Último domingo sin esquizofrenia futbolista
Hay muchas razones para darse cuenta que este deporte está sobrevalorado
JORGE SAYEGH | EL UNIVERSAL
domingo 8 de junio de 2014 12:00 AM
"El fútbol es popular porque la estupidez es popular"
Jorge Luis Borges
Dedicado al Padre Beda Hornung osb en vísperas de su próximo cumpleaños el 12 de junio
Nuevamente aquí estamos, entrando inexorablemente al enajenamiento colectivo más universal del planeta. Se trata de una fuerza irresistible, como la etapa de celo del salmón, que nos hace luchar -principalmente a los machos de la especie- contra la corriente de toda lógica y razón, para sortear cualquier obstáculo y responsabilidad de la vida cotidiana, con tal de ver un espectáculo simplón que ni escenas de sexo tiene. No saldrá desnuda Emily Ratajkowski, pero inevitablemente, ahí nos verán a todos, cuales monos aulladores ebrios frente a una pantalla.
Pero qué tiene el "Deporte Rey" que cautiva a las masas. Incluso las mujeres, tan renuentes a las competiciones deportivas, suelen caer seducidas ante la hipnosis que produce 90 minutos de machos con las piernas al aire, dándole patadas a una pelota. Básicamente por dos razones. Primero, es un juego sumamente fácil de entender hasta para el más tapado (los allegados a Ricardo Arjona aseguran que incluso el "poeta" guatemalteco es capaz de comprender cuándo ocurre un gol y hasta festejarlo). Y segundo, porque el fútbol es, en realidad, una sublimación simbólica de la violencia humana. Es lo peor de nuestra esencia convertida en gesta heroica.
Por amor a la camiseta
Como cualquier equipo de cualquier deporte, la clave de la emoción radica en cuántos aficionados tienes y con cuánta devoción te apoyan. Ocurre con Miami Heat o el Magallanes, pero con el fútbol se crean lazos de amor irracionales, incluso mortales. En 1950, cuando el Maracanazo, a un montón de brasileños les dio complejo de japoneses y se suicidaron por (des)honor. Y hace apenas un mes, en la civilizada Suecia, un partido entre el Helsingborg y el Djurgarden se suspendió cuando los locales mataron a un visitante de un botellazo.
Algunos fanáticos alegan que se trata de la "cultura" de este deporte. Y no se equivocan. Los predecesores del fútbol eran eventos populares y violentos. Los ingleses crearon las reglas esenciales del fútbol en 1863 para estandarizarlo y prohibir una parte de la diversión que incluía zancadillas, derribos y peleas. "El fútbol de Carnaval" estaba prohibido por Eduardo III desde 1330 por su brutalidad, pero se siguió practicando de manera clandestina por 500 años más. Lo que demuestra que los ingleses no son tan cumplidores de la ley como dicen. Los orígenes del Deporte Rey, como los de cualquier casa noble, son muy plebeyos y delincuenciales.
Hoy, el fútbol es un espectáculo elegante y aspiracional que medios de comunicación e industria deportiva explotan con ganancias millonarias. Los jugadores parecen personalidades de Hollywood y los camerinos huelen más a fragancia Armani que a sudor. Pero por más sueños de grandeza que inspire, el éxito del negocio depende de la fidelidad y adhesión de las masas. Un equipo tiene que ser popular y eso se logra aludiendo a instintos primarios y atávicos: eres hincha de un equipo porque perteneces a él, es el equipo de tu padre, de tu barrio... el que representa a tu ciudad, a tus mayores... a tu patria.
Así, el 12 de junio próximo comenzará el sustituto inocuo de una guerra mundial. Pretenderemos que un equipo de 23 tarajallos mimados es un país entero y la vergüenza deportiva se confundirá con el orgullo patrio. Ese es el truquito: es como ir a la guerra sin tener que morir. Si no, pregúntele a la selección argentina del 86 frente a Inglaterra.
Fuera de juego
Hay muchas razones para darse cuenta de que este deporte está sobrevalorado y muchas más para entender porqué este campeonato está equivocado. Por ejemplo, porque estimula, como una inyección de metadona, el nacionalismo frívolo, algo que le hace un daño enorme a la humanidad. Para que quede claro, lo que hace daño es el nacionalismo, no la frivolidad.
Porque Italia puede ser campeón mundial. Si hay algún motivo que debería llamarnos a boicotear el Mundial es que participa Italia. Siempre participa y siempre puede llegar a la final y hasta incluso ganarla aunque durante todo el torneo no haya demostrado ninguna intención de ataque de sus jugadores. Esos adonis esculpidos por Miguel Ángel que hasta el más feo parece bajado de una pasarela de Hugo Boss. En las preparatorias para escoger la selección de Italia, no entrenan, hacen casting.
Porque los comentaristas de televisión dicen estupideces. Durante 90 minutos y hasta 120 si hay tiempo suplementario. Y media hora antes en cada "antesala" y horas después en el resumen de cada noche. ¿Qué tanto se puede analizar? El fútbol no es una ecuación físico-cuántica sobre el Bosson de Higgs. Hay dos porterías y una pelota, quien la meta más en el arco contrario, gana. ¡Ya! No es tan difícil y no se necesitan especialistas en la materia para explicar algo tan sencillo. Repito: quien la meta más veces, gana. Hasta Diosa Canales hace tiempo que entendió ese principio.
