Albersidades
Calma y cordura
Peter Albers
Conozco a Henry Ramos desde hacen muchos años. Alguna vez requerí sus servicios como abogado; juntos compartimos mesa directiva en una entidad financiera; todavía no había cruzado el túnel de La Cabrera. Somos amigos, respeto mucho su trayectoria como político, admiro su capacidad y sagacidad para moverse en ese mundo trapacero y engañoso, su valor para enfrentarse a los matones del gang bolivariano, su habilidad para eludir trampas descabelladas.
Pero todavía quedan venezolanos que aún creen en ese líder que se convirtió en el falso dios que nos traería “la mayor cantidad de felicidad posible”, con la ayuda interesada de quienes vieron en tal ídolo con pies de barro un filón del cual podrían extraer enormes ganancias. Y esos venezolanos merecen que sus creencias, al igual que las del resto de sus compatriotas, sean respetadas. Al menos hasta que se convenzan de la falsedad de tal dios y entonces ya sean ellos quienes arrojen al pozo del olvido al gran estafador. Pero si queremos atraerlos a nuestra causa debemos tratarlos como hermanos y compatriotas. Las acciones que conduzcan a alejarlos, irrespetando sus creencias y arrojando a sus ídolos por el barranco, solo arrojarán más leña al fuego que queremos apagar.
El retiro de la iconografía del nefasto comandante y de todo lo que contribuya a mantener el culto a su personalidad, solo servirá para alejarlos más de la causa democrática. Solo resultará en una mayor altura del muro que nos divide.
El derribo de las imágenes del extinto comandante de la sede de la Asamblea Nacional ha podido llevarse a cabo discretamente, sin testigos y de manera que solo los más observadores pudieran notar el cambio en el decorado del respetable edificio. Expresiones como “llévense toda esa vaina a Miraflores o al aseo”, hieren en sus sentimientos a venezolanos que mañana podrían actuar como fanáticos religiosos, cuyos iconos han sido lanzados a la hoguera. Ese “no quiero ver eso aquí”, conjugado en primera persona, sonó un poco como si de un Diosdado cualquiera se tratara, mandando a su antojo en “su” recinto parlamentario.
Los venezolanos esperamos la reconciliación entre todos, sin distingo de preferencias políticas. Y estamos viendo cómo muchos opositores celebran los desplantes del nuevo Presidente de la Asamblea, utilizando métodos muy parecidos a los utilizados por su antecesor, muy criticados por quienes ahora tienen la mayoría. Tildar de borracho a un diputado, sin tomar en cuenta su edad ni su trayectoria, es una falta de tacto político que puede traer consecuencias negativas para esa reconciliación, amén de que significa una falta de respeto a su dignidad como ser humano, con sus cualidades y defectos.
Los venezolanos esperamos justicia, que el daño causado al país sea reparado por quienes lo expoliaron, que el castigo caiga sobre los delincuentes con inmunidad parlamentaria, que la dignidad retorne al recinto de la por ahora llamada “Asamblea Nacional”. Pero las acciones con visos de retaliación, de irrespeto al vencido, de ensañamiento vengativo, no ayudan en nada a la reconciliación y la vuelta a la tarea de buscar entre todos un rumbo que nos lleve a la posición donde merecemos estar: entre los países avanzados, democráticos, igualitarios y respetuosos de todos los ciudadanos.
Tal vez, luego de pasada la euforia vuelva la ponderación y el buen criterio a la gran masa de venezolanos que deseábamos este triunfo. La “calma y cordura” que una vez pidió López Contreras luego de la muerte de aquel otro dictador.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers
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