Iñárritu: "El dolor es temporal, una película es para siempre"
"Me sigo considerando el mismo aprendiz del cine, trato de experimentar y explorar cosas, tomar riesgos sin miedo, con responsabilidad pero sin miedo", confesó el director mexicano
El Nacional 31 DE ENERO 2016 - 07:18 AM
El año pasado ganó cuatro Óscar con Birdman y este año Alejandro González Iñárritu vuelve a ser el favorito en las quinielas con El renacido, una historia de "supervivencia" y "venganza" ambientada en la América "infinita, desconocida y salvaje" de la época de los primeros colonos.
Rodada en paisajes de Argentina y Canadá, solamente con luz natural y una cámara que parece flotar entre los árboles, la película que protagoniza Leonardo DiCaprio, es el mayor desafío al que se ha enfrentado hasta hoy el director y guionista mexicano.
"Una película es como un parto. Duele tanto que la única forma de tener otro hijo es que se te olvide ese dolor. Pero el dolor es temporal y una película es para siempre, y en realidad, el dolor ya se me olvidó", asegura en una entrevista con Efe.
Inspirada en hechos reales, El renacido cuenta la historia del explorador Hugh Glass (DiCaprio), que durante una expedición resultó brutalmente herido por un oso y después fue abandonado por sus compañeros de cacería.
Alimentado por la sed de venganza y el amor a su familia, Glass se niega a morir y emprende un largo viaje a través del indómito Oeste en busca del hombre que le traicionó: John Fitzgerald (Tom Hardy).
"Me dio mucho miedo este proyecto porque nunca había hecho algo así. En mi vida había filmado un árbol, no verás un árbol en ninguna de mis otras películas y tampoco sabía cómo filmar un caballo, pero la posibilidad de fallar era lo que me excitaba", explica Iñárritu.
El deseo personal de integrarse en la Naturaleza durante un año -después de la neurótica y urbana Birdman- y la historia en sí, también fueron factores determinantes a la hora de aceptar ponerse al frente.
"Es una película de aventuras y supervivencia en la tradición de Jack London, pero al mismo tiempo es una metáfora de la vida y de cuántas veces nacimos y renacimos. Un ataque de un oso no es peor que lidiar con un cáncer o perder a un ser querido", sostiene.
"Pero también un divorcio, quedarse sin trabajo, la gente desesperada o los emigrantes. Todo eso son viajes, y la gente a veces tiene que morir para reinventarse y renacer", añade el cineasta.
Hablando de emigrantes, y dado que él es uno -como bien recordó Sean Penn en la entrega de los Óscar del año pasado-, "El renacido" es también un alegato contra la xenofobia y el racismo que muestra esa América en ebullición del siglo XIX, donde todos venían de fuera.
"En el tema de la inmigración es necesario actuar con compasión y empatía", opina Iñárritu, preguntado por las políticas restrictivas en Europa o las declaraciones incendiarias de Donald Trump.
"No podemos seguir reduciendo a esta gente desesperada a los estereotipos de los discursos, que les quitan la integridad humana. Se están regando semillas que exacerban el miedo a lo desconocido o al otro, y es tremendo", advierte.
En su opinión, "tiene que ver mucho también la responsabilidad de los países que han poseído muchos recursos a lo largo de la Historia y que han sido parte de lo que sucede en esos otros países", de los que proceden los emigrantes.
Desde que estrenó su ópera prima, Amores Perros (2000) hasta hoy, Iñárritu ha pasado de ser un marginado en la industria de Hollywood, al director con el que todos quieren trabajar.
"Es muy raro", dice al respecto. "Para mí lo único que ha cambiado es el coste de la película, pero mi proceso es el mismo".
"Siempre he tenido la fortuna de actuar con una libertad total. Todos los errores de mis películas me pertenecen a mí, porque nunca he tenido que hacer nada que yo no quiera, ni mover una línea de diálogo, ni quitar o poner una escena".
"Me sigo considerando el mismo aprendiz del cine, trato de experimentar y explorar cosas, tomar riesgos sin miedo, con responsabilidad pero sin miedo", precisa.
En cuanto a futuros proyectos, de momento no quiere saber nada. "Mi proyecto ahora se llama hibernar, como el oso, en una cueva".