Porque es mentira que fomenta la hermandad de los pueblos. Lo que estimula es la competitividad malsana; humillación ladina para con el adversario perdedor y rencor infinito contra el rival que gana. Seamos sinceros, lo importante es ganar, no competir. Seamos objetivos, de los 32 países sólo va a ganar uno, así que al final vamos a tener 31 países reconcomiados y uno solo contento. ¿Fraternidad? Lo que se produce es frustración y envidia.
Porque Cristiano Ronaldo podría meter algún gol, quizás varios. Y cada vez que lo haga va a poner cara de sobrado con su sonrisa de endodoncia y su peinado de gel. Se va a quitar la camisa para revelar sus abdominales y que gana millones de euros y que tiene dos Balones de Oro y que está empatado con unatop model que ni Hugh Heffner en sus mejores tiempos. ¡Ay sí, ay sí!
Porque van a fingir faltas inexistentes. Sí, mi querido lector, cada uno de esos hombrones (así de machotes como se ven) cada vez que pierda el control de la pelota se va a lanzar al aire como una bailarina de ballet y va rodar por el césped dando vueltas de tirabuzón como un gurrufío para intentar engañar al árbitro. Simulará que se tapa el rostro para que no veamos los gestos de falso dolor con un lejano chillido, cual soprano de ópera bufa. Y, finalmente, cuando llegue la camilla para llevárselo se levantará como un resorte poniendo cara de "yonofuí" chavista con empresa de maletín.
Porque todavía no eliminan la regla del off side. Esa norma absurda que sólo sirve para impedir que haya más goles. Ni que los goles cayeran como mangos. Hay que ver lo que cuesta meter uno para que a cada rato le estén levantando la banderilla justamente al único jugador que hace lo correcto: adelantarse a la defensa para meter un gol.
¡Play ball!
Pues sí, ya no falta nada para que comience la locura, pronto sólo se hablará de fútbol y todos evadirán sus responsabilidades laborales. Por mi parte trataré de evitar el contagio globalizado de esta demencia y me refugiaré en el beisbol. Ese deporte de hombres de verdad, con panza de verdad, que mascan chicle con la boca abierta, se acomodan los genitales y escupen la pelota, escupen en eldogout, escupen antes de batear, escupen cuando llegan a primera y, ante la duda, escupen.
Y me despido con una frase de Winston Churchill: "Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras"
JorgeSayegh@gmail.com
Jorge Luis Borges
Dedicado al Padre Beda Hornung osb en vísperas de su próximo cumpleaños el 12 de junio
Nuevamente aquí estamos, entrando inexorablemente al enajenamiento colectivo más universal del planeta. Se trata de una fuerza irresistible, como la etapa de celo del salmón, que nos hace luchar -principalmente a los machos de la especie- contra la corriente de toda lógica y razón, para sortear cualquier obstáculo y responsabilidad de la vida cotidiana, con tal de ver un espectáculo simplón que ni escenas de sexo tiene. No saldrá desnuda Emily Ratajkowski, pero inevitablemente, ahí nos verán a todos, cuales monos aulladores ebrios frente a una pantalla.
Pero qué tiene el "Deporte Rey" que cautiva a las masas. Incluso las mujeres, tan renuentes a las competiciones deportivas, suelen caer seducidas ante la hipnosis que produce 90 minutos de machos con las piernas al aire, dándole patadas a una pelota. Básicamente por dos razones. Primero, es un juego sumamente fácil de entender hasta para el más tapado (los allegados a Ricardo Arjona aseguran que incluso el "poeta" guatemalteco es capaz de comprender cuándo ocurre un gol y hasta festejarlo). Y segundo, porque el fútbol es, en realidad, una sublimación simbólica de la violencia humana. Es lo peor de nuestra esencia convertida en gesta heroica.
Por amor a la camiseta
Como cualquier equipo de cualquier deporte, la clave de la emoción radica en cuántos aficionados tienes y con cuánta devoción te apoyan. Ocurre con Miami Heat o el Magallanes, pero con el fútbol se crean lazos de amor irracionales, incluso mortales. En 1950, cuando el Maracanazo, a un montón de brasileños les dio complejo de japoneses y se suicidaron por (des)honor. Y hace apenas un mes, en la civilizada Suecia, un partido entre el Helsingborg y el Djurgarden se suspendió cuando los locales mataron a un visitante de un botellazo.
Algunos fanáticos alegan que se trata de la "cultura" de este deporte. Y no se equivocan. Los predecesores del fútbol eran eventos populares y violentos. Los ingleses crearon las reglas esenciales del fútbol en 1863 para estandarizarlo y prohibir una parte de la diversión que incluía zancadillas, derribos y peleas. "El fútbol de Carnaval" estaba prohibido por Eduardo III desde 1330 por su brutalidad, pero se siguió practicando de manera clandestina por 500 años más. Lo que demuestra que los ingleses no son tan cumplidores de la ley como dicen. Los orígenes del Deporte Rey, como los de cualquier casa noble, son muy plebeyos y delincuenciales.
