Habla la Conciencia
Cuánto duele un adiós
- Columnista, Notitarde, Luis Garrido (Notitarde / )
Luis Garrido
Lo que el pensamiento político distanciaba, lo unía el afecto que nos profesábamos. Antonio era un hombre íntegro, amigo de los amigos y compañero indoblegable en su filiación doctrinaria. Todos los que se van eran buenos, pero para nosotros él era la excepción, porque nuestra amistad -más allá de los cumplidos y el agradecimiento- fue una permanente deuda que solo se paga con la lágrima que se escapa detrás de la tristeza del adiós definitivo. Con el correr de los años que nos envejecieron, supimos conservar las huellas siempre frescas de todo nuestro apego; es por eso que nada de lo que quisiéramos expresarle en letras y palabras que nos salen del alma en esta mañana triste llenará el vacío de su ausencia.
Tu despedida fue muy sentida, lo merecías. Semejabas el candil que Iluminaba parte de ese camino que aún le toca recorrer a esos muchos militantes de tu gran partido que, afligidos -ante la rigidez de aquella figura dormida en su cofre mortuorio- te recordaban tal como fuiste reseñado en una sola palabra: auténtico. Eras un hombre con una personalidad definida; no se te conoció dobleces en tu disciplina militante ni comportamientos que desdibujaran tu orgullo socialcristiano. Ahí llegaste y de allí te marchaste como el maestro consejero que hasta el último aliento de su vida dio muestras de humildad y de mística partidista.
Antonio, lo que queda en adelante es una dura tarea, tu preocupación mantiene su razón intacta; pero las expectativas siguen indicando que algo va a pasar, tal vez por aquello de que "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Te sostengo la misma apreciación de nuestras informales conversaciones, los pueblos se cansan de tanto martirio y los dictadores no son eternos; éste siguió los pasos del otro y la verdad es sabia: "lo que mal se hace mal se paga". Aprecio que tu partido Copei no se ha desviado del camino correcto; superadas algunas diferencias propias de las divergencias de criterio, se echó al hombro su morral de responsabilidades que no son otras que dar la cara por Venezuela. En mi modesta opinión, Carabobo, que fue el principal asiento de tu actividad partidista, lo dejaste en muy buenas manos: las nuevas generaciones deben asumir el llamado de las exigencias.
En las páginas imborrables de ese libro que guardamos en la memoria queda escrito el nombre y la fecha luctuosa del adiós de Antonio Toro. Cuánto nos dolió esa noticia no esperada, todas esas lágrimas que a su alrededor se derramaron fueron suyas; era el tributo merecido por esa conducta tan humana y cristiana en su paso por la vida. Sabemos cuando nacimos, pero nada nos dice el día de nuestra muerte. Al nacer surge el camino; el destino no lo llevamos en la espalda, cada quien lo determina; por eso debemos ser conformes y resignados ante los designios de Dios; mientras más liviana permanezca nuestra conciencia, con mayor tranquilidad espiritual recorreremos la ruta que nos tracemos.
¿Qué queda por decirte, Antonio? Pensamos que muy poco. Te fuiste consciente de que esta lucha no ha terminado. Copei es una importante referencia en el concurso de los partidos, vale todo esfuerzo por recuperar lo que antes de esta dictadura se conocía por democracia. Descansa tú, que mientras el aliento no nos abandone, seguiremos en pie hasta que la patria sea libre. Tranquilo, no te defraudaremos.
luirgarr@hotmail.com
Tu despedida fue muy sentida, lo merecías. Semejabas el candil que Iluminaba parte de ese camino que aún le toca recorrer a esos muchos militantes de tu gran partido que, afligidos -ante la rigidez de aquella figura dormida en su cofre mortuorio- te recordaban tal como fuiste reseñado en una sola palabra: auténtico. Eras un hombre con una personalidad definida; no se te conoció dobleces en tu disciplina militante ni comportamientos que desdibujaran tu orgullo socialcristiano. Ahí llegaste y de allí te marchaste como el maestro consejero que hasta el último aliento de su vida dio muestras de humildad y de mística partidista.
Antonio, lo que queda en adelante es una dura tarea, tu preocupación mantiene su razón intacta; pero las expectativas siguen indicando que algo va a pasar, tal vez por aquello de que "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Te sostengo la misma apreciación de nuestras informales conversaciones, los pueblos se cansan de tanto martirio y los dictadores no son eternos; éste siguió los pasos del otro y la verdad es sabia: "lo que mal se hace mal se paga". Aprecio que tu partido Copei no se ha desviado del camino correcto; superadas algunas diferencias propias de las divergencias de criterio, se echó al hombro su morral de responsabilidades que no son otras que dar la cara por Venezuela. En mi modesta opinión, Carabobo, que fue el principal asiento de tu actividad partidista, lo dejaste en muy buenas manos: las nuevas generaciones deben asumir el llamado de las exigencias.
En las páginas imborrables de ese libro que guardamos en la memoria queda escrito el nombre y la fecha luctuosa del adiós de Antonio Toro. Cuánto nos dolió esa noticia no esperada, todas esas lágrimas que a su alrededor se derramaron fueron suyas; era el tributo merecido por esa conducta tan humana y cristiana en su paso por la vida. Sabemos cuando nacimos, pero nada nos dice el día de nuestra muerte. Al nacer surge el camino; el destino no lo llevamos en la espalda, cada quien lo determina; por eso debemos ser conformes y resignados ante los designios de Dios; mientras más liviana permanezca nuestra conciencia, con mayor tranquilidad espiritual recorreremos la ruta que nos tracemos.
¿Qué queda por decirte, Antonio? Pensamos que muy poco. Te fuiste consciente de que esta lucha no ha terminado. Copei es una importante referencia en el concurso de los partidos, vale todo esfuerzo por recuperar lo que antes de esta dictadura se conocía por democracia. Descansa tú, que mientras el aliento no nos abandone, seguiremos en pie hasta que la patria sea libre. Tranquilo, no te defraudaremos.
luirgarr@hotmail.com
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