El año pasado ganó cuatro Óscar con Birdman y este año Alejandro González Iñárritu vuelve a ser el favorito en las quinielas con El renacido, una historia de "supervivencia" y "venganza" ambientada en la América "infinita, desconocida y salvaje" de la época de los primeros colonos.
Rodada en paisajes de Argentina y Canadá, solamente con luz natural y una cámara que parece flotar entre los árboles, la película que protagoniza Leonardo DiCaprio, es el mayor desafío al que se ha enfrentado hasta hoy el director y guionista mexicano.
"Una película es como un parto. Duele tanto que la única forma de tener otro hijo es que se te olvide ese dolor. Pero el dolor es temporal y una película es para siempre, y en realidad, el dolor ya se me olvidó", asegura en una entrevista con Efe.
Inspirada en hechos reales, El renacido cuenta la historia del explorador Hugh Glass (DiCaprio), que durante una expedición resultó brutalmente herido por un oso y después fue abandonado por sus compañeros de cacería.
Alimentado por la sed de venganza y el amor a su familia, Glass se niega a morir y emprende un largo viaje a través del indómito Oeste en busca del hombre que le traicionó: John Fitzgerald (Tom Hardy).
"Me dio mucho miedo este proyecto porque nunca había hecho algo así. En mi vida había filmado un árbol, no verás un árbol en ninguna de mis otras películas y tampoco sabía cómo filmar un caballo, pero la posibilidad de fallar era lo que me excitaba", explica Iñárritu.
El deseo personal de integrarse en la Naturaleza durante un año -después de la neurótica y urbana Birdman- y la historia en sí, también fueron factores determinantes a la hora de aceptar ponerse al frente.
"Es una película de aventuras y supervivencia en la tradición de Jack London, pero al mismo tiempo es una metáfora de la vida y de cuántas veces nacimos y renacimos. Un ataque de un oso no es peor que lidiar con un cáncer o perder a un ser querido", sostiene.
"Pero también un divorcio, quedarse sin trabajo, la gente desesperada o los emigrantes. Todo eso son viajes, y la gente a veces tiene que morir para reinventarse y renacer", añade el cineasta.
Hablando de emigrantes, y dado que él es uno -como bien recordó Sean Penn en la entrega de los Óscar del año pasado-, "El renacido" es también un alegato contra la xenofobia y el racismo que muestra esa América en ebullición del siglo XIX, donde todos venían de fuera.
"En el tema de la inmigración es necesario actuar con compasión y empatía", opina Iñárritu, preguntado por las políticas restrictivas en Europa o las declaraciones incendiarias de Donald Trump.
"No podemos seguir reduciendo a esta gente desesperada a los estereotipos de los discursos, que les quitan la integridad humana. Se están regando semillas que exacerban el miedo a lo desconocido o al otro, y es tremendo", advierte.
En su opinión, "tiene que ver mucho también la responsabilidad de los países que han poseído muchos recursos a lo largo de la Historia y que han sido parte de lo que sucede en esos otros países", de los que proceden los emigrantes.
Desde que estrenó su ópera prima, Amores Perros (2000) hasta hoy, Iñárritu ha pasado de ser un marginado en la industria de Hollywood, al director con el que todos quieren trabajar.
"Es muy raro", dice al respecto. "Para mí lo único que ha cambiado es el coste de la película, pero mi proceso es el mismo".
"Siempre he tenido la fortuna de actuar con una libertad total. Todos los errores de mis películas me pertenecen a mí, porque nunca he tenido que hacer nada que yo no quiera, ni mover una línea de diálogo, ni quitar o poner una escena".
"Me sigo considerando el mismo aprendiz del cine, trato de experimentar y explorar cosas, tomar riesgos sin miedo, con responsabilidad pero sin miedo", precisa.
En cuanto a futuros proyectos, de momento no quiere saber nada. "Mi proyecto ahora se llama hibernar, como el oso, en una cueva".
Rodada en paisajes de Argentina y Canadá, solamente con luz natural y una cámara que parece flotar entre los árboles, la película que protagoniza Leonardo DiCaprio, es el mayor desafío al que se ha enfrentado hasta hoy el director y guionista mexicano.
"Una película es como un parto. Duele tanto que la única forma de tener otro hijo es que se te olvide ese dolor. Pero el dolor es temporal y una película es para siempre, y en realidad, el dolor ya se me olvidó", asegura en una entrevista con Efe.
