Notitarde 07/06/2014
La política es así
La desolación de la quimera
Nelson Acosta Espinoza
El encabezado de este breve escrito, amigo lector, posee una explícita referencia cernudiana. "La desolación de la quimera" es el título de la última creación literaria de Luis Cernuda (1902-1963); poeta sevillano de la generación del año 27.
Lo utilizo porque me parece que resume en forma apropiada la situación política, social, cultural y psicológica que caracteriza al país en los actuales momentos. La quimera bolivariana ha desolado al país y ha expuesto al escrutinio público el carácter fantasioso y utópico del llamado socialismo del siglo XXI. Desde luego, el costo ha sido alto, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La energía y la fertilidad intelectual que caracterizó las primeras décadas de vida democrática, por ejemplo, han sido suplantadas por una mezcla de corrupción, oportunismo e ignorancia cuyos resultados están a la vista de todos los venezolanos.
Posemos la atención, por ejemplo, en el ámbito cultural. Desde su inicio, el sistema democrático impulsó y, fue sometido a su vez, a una recia confrontación con intelectuales que conformaban una red cultural de sesgo izquierdista. Basta recordar los escritos del grupo Sardio, El techo de la ballena o el teatro crítico de dramaturgos como César Rengifo, José Ignacio Cabrujas, Carlos Jiménez, por citar algunos de los más conocidos autores del teatro nacional. En aquellos años, esta oposición cultural no tan solo era respetada, sino que con sus actuaciones y espíritu contestatario incrementó, igualmente, la densidad cultural de la vida política del país. La quimera, pues, aún no estaba desolada. Sin embargo, ese respeto y tolerancia hacia el espíritu crítico que caracterizó aquella fase democrática ha sido sustituida, en la actualidad, por una intransigencia de corte autoritario que ha llegado a los extremos, por citar un ejemplo emblemático, de derrumbar la estatua de Cristóbal Colón el 12 de octubre de 2004 -día de la resistencia indígena-. Monumento éste que contaba con más de cien años de antigüedad y se encontraba ubicado en la Plaza Caracas.
Démosle una vuelta a la tuerca y encaremos, ahora, la situación de pobreza que embarga a la población. En su inicio la revolución vendió, con relativo éxito, la idea de acuerdo a la cual esta condición estaba siendo superada. Sin embargo, cifras oficiales muestran su incremento y, lo que es más importante, lo erradas que estaban las políticas diseñadas para combatirla. Hoy en día, la pobreza económica y cultural atenaza a más del 80% de la población del país. Desde luego, el incremento de este flagelo va acompañado por el declive de la economía. El cuadro general se puede describir como sigue: inflación rampante, déficit fiscal incontrolado, escasez de bienes básicos, sobrevaloración de la moneda, reducción de reservas o alzas del riesgo país.
En el plano estrictamente político esta desolación ha llegado para quedarse. El gobierno se encuentra fracturado. Algunos oficialistas, por ejemplo, estiman que la continuidad de Maduro pone en riesgo la prolongación del chavismo. Otros, por el contrario, impulsan la ejecución de políticas de alta intensidad represiva. Esta opción encuentra resistencia en mandos militares. En fin, la unidad de mando que existía en los tiempos de Hugo Rafael Chávez comienza a desmoronarse. El gobierno, en consecuencia, transita una senda peligrosa para el país.
La coyuntura exige rectificación y diseño de políticas que vayan al encuentro de quienes conformamos la totalidad de la nación. La polarización extrema puede conducir a situaciones lamentables y delicadas. El Chile de Salvador Allende es un buen espejo para echar un vistazo a la tragedia política que pudiera amenazar a todos los venezolanos.
La quimera se ha esfumado… y solo permanece la desolación que ella provocó.
Lo utilizo porque me parece que resume en forma apropiada la situación política, social, cultural y psicológica que caracteriza al país en los actuales momentos. La quimera bolivariana ha desolado al país y ha expuesto al escrutinio público el carácter fantasioso y utópico del llamado socialismo del siglo XXI. Desde luego, el costo ha sido alto, tanto desde el punto de vista colectivo como individual. La energía y la fertilidad intelectual que caracterizó las primeras décadas de vida democrática, por ejemplo, han sido suplantadas por una mezcla de corrupción, oportunismo e ignorancia cuyos resultados están a la vista de todos los venezolanos.
Posemos la atención, por ejemplo, en el ámbito cultural. Desde su inicio, el sistema democrático impulsó y, fue sometido a su vez, a una recia confrontación con intelectuales que conformaban una red cultural de sesgo izquierdista. Basta recordar los escritos del grupo Sardio, El techo de la ballena o el teatro crítico de dramaturgos como César Rengifo, José Ignacio Cabrujas, Carlos Jiménez, por citar algunos de los más conocidos autores del teatro nacional. En aquellos años, esta oposición cultural no tan solo era respetada, sino que con sus actuaciones y espíritu contestatario incrementó, igualmente, la densidad cultural de la vida política del país. La quimera, pues, aún no estaba desolada. Sin embargo, ese respeto y tolerancia hacia el espíritu crítico que caracterizó aquella fase democrática ha sido sustituida, en la actualidad, por una intransigencia de corte autoritario que ha llegado a los extremos, por citar un ejemplo emblemático, de derrumbar la estatua de Cristóbal Colón el 12 de octubre de 2004 -día de la resistencia indígena-. Monumento éste que contaba con más de cien años de antigüedad y se encontraba ubicado en la Plaza Caracas.
Démosle una vuelta a la tuerca y encaremos, ahora, la situación de pobreza que embarga a la población. En su inicio la revolución vendió, con relativo éxito, la idea de acuerdo a la cual esta condición estaba siendo superada. Sin embargo, cifras oficiales muestran su incremento y, lo que es más importante, lo erradas que estaban las políticas diseñadas para combatirla. Hoy en día, la pobreza económica y cultural atenaza a más del 80% de la población del país. Desde luego, el incremento de este flagelo va acompañado por el declive de la economía. El cuadro general se puede describir como sigue: inflación rampante, déficit fiscal incontrolado, escasez de bienes básicos, sobrevaloración de la moneda, reducción de reservas o alzas del riesgo país.
En el plano estrictamente político esta desolación ha llegado para quedarse. El gobierno se encuentra fracturado. Algunos oficialistas, por ejemplo, estiman que la continuidad de Maduro pone en riesgo la prolongación del chavismo. Otros, por el contrario, impulsan la ejecución de políticas de alta intensidad represiva. Esta opción encuentra resistencia en mandos militares. En fin, la unidad de mando que existía en los tiempos de Hugo Rafael Chávez comienza a desmoronarse. El gobierno, en consecuencia, transita una senda peligrosa para el país.
La coyuntura exige rectificación y diseño de políticas que vayan al encuentro de quienes conformamos la totalidad de la nación. La polarización extrema puede conducir a situaciones lamentables y delicadas. El Chile de Salvador Allende es un buen espejo para echar un vistazo a la tragedia política que pudiera amenazar a todos los venezolanos.
La quimera se ha esfumado… y solo permanece la desolación que ella provocó.
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