Lectura Tangente
Notitarde 14/06/2014 Tres emociones básicas
- Columnista, Notitarde, Soledad Morillo (Notitarde / )
Soledad Morillo Belloso (*)
El zar de la electricidad en Venezuela, Jesse Chacón, declaró por allá por el lejano 2013 que si en 100 días de su regencia no había superado la crisis del sector, pues pondría su cargo a la orden, eufemismo de renuncia. Por supuesto, ni se solucionó la crisis ni Chacón renunció.
Pero quienes vivimos en provincia vemos la situación mucho más grave de lo que padecen los habitantes de la Capital. Puede entonces imaginar el lector la severidad del problema. En Margarita, la luz se va sin aviso unas 6 a 9 veces por semana. La semana pasada llovió y el apagón en algunas zonas de la isla duró ocho horas. Sin embargo, cada día, incluyendo feriados, podemos observar cómo las luminarias en las calles y avenidas permanecen encendidas durante el santo día. Por supuesto, necia como irredentamente soy, he llamado y escrito a Corpoelec, sin éxito alguno. Al parecer, el asunto les parece irrelevante y mi reporte les entra por una oreja y les sale por la otra. ¿Cuánta energía se desperdicia con esta negligente estupidez? Ponga usted a un enchufado nuevo rico al mando de un servicio clave como la electricidad y tendrá como resultado el despilfarro y la supina incompetencia. Me gustaría pensar que esta barbaridad de botarate oligarca sólo ocurre en la isla, pero presiento que esto se replica en muchos otros estados. Corpoelec es al fin y al cabo el epitome de la torpeza gerencial de un gobierno que deglute todo y nos garantiza pésimos servicios públicos. Esa es la concepción del buen vivir.
Cantv hace alarde de su magnífico servicio. Pero mientras casi todos los países avanzados de América Latina cuentan ya con conexión 4G y telefonía fija para más del 95% del territorio, en Venezuela hay como mucho 3G y la mitad de la isla de Margarita aún no cuenta con servicio fijo y tiene que refugiarse en celulares y en un precario servicio de internet por esa vía. Hace un año que cursa mi solicitud ante Cantv y ayer me respondieron que hay que tener paciencia, que algún día me tocarán la puerta. Y éste es el emporio turístico. Sí, de turismo de aventura, con apagones, sin agua y sin teléfono.
Margarita, hasta hace poco más de un año, estaba bien abastecida. Hoy los comerciantes agonizan ante la imposibilidad de mantener arriba sus Santamarías. Llevan meses sin poder replenar sus inventarios. Las tiendas abren menos horas, no sólo porque no tienen nada que vender, sino porque los costos operativos a partir de los incrementos laborales y la persecución de funcionarios blandiendo ese esperpento que es la ley de precios justos los tiene pasando aceite. Esta es la historia de cómo pasar de la prosperidad a la pobreza, el tránsito del éxito al fracaso.
Los seres humanos venimos al mundo con tres emociones básicas: el amor (más bien placer), el miedo y la rabia. Los bebés son dulces cuando los arrullamos, se asustan ante lo desconocido y se irritan ante cualquier situación desagradable o de incomodidad o deficiencia. Cada vez que el gobierno reparte migajas, apela al amor/placer. Cuando blande armas y leyes, quiere generar miedo. Pero más temprano que tarde, se desatará la rabia. Porque todo tiene un límite. Y entonces el gobierno entenderá que la Magdalena no estaba para tafetanes.
Pero quienes vivimos en provincia vemos la situación mucho más grave de lo que padecen los habitantes de la Capital. Puede entonces imaginar el lector la severidad del problema. En Margarita, la luz se va sin aviso unas 6 a 9 veces por semana. La semana pasada llovió y el apagón en algunas zonas de la isla duró ocho horas. Sin embargo, cada día, incluyendo feriados, podemos observar cómo las luminarias en las calles y avenidas permanecen encendidas durante el santo día. Por supuesto, necia como irredentamente soy, he llamado y escrito a Corpoelec, sin éxito alguno. Al parecer, el asunto les parece irrelevante y mi reporte les entra por una oreja y les sale por la otra. ¿Cuánta energía se desperdicia con esta negligente estupidez? Ponga usted a un enchufado nuevo rico al mando de un servicio clave como la electricidad y tendrá como resultado el despilfarro y la supina incompetencia. Me gustaría pensar que esta barbaridad de botarate oligarca sólo ocurre en la isla, pero presiento que esto se replica en muchos otros estados. Corpoelec es al fin y al cabo el epitome de la torpeza gerencial de un gobierno que deglute todo y nos garantiza pésimos servicios públicos. Esa es la concepción del buen vivir.
Cantv hace alarde de su magnífico servicio. Pero mientras casi todos los países avanzados de América Latina cuentan ya con conexión 4G y telefonía fija para más del 95% del territorio, en Venezuela hay como mucho 3G y la mitad de la isla de Margarita aún no cuenta con servicio fijo y tiene que refugiarse en celulares y en un precario servicio de internet por esa vía. Hace un año que cursa mi solicitud ante Cantv y ayer me respondieron que hay que tener paciencia, que algún día me tocarán la puerta. Y éste es el emporio turístico. Sí, de turismo de aventura, con apagones, sin agua y sin teléfono.
Margarita, hasta hace poco más de un año, estaba bien abastecida. Hoy los comerciantes agonizan ante la imposibilidad de mantener arriba sus Santamarías. Llevan meses sin poder replenar sus inventarios. Las tiendas abren menos horas, no sólo porque no tienen nada que vender, sino porque los costos operativos a partir de los incrementos laborales y la persecución de funcionarios blandiendo ese esperpento que es la ley de precios justos los tiene pasando aceite. Esta es la historia de cómo pasar de la prosperidad a la pobreza, el tránsito del éxito al fracaso.
Los seres humanos venimos al mundo con tres emociones básicas: el amor (más bien placer), el miedo y la rabia. Los bebés son dulces cuando los arrullamos, se asustan ante lo desconocido y se irritan ante cualquier situación desagradable o de incomodidad o deficiencia. Cada vez que el gobierno reparte migajas, apela al amor/placer. Cuando blande armas y leyes, quiere generar miedo. Pero más temprano que tarde, se desatará la rabia. Porque todo tiene un límite. Y entonces el gobierno entenderá que la Magdalena no estaba para tafetanes.
El silencio es el asesino de la democracia
(*) Comunicador social
E-mail: soledadmorillobelloso@gmail.com
Twitter: @solmorillob
www.soledadmorillob.blogspot.com
E-mail: soledadmorillobelloso@gmail.com
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