Inspirada en hechos reales, El renacido cuenta la historia del explorador Hugh Glass (DiCaprio), que durante una expedición resultó brutalmente herido por un oso y después fue abandonado por sus compañeros de cacería.
Alimentado por la sed de venganza y el amor a su familia, Glass se niega a morir y emprende un largo viaje a través del indómito Oeste en busca del hombre que le traicionó: John Fitzgerald (Tom Hardy).
"Me dio mucho miedo este proyecto porque nunca había hecho algo así. En mi vida había filmado un árbol, no verás un árbol en ninguna de mis otras películas y tampoco sabía cómo filmar un caballo, pero la posibilidad de fallar era lo que me excitaba", explica Iñárritu.
El deseo personal de integrarse en la Naturaleza durante un año -después de la neurótica y urbana Birdman- y la historia en sí, también fueron factores determinantes a la hora de aceptar ponerse al frente.
"Es una película de aventuras y supervivencia en la tradición de Jack London, pero al mismo tiempo es una metáfora de la vida y de cuántas veces nacimos y renacimos. Un ataque de un oso no es peor que lidiar con un cáncer o perder a un ser querido", sostiene.
"Pero también un divorcio, quedarse sin trabajo, la gente desesperada o los emigrantes. Todo eso son viajes, y la gente a veces tiene que morir para reinventarse y renacer", añade el cineasta.
Hablando de emigrantes, y dado que él es uno -como bien recordó Sean Penn en la entrega de los Óscar del año pasado-, "El renacido" es también un alegato contra la xenofobia y el racismo que muestra esa América en ebullición del siglo XIX, donde todos venían de fuera.
"En el tema de la inmigración es necesario actuar con compasión y empatía", opina Iñárritu, preguntado por las políticas restrictivas en Europa o las declaraciones incendiarias de Donald Trump.
"No podemos seguir reduciendo a esta gente desesperada a los estereotipos de los discursos, que les quitan la integridad humana. Se están regando semillas que exacerban el miedo a lo desconocido o al otro, y es tremendo", advierte.
En su opinión, "tiene que ver mucho también la responsabilidad de los países que han poseído muchos recursos a lo largo de la Historia y que han sido parte de lo que sucede en esos otros países", de los que proceden los emigrantes.
Desde que estrenó su ópera prima, Amores Perros (2000) hasta hoy, Iñárritu ha pasado de ser un marginado en la industria de Hollywood, al director con el que todos quieren trabajar.
"Es muy raro", dice al respecto. "Para mí lo único que ha cambiado es el coste de la película, pero mi proceso es el mismo".
"Siempre he tenido la fortuna de actuar con una libertad total. Todos los errores de mis películas me pertenecen a mí, porque nunca he tenido que hacer nada que yo no quiera, ni mover una línea de diálogo, ni quitar o poner una escena".
"Me sigo considerando el mismo aprendiz del cine, trato de experimentar y explorar cosas, tomar riesgos sin miedo, con responsabilidad pero sin miedo", precisa.
En cuanto a futuros proyectos, de momento no quiere saber nada. "Mi proyecto ahora se llama hibernar, como el oso, en una cueva".
Carlos Caridad Montero: El cine venezolano viste aún de policía
El director de 3 Bellezas, largometraje premiado en seis categorías en la más reciente edición del Festival de Cine de Mérida, diserta sobre el desarrollo de la industria venezolana en este milenio. Esto, a propósito de los 119 años del cine nacional, que se celebra cada 28 de enero. Dice que aunque hay variedad temática, admite: "El imaginario del policía y el malandro sigue gozando de buena salud en la mente de nuestros cineastas. Y goza de las preferencias de nuestro público".
por NÉSTOR LUIS LLABANERO | imagen: ARCHIVO | MIÉRCOLES 27 DE ENERO DE 2016
"Es difícil identificar un tipo de cine específico en Venezuela", determina Carlos Caridad Montero.
Con esta afirmación, el director cinematográfico trata de diagnosticar la propuesta de la gran pantalla que se realiza en Venezuela. Una opinión que emite de cara a la celebración del Día Nacional del Cine, cuya fecha es el 28 de enero.
Ese día fue escogido para recordar el estreno, en el año 1897, de los trabajos Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachas bañándose en el Lago de Maracaibo, consideradas las primeras filmaciones del país, y que fueron proyectadas a finales del siglo XIX en el Teatro Baralt de Maracaibo.
