los unos de los otros. La familia es “el hospital más cercano”, “la primera escuela de los niños”, “el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes”, “el mejor asilo para los ancianos”. Y a propósito ha recordado que la familia constituye la gran riqueza social que “otras instituciones no pueden sustituir” y que “debe ser ayudada y potenciada”.
En la familia de cada uno de nosotros --ha añadido-- y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil.  En este momento, el Papa ha recordado que el próximo mes de octubre se celebra en Roma el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, “para madurar un verdadero discernimiento espiritual” y “encontrar soluciones concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia debe afrontar en nuestros días”. Por eso el Santo Padre ha invitado a intensificar su oración por esta intención, “para que aun aquello que nos parezca impuro, nos escandalice o espanta, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro”.
Para finalizar, el Obispo de Roma ha precisado que la buena noticia es que “el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir”. Está por venir --ha asegurado-- el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. “El mejor de los vinos está por venir para cada persona que se arriesga al amor”, ha asegurado. Y en la familia "hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar".  Y el mejor de los vinos está por venir “aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario”.
El mejor vino --ha afirmado-- está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Por eso ha invitado a murmurarlo hasta creerlo y contarlo “a los desesperados o desamorados”. Dios siempre se acerca a las periferias de “los que se han quedado sin vino”, “los que sólo tienen para beber desalientos”. Jesús siente debilidad --ha concluido-- por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.
Al finalizar la misa, el arzobispo ha dado las gracias porque “nuestro amadísimo Papa, nos ha mirado con misericordia y nos ha elegido”.El corazón nos dice --ha asegurado-- que se trata de un verdadero cariño, que mira nuestros muchos vacíos y necesidades con un derroche de comprensión, amable cercanía y ánimo de ayudar. Asimismo ha pedido que este día “se convierta en una caudalosa fuente de renovada vitalidad eclesial y social”.
Tras despedirse de los presentes, el Santo Padre se ha dirigido al Colegio Javier de la Compañía de Jesús donde comerá con los jesuitas de la comunidad y el séquito papal.
        

 
 El pontífice saluda al padre Paquito, de 91 años, a quien no veía desde hace 30 años.
Guayaquil-Quito. Francisco almorzó con los jesuitas en el Colegio Javier y se reunió con el presidente Correa en el palacio de Carondelet
Por Iván de Vargas
Madrid, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El papa Francisco voló este lunes por la mañana a Guayaquil, la ciudad más poblada de Ecuador, situada en la costa del Pacífico. Tras celebrar la misa en el Parque Los Samanes, el Santo Padre comió en el Colegio Javier con la comunidad de los jesuitas, donde fue recibido por un amigo, el padre 'Paquito', un sacerdote español de 91 años que el actual Pontífice conoció en la década de los ochenta en ese país andino.
El Pontífice llegó hasta la puerta del centro educativo pasadas las 14:27 horas locales y fue recibido en la puerta por un grupo de jóvenes vestidos con el uniforme del colegio, unos cinco de ellos se le acercaron y le ofrecieron diversos obsequios. Después se dirigió a una residencia aledaña donde lo esperaba el padre Francisco Cortés, más conocido como el padre 'Paquito', el jesuita nacido en Málaga el 10 de julio de 1924 y que llegó a Ecuador en 1963 para trabajar en esa institución.
Cuando se encontraron ambos se abrazaron y se entretuvieron un momento, luego entraron a un comedor donde estaba preparado el almuerzo. Quien tuvo la responsabilidad de cocinar fue Ángela Guamán, de 47 años, que trabaja en la cocina del colegio desde hace 13 años. Según los medios de comunicación locales, durante la comida se sirvió “cebiche de camarón, seco de pollo y asado de bife”. La comunidad del Colegio Javier la forman seis religiosos de la Compañía de Jesús, pero en el almuerzo participaron al menos una veintena de personas.
Al finalizar ese encuentro, el Papa realizó con cierta rapidez un recorrido de 13 kilómetros para llegar a la Base Aérea Simón Bolívar. Desde un papamóvil blanco, Francisco sonreía feliz y saludaba sin descanso, agradeciendo las muestras de cariño que incluían a cada paso por las calles de Guayaquil el lanzamiento de pétalos, ramos de flores y globos de colores.
Una vez llegado al aeropuerto, el Santo Padre descendió a las 16:38 horas del vehículo panorámico y se despidió de inmediato para encaminarse al Airbus A330 de Alitalia. Los guardias que acompañaban al Pontífice se encargaron de recoger los ramos de flores y otros presentes que le lanzaron en su trayecto de despedida de esa ciudad.
Una vez regresado a Quito, Francisco realizó sobre las 19:00 horas una visita de cortesía al presidente Rafael Correa en el palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo, situado en el centro histórico de la ciudad, catalogado en 1978 como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. La reunión con el mandatario ecuatoriano se celebró en el Salón de Protocolo.
Al finalizar el encuentro privado, tuvo lugar el tradicional intercambio de regalos y la presentación de la familia del presidente y de otras autoridades, pero sin discursos ya que se pronunciaron ayer a la llegada del Papa. Rafael Correa se despidió del Santo Padre en el patio del Palacio Presidencial y el Pontífice recorrió a pie los 50 metros que le separaban de la Catedral de Quito.
Francisco bendice al noble pueblo ecuatoriano en la Catedral de Quito
20.30. Quito. El Santo Padre concluye su segunda jornada en Ecuador
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco ha concluido su segundo día en su viaje apostólicor a América Latina, cuya primera parada es Ecuador. Tras un intenso programa que le ha llevado hasta la ciudad de Guayaquil, de regreso a Quito



ha visitado al presidente Rafael Correa en el Palacio Presidencia y ha dado por finalizado el día en la Catedral.
Allí se habían congregado cientos de personas, que cantando animados mientras esperaban la bendición y unas palabras del Pontífice. A su llegada, el Papa ha sido recibido por el rector. Una vez dentro del templo se ha detenido a orar, ha dejado flores a una imagen de la Virgen y finalmente ha hablado a los fieles que le esperaban.
Aunque estaba prevista la lectura de un discurso, el Papa ha preferido improvisar un breve saludo. Así, Francisco ha dado su bendición a los presentes, “para sus familias, para todos los seres queridos y para este gran pueblo y noble pueblo ecuatoriano. Para que no haya diferencias, que no haya exclusión, que no haya gente que se descarte. Que todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación ecuatoriana”.
A continuación, han rezado el Ave María. Para finalizar, como ya es habitual, el Pontífice ha pedido “por favor” que “recen por mí". 

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