Hoy, el fútbol es un espectáculo elegante y aspiracional que medios de comunicación e industria deportiva explotan con ganancias millonarias. Los jugadores parecen personalidades de Hollywood y los camerinos huelen más a fragancia Armani que a sudor. Pero por más sueños de grandeza que inspire, el éxito del negocio depende de la fidelidad y adhesión de las masas. Un equipo tiene que ser popular y eso se logra aludiendo a instintos primarios y atávicos: eres hincha de un equipo porque perteneces a él, es el equipo de tu padre, de tu barrio... el que representa a tu ciudad, a tus mayores... a tu patria.
Así, el 12 de junio próximo comenzará el sustituto inocuo de una guerra mundial. Pretenderemos que un equipo de 23 tarajallos mimados es un país entero y la vergüenza deportiva se confundirá con el orgullo patrio. Ese es el truquito: es como ir a la guerra sin tener que morir. Si no, pregúntele a la selección argentina del 86 frente a Inglaterra.
Fuera de juego
Hay muchas razones para darse cuenta de que este deporte está sobrevalorado y muchas más para entender porqué este campeonato está equivocado. Por ejemplo, porque estimula, como una inyección de metadona, el nacionalismo frívolo, algo que le hace un daño enorme a la humanidad. Para que quede claro, lo que hace daño es el nacionalismo, no la frivolidad.
Porque Italia puede ser campeón mundial. Si hay algún motivo que debería llamarnos a boicotear el Mundial es que participa Italia. Siempre participa y siempre puede llegar a la final y hasta incluso ganarla aunque durante todo el torneo no haya demostrado ninguna intención de ataque de sus jugadores. Esos adonis esculpidos por Miguel Ángel que hasta el más feo parece bajado de una pasarela de Hugo Boss. En las preparatorias para escoger la selección de Italia, no entrenan, hacen casting.
Porque los comentaristas de televisión dicen estupideces. Durante 90 minutos y hasta 120 si hay tiempo suplementario. Y media hora antes en cada "antesala" y horas después en el resumen de cada noche. ¿Qué tanto se puede analizar? El fútbol no es una ecuación físico-cuántica sobre el Bosson de Higgs. Hay dos porterías y una pelota, quien la meta más en el arco contrario, gana. ¡Ya! No es tan difícil y no se necesitan especialistas en la materia para explicar algo tan sencillo. Repito: quien la meta más veces, gana. Hasta Diosa Canales hace tiempo que entendió ese principio.
Porque es mentira que fomenta la hermandad de los pueblos. Lo que estimula es la competitividad malsana; humillación ladina para con el adversario perdedor y rencor infinito contra el rival que gana. Seamos sinceros, lo importante es ganar, no competir. Seamos objetivos, de los 32 países sólo va a ganar uno, así que al final vamos a tener 31 países reconcomiados y uno solo contento. ¿Fraternidad? Lo que se produce es frustración y envidia.
Porque Cristiano Ronaldo podría meter algún gol, quizás varios. Y cada vez que lo haga va a poner cara de sobrado con su sonrisa de endodoncia y su peinado de gel. Se va a quitar la camisa para revelar sus abdominales y que gana millones de euros y que tiene dos Balones de Oro y que está empatado con unatop model que ni Hugh Heffner en sus mejores tiempos. ¡Ay sí, ay sí!
Porque van a fingir faltas inexistentes. Sí, mi querido lector, cada uno de esos hombrones (así de machotes como se ven) cada vez que pierda el control de la pelota se va a lanzar al aire como una bailarina de ballet y va rodar por el césped dando vueltas de tirabuzón como un gurrufío para intentar engañar al árbitro. Simulará que se tapa el rostro para que no veamos los gestos de falso dolor con un lejano chillido, cual soprano de ópera bufa. Y, finalmente, cuando llegue la camilla para llevárselo se levantará como un resorte poniendo cara de "yonofuí" chavista con empresa de maletín.
Porque todavía no eliminan la regla del off side. Esa norma absurda que sólo sirve para impedir que haya más goles. Ni que los goles cayeran como mangos. Hay que ver lo que cuesta meter uno para que a cada rato le estén levantando la banderilla justamente al único jugador que hace lo correcto: adelantarse a la defensa para meter un gol.
¡Play ball!
Pues sí, ya no falta nada para que comience la locura, pronto sólo se hablará de fútbol y todos evadirán sus responsabilidades laborales. Por mi parte trataré de evitar el contagio globalizado de esta demencia y me refugiaré en el beisbol. Ese deporte de hombres de verdad, con panza de verdad, que mascan chicle con la boca abierta, se acomodan los genitales y escupen la pelota, escupen en eldogout, escupen antes de batear, escupen cuando llegan a primera y, ante la duda, escupen.
Y me despido con una frase de Winston Churchill: "Los italianos pierden las guerras como si fueran partidos de fútbol y los partidos de fútbol como si fuesen guerras"
JorgeSayegh@gmail.com
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