Caridad Montero es un cineasta formado en La Universidad del Zulia y en la Escuela Internacional de Cine San Antonio de los Baños en Cuba. En 2015 saboreó el éxito en taquilla con su ópera prima 3 Bellezas.
Su largometraje satirizaba el afán de una madre por ver coronada a su hija como reina de belleza y, además del poder de convocatoria en las salas, fue la obra con mayor repercusión nacional en el Festival de Cine de Mérida, con seis premios otorgados por el jurado.
Venezuela y el Queer Cinema
"No es un cine que tenga una única característica que lo identifique, como pudiera pasar con ciertas cinematografías como la iraní o la uruguaya", prosigue Carlos Caridad Montero en su aproximación a la naturaleza de las películas del país. "Quizás, la única tendencia o movimiento cinematográfico identificable en esta última década es la del queer cinema, caracterizado por sus temáticas de corte homosexual".
Desde su punto de vista, se trata de la tendencia o movimiento cinematográfico más reconocible, y el más exitoso, nacional e internacionalmente.
En su análisis, el director de 3 Bellezas reflexiona sobre la sociedad venezolana y dice que esta, en su mayor parte, ha mostrado una pronunciada aceptación, o no discriminación, a las minorías sexuales.
"Se ha reflejado en nuestro cine más reciente. Películas de tema gaycomo Cheila, una casa pa' Maíta, Azul y no tan rosa, Pelo Malo, Liz en Septiembre y Desde Allá, de Lorenzo Vigas, han contado con el respaldo del público y le han dado a nuestro cine los más importantes reconocimientos internacionales. No me cabe la menor duda de que este año la historia se repetirá con Tamara, de Elia Schneider. Sobre todo por la significativa victoria que para el movimiento LGBT venezolano representa la elección de Tamara Adrián como representante en la Asamblea Nacional".
Entre las películas que destacan por su temática sexodiversa pueden mencionarse Azul y no tan rosa, Pelo Malo, Liz en Septiembre yDesde Allá...
¿Te resulta variada la propuesta de cine de este milenio en comparación con lo que se hizo hasta 1999?
"Sí, el cine venezolano actual se caracteriza, principalmente, por su gran variedad. Esto, a un nivel que podríamos denominar como profesional. Es básicamente la consecuencia de la emergencia de nuevos cineastas a mediados de la década pasada. La nueva generación no solo está explorando otros territorios temáticos, sino también buscando la atención del público venezolano. Si algo define esta nueva generación es una diversidad temática y de enfoques. Hay nuevos temas, pero también nuevos enfoques de viejos temas y la necesidad absoluta de conectarse con su público, sin abandonar ni claudicar en sus posiciones autorales".
Este panorama se expande, según dice, si se habla de cine no profesional. Es decir, de ese movimiento que, para Carlos Caridad Montero, aún no tiene forma ni nombre y que se ha originado a partir de la democratización de las herramientas cinematográficas y de las formas de distribución y exhibición digitales.
"Es ese cine que se filma con un teléfono y se distribuye y exhibe en YouTube. Es un movimiento global que ya ha cambiado la forma en que hacemos y vemos, y Venezuela no escapa a su influencia. Yo espero que la próxima generación de creadores salga de allí".
El cine venezolano viste aún de policía
¿Abandonó el cine venezolano el uniforme de policía?
"No. Solo lo ha actualizado, lo ha puesto a la moda, por decirlo de alguna manera. Algunas de las películas más exitosas de la nueva generación de cineastas giran en torno al tema criminal o policial. Desde Secuestro Express hasta La hora cero, pasando por la obra más reciente de Carlos Malavé (Las caras del diablo I y II, El último cuerpo), el imaginario del policía y el malandro sigue gozando de buena salud en la mente de nuestros cineastas. Y goza de las preferencias de nuestro público".
¿No podría, entonces, hablarse de estancamiento temático?
"Cuando escucho a alguien quejarse de un supuesto estancamiento temático del cine venezolano, el viejo cliché de que nuestro cine es solo prostitutas, policías y malandros, usualmente les pregunto cuál fue la última película nacional que vio. Generalmente la respuesta es alguna película de tema criminal. El espectador venezolano se queja de esa fórmula, pero ¡cómo le gusta!".
