Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

miércoles, 13 de enero de 2016

Los debates doctrinarios y la lucha por el poder pueden esperar. La lucha contra el hambre no


Prioridades del pueblo en la Asamblea

Los debates doctrinarios y la lucha por el poder pueden esperar. La lucha contra el hambre no

ÁLVARO MONTENEGRO FORTIQUE |  EL UNIVERSAL
lunes 11 de enero de 2016  12:00 AM
El martes 5 de enero, al final de la mañana, Venezuela entera entró en un pasmoso estado de vigilia. Fue impresionante observar cómo las calles de todo el país se fueron vaciando lentamente, y cómo se encendían paulatinamente los televisores en todos los hogares y comercios del territorio, para ver en vivo el acto de instalación de la nueva Asamblea Nacional. El cuerpo social completo se transformó en un televidente absorto, como en trance, sin poder despegar sus ojos de la pantalla, disparando sin saberlo los ratings de audiencia hacia unos números inusuales en ese horario. 

En la atmósfera se respiraba un aire extraño, una mezcla de expectativa con ansiedad y tensión. Se sentía un pesado silencio. Todos estaban muy concentrados enfrente a sus televisores, pendientes de lo que pudiera pasar en los próximos minutos. Parecían estar examinando con especial detenimiento cada movimiento que apareciera en sus aparatos, sacando conclusiones de los gestos, de la menor seña, de las miradas que cruzaban el escenario. Bajaban la intranquilidad señalando el nombre de los protagonistas más populares del acto, y adivinando el nombre de los otros. Era como si la Vinotinto estuviera comenzando a jugar el partido decisivo en una final mundialista, y faltara aire para respirar.

Esto sucedió porque los ciudadanos que sufragaron con una participación excepcional en las elecciones del 6 de diciembre, para elegir a los diputados que legislarán durante los próximos cinco años, necesitan con urgencia escuchar soluciones a sus problemas duros, a sus sufrimientos crónicos. El clamor electoral expresado en las urnas fue un grito por la búsqueda de remedios efectivos, a la enorme crisis económica y social que vive el país. El ama de casa no quiere hacer más colas para comprar los productos básicos, el taxista quiere encontrar rápidamente la batería para su carro, las familias no soportan sufrir más por la escasez de medicinas para el padre hipertenso, la madre necesita conseguir leche y pañales para su bebé. Todos anhelan vivir en ciudades más seguras, donde sus hijos puedan salir a la calle sin miedo a ser asaltados. Esas son las prioridades del pueblo en la Asamblea Nacional.

En consecuencia los partidos políticos deben, si quieren cumplir su responsabilidad con los electores, aportar todas sus energías y disposición para solucionar efectivamente los problemas del venezolano. Pueden comenzar por discernir claramente las prioridades de los ciudadanos, y dejar sus pleitos para después que resuelvan el aprieto de la escasez de comida. Todos los hombres políticos tienen derechos muy válidos, tienen permitido no estar de acuerdo en el modelo de sociedad en la que debemos vivir, disentir sobre el rol del Estado y de los poderes públicos, pero en primer lugar deben solucionar los problemas que más afectan a sus representados. Los debates doctrinarios, la legítima lucha por el poder y sus propias ambiciones pueden esperar. La lucha contra el hambre no.

La instalación de la nueva Asamblea Nacional quedará para la historia como un espectáculo muy llamativo. Parecía una obra de teatro con un guión escrito por un especialista en novelas de suspenso. Pero, ¿qué pasaría si en los próximos capítulos la fracción parlamentaria del gobierno y la de la oposición se tienden la mano, pensando únicamente en las prioridades del pueblo para, por ejemplo, aprobar unos créditos adicionales que sólo puedan movilizarse por un fideicomiso en bancos del Estado, con reglas estrictas que eviten la corrupción, para solucionar el urgente problema de la alimentación? El final no lo sabemos, pero anotamos que si los diputados no ubican las prioridades del pueblo, en el mediano plazo serán ellos también culpables de la crisis.

alvaromont@gmail.com

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