Indocencias
Maestros
José Joaquín Burgos Cronista de Valencia
La tarde del martes pasado fue inolvidable. Única para recordar en más de medio siglo. Un homenaje a los maestros que trabajan para la Gobernación. Sin rimbombancias, pero con cariño, con sencillez y sin la pintura partidista que suele dársele a tales actos. Definitivamente, los días y gestos romuleros pasaron, sino al olvido del todo, por lo menos a la indiferencia. Y eso le da un nuevo valor, un aliento a lo que significa servirle a la República y no a un sector particular.
Cuesta decirlo, pero en nuestra siempre golpeada y dolida patria, disfrutar (sí, disfrutar) de las mieles del poder en la docencia era ser adeco o copeyano. Y todavía hay unos cuantos que así lo piensan. En esa época, los docentes estaban (o estábamos) condenados a no ascender o ni siquiera en el pago de escalafón, como me sucedió a mí, a quien anclaron en el tercero (de 13 a 16 años) y hasta me jubilaron sin pagarme retroactivo jamás. Otras cosas podría añadir a mi hoja personal, pero lo que motiva estas Indocencias es la experiencia vivida el pasado martes en la Villa Olímpica, cuando la Gobernación del estado rindió homenaje, en un sencillo y a la vez conmovedor acto de reconocimiento a sus directores de escuelas regionales (que son bastantes, por cierto).
Directores maduros, veteranos unos cuantos y llenos de juventud otros, todos alegres, con el entusiasmo y el afecto de quien luce satisfecho. Con razón mi compañero de crónicas y libros, el Prof. y director de Educación de Carabobo, Joaquín Alí Campos, lucía entusiasmado y contento, porque bien se lo merece… Y de ñapa, porque también es necesario decirlo, en el homenaje fuimos incluidos y asistimos como invitados especiales: la doctora Laura Antillano, ganadora este año del Premio Nacional de Literatura; el Prof. J.M. Monzón, del Premio Nacional de Danza y yo, el pedrogualense oloroso a pueblo, a familia amada y a cronista humilde. Nos aplaudieron mucho, sentimos mucho amor y solidaridad. Y vivimos, de corazón, el entusiasmo, la alegría, la fuerza docente que late en el corazón de estos insignes maestros… A mí me aguardaba otra hermosa reunión que viví el miércoles en ese mundo maravilloso de la educación, la fe y el amor infinito de Dios que es el Colegio Don Bosco… pero ésa es otra historia que echaremos después…
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