¿Cómo clasificarías tu cine dentro de la oferta venezolana?
"Desde luego, mi cine se inserta dentro de esa corriente de búsqueda y exploración de nuevos temas, pero también de nuevas formas y géneros del cine venezolano actual. Mi cine se inscribe dentro de una corriente muy latinoamericana y que ha tenido unos cuantos brotes en la historia del cine venezolano, pero que ha sido más bien escaso o raro: la comedia de humor negro, la farsa, el Gran Guiñol. Hay pocas películas de humor negro en el cine criollo, exceptuando el cortometraje. Y creo que no se hacía una desde Domingo de resurrección".
¿Dónde identificas las debilidades del cine venezolano?
"Después de alcanzar un gran nivel técnico en la última década, nunca nuestro cine se había visto y escuchado tan bien, estamos empezando a experimentar una suerte de estancamiento estético y tecnológico".
¿A qué atribuyes ese estancamiento?
"Yo lo atribuyo a la conjunción del éxodo de nuestros técnicos y la falta de formación de una generación de relevo. Cada día son menos los directores de arte y fotografía con los que trabajar en Caracas. Consecuencia de la crisis económica, muchos han decidido irse al exterior y eso se notará en nuestras próximas películas. Temo que dentro de poco comenzarán a parecerse mucho entre sí".
¿Qué se está haciendo desde la academia para reforzar esas áreas?
"Si no contáramos con unas cuantas escuelas de cine, como la Escuela de Medios Audiovisuales de la Universidad de los Andes o la Escuela Nacional de Cine en Caracas, entre otras, el panorama sería desolador. Pero la formación no es suficiente. Por otro lado, también consecuencia de la crisis, ha bajado muchísimo el nivel de producción en cuanto a cantidad, lo que en un muy corto plazo incidirá en la asistencia de público a ver cine venezolano".
Autores que buscan su público
¿Venezuela está haciendo el cine que quieren los directores o el que espera el espectador?
"Es curioso, pero siento que el nuevo cine venezolano es un cine de autor que está en la búsqueda de un público. Por ejemplo, el cine queer venezolano está hecho con los espectadores LGBT en mente. Y como nuestros autores saben que tendrán un público más o menos seguro, se permiten conservar su sello autoral y tomar riesgos narrativos y estéticos".
El Zulia es la cuna del cine en Venezuela. ¿Satisfecho con la producción que se hace allá?
"En el Zulia, como en otras regiones del país, en especial Mérida , se está gestando un movimiento cinematográfico que no por regional es menos universal. En Maracaibo ya tenemos una importante autora, Patricia Ortega, cuya obra ha sido reconocida nacional e internacionalmente. Falta muy poco para que el cine regional se afiance como movimiento".
¿Complacido con los resultados de 3 Bellezas?
"Mucho. 3 Bellezas lo tenía todo para resultar un fracaso estrepitoso en taquilla. Es una película muy crítica de un tema idiosincrático venezolano, el de la belleza femenina, y la sociedad venezolana, en su mayor parte, es poco tolerante con la crítica. Además, la crítica es en clave satírica y sabía que eso podía no gustarle a cierto público. El venezolano se ríe de todo, salvo de sí mismo. Finalmente, el humor de la película no es el típico humor venezolano. Para mi sorpresa, en un año caracterizado por una debacle en la asistencia de público del cine venezolano, 3 Bellezas se mantuvo entre las más taquilleras del año y encontró su público natural entre los jóvenes. Ha ganado una veintena de premios nacionales e internacionales y encontró distribución e exhibición internacional. No puedo quejarme".
¿En qué historia estás trabajando?
"El largo proceso de producción de 3 Bellezas me alertó sobre el significado de aquel dicho de no poner todos los huevos en una misma cesta. Con esto quiero decir que no estoy trabajando en una sola historia, sino en varias. He adquirido los derechos de un libro y de un nuevo guión. Al mismo tiempo estoy escribiendo yo mismo un par de historias más. La idea es mover varios proyectos al mismo tiempo y como vaya viniendo iremos viendo. Eso sí, siento una necesidad imperiosa de filmar en Maracaibo".
@llabanero
Con esta afirmación, el director cinematográfico trata de diagnosticar la propuesta de la gran pantalla que se realiza en Venezuela. Una opinión que emite de cara a la celebración del Día Nacional del Cine, cuya fecha es el 28 de enero.
Ese día fue escogido para recordar el estreno, en el año 1897, de los trabajos Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa y Muchachas bañándose en el Lago de Maracaibo, consideradas las primeras filmaciones del país, y que fueron proyectadas a finales del siglo XIX en el Teatro Baralt de Maracaibo.
Caridad Montero es un cineasta formado en La Universidad del Zulia y en la Escuela Internacional de Cine San Antonio de los Baños en Cuba. En 2015 saboreó el éxito en taquilla con su ópera prima 3 Bellezas.
Su largometraje satirizaba el afán de una madre por ver coronada a su hija como reina de belleza y, además del poder de convocatoria en las salas, fue la obra con mayor repercusión nacional en el Festival de Cine de Mérida, con seis premios otorgados por el jurado.
Venezuela y el Queer Cinema
"No es un cine que tenga una única característica que lo identifique, como pudiera pasar con ciertas cinematografías como la iraní o la uruguaya", prosigue Carlos Caridad Montero en su aproximación a la naturaleza de las películas del país. "Quizás, la única tendencia o movimiento cinematográfico identificable en esta última década es la del queer cinema, caracterizado por sus temáticas de corte homosexual".
Desde su punto de vista, se trata de la tendencia o movimiento cinematográfico más reconocible, y el más exitoso, nacional e internacionalmente.
En su análisis, el director de 3 Bellezas reflexiona sobre la sociedad venezolana y dice que esta, en su mayor parte, ha mostrado una pronunciada aceptación, o no discriminación, a las minorías sexuales.
"Se ha reflejado en nuestro cine más reciente. Películas de tema gaycomo Cheila, una casa pa' Maíta, Azul y no tan rosa, Pelo Malo, Liz en Septiembre y Desde Allá, de Lorenzo Vigas, han contado con el respaldo del público y le han dado a nuestro cine los más importantes reconocimientos internacionales. No me cabe la menor duda de que este año la historia se repetirá con Tamara, de Elia Schneider. Sobre todo por la significativa victoria que para el movimiento LGBT venezolano representa la elección de Tamara Adrián como representante en la Asamblea Nacional".
Entre las películas que destacan por su temática sexodiversa pueden mencionarse Azul y no tan rosa, Pelo Malo, Liz en Septiembre yDesde Allá...
¿Te resulta variada la propuesta de cine de este milenio en comparación con lo que se hizo hasta 1999?
"Sí, el cine venezolano actual se caracteriza, principalmente, por su gran variedad. Esto, a un nivel que podríamos denominar como profesional. Es básicamente la consecuencia de la emergencia de nuevos cineastas a mediados de la década pasada. La nueva generación no solo está explorando otros territorios temáticos, sino también buscando la atención del público venezolano. Si algo define esta nueva generación es una diversidad temática y de enfoques. Hay nuevos temas, pero también nuevos enfoques de viejos temas y la necesidad absoluta de conectarse con su público, sin abandonar ni claudicar en sus posiciones autorales".
Este panorama se expande, según dice, si se habla de cine no profesional. Es decir, de ese movimiento que, para Carlos Caridad Montero, aún no tiene forma ni nombre y que se ha originado a partir de la democratización de las herramientas cinematográficas y de las formas de distribución y exhibición digitales.
"Es ese cine que se filma con un teléfono y se distribuye y exhibe en YouTube. Es un movimiento global que ya ha cambiado la forma en que hacemos y vemos, y Venezuela no escapa a su influencia. Yo espero que la próxima generación de creadores salga de allí".
El cine venezolano viste aún de policía
¿Abandonó el cine venezolano el uniforme de policía?
"No. Solo lo ha actualizado, lo ha puesto a la moda, por decirlo de alguna manera. Algunas de las películas más exitosas de la nueva generación de cineastas giran en torno al tema criminal o policial. Desde Secuestro Express hasta La hora cero, pasando por la obra más reciente de Carlos Malavé (Las caras del diablo I y II, El último cuerpo), el imaginario del policía y el malandro sigue gozando de buena salud en la mente de nuestros cineastas. Y goza de las preferencias de nuestro público".
¿No podría, entonces, hablarse de estancamiento temático?
"Cuando escucho a alguien quejarse de un supuesto estancamiento temático del cine venezolano, el viejo cliché de que nuestro cine es solo prostitutas, policías y malandros, usualmente les pregunto cuál fue la última película nacional que vio. Generalmente la respuesta es alguna película de tema criminal. El espectador venezolano se queja de esa fórmula, pero ¡cómo le gusta!".
¿Cómo clasificarías tu cine dentro de la oferta venezolana?
"Desde luego, mi cine se inserta dentro de esa corriente de búsqueda y exploración de nuevos temas, pero también de nuevas formas y géneros del cine venezolano actual. Mi cine se inscribe dentro de una corriente muy latinoamericana y que ha tenido unos cuantos brotes en la historia del cine venezolano, pero que ha sido más bien escaso o raro: la comedia de humor negro, la farsa, el Gran Guiñol. Hay pocas películas de humor negro en el cine criollo, exceptuando el cortometraje. Y creo que no se hacía una desde Domingo de resurrección".
¿Dónde identificas las debilidades del cine venezolano?
"Después de alcanzar un gran nivel técnico en la última década, nunca nuestro cine se había visto y escuchado tan bien, estamos empezando a experimentar una suerte de estancamiento estético y tecnológico".
¿A qué atribuyes ese estancamiento?
"Yo lo atribuyo a la conjunción del éxodo de nuestros técnicos y la falta de formación de una generación de relevo. Cada día son menos los directores de arte y fotografía con los que trabajar en Caracas. Consecuencia de la crisis económica, muchos han decidido irse al exterior y eso se notará en nuestras próximas películas. Temo que dentro de poco comenzarán a parecerse mucho entre sí".
¿Qué se está haciendo desde la academia para reforzar esas áreas?
"Si no contáramos con unas cuantas escuelas de cine, como la Escuela de Medios Audiovisuales de la Universidad de los Andes o la Escuela Nacional de Cine en Caracas, entre otras, el panorama sería desolador. Pero la formación no es suficiente. Por otro lado, también consecuencia de la crisis, ha bajado muchísimo el nivel de producción en cuanto a cantidad, lo que en un muy corto plazo incidirá en la asistencia de público a ver cine venezolano".
Autores que buscan su público
¿Venezuela está haciendo el cine que quieren los directores o el que espera el espectador?
"Es curioso, pero siento que el nuevo cine venezolano es un cine de autor que está en la búsqueda de un público. Por ejemplo, el cine queer venezolano está hecho con los espectadores LGBT en mente. Y como nuestros autores saben que tendrán un público más o menos seguro, se permiten conservar su sello autoral y tomar riesgos narrativos y estéticos".
El Zulia es la cuna del cine en Venezuela. ¿Satisfecho con la producción que se hace allá?
"En el Zulia, como en otras regiones del país, en especial Mérida , se está gestando un movimiento cinematográfico que no por regional es menos universal. En Maracaibo ya tenemos una importante autora, Patricia Ortega, cuya obra ha sido reconocida nacional e internacionalmente. Falta muy poco para que el cine regional se afiance como movimiento".
¿Complacido con los resultados de 3 Bellezas?
"Mucho. 3 Bellezas lo tenía todo para resultar un fracaso estrepitoso en taquilla. Es una película muy crítica de un tema idiosincrático venezolano, el de la belleza femenina, y la sociedad venezolana, en su mayor parte, es poco tolerante con la crítica. Además, la crítica es en clave satírica y sabía que eso podía no gustarle a cierto público. El venezolano se ríe de todo, salvo de sí mismo. Finalmente, el humor de la película no es el típico humor venezolano. Para mi sorpresa, en un año caracterizado por una debacle en la asistencia de público del cine venezolano, 3 Bellezas se mantuvo entre las más taquilleras del año y encontró su público natural entre los jóvenes. Ha ganado una veintena de premios nacionales e internacionales y encontró distribución e exhibición internacional. No puedo quejarme".
¿En qué historia estás trabajando?
"El largo proceso de producción de 3 Bellezas me alertó sobre el significado de aquel dicho de no poner todos los huevos en una misma cesta. Con esto quiero decir que no estoy trabajando en una sola historia, sino en varias. He adquirido los derechos de un libro y de un nuevo guión. Al mismo tiempo estoy escribiendo yo mismo un par de historias más. La idea es mover varios proyectos al mismo tiempo y como vaya viniendo iremos viendo. Eso sí, siento una necesidad imperiosa de filmar en Maracaibo".
@llabanero
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