En Saint Tropez, Francia, falleció Eduardo Santaella quien deja en su obra arquitectónica y paisajística el parque Fernando Peñalver y otros espacios que embellecieron a Valencia durante las administraciones del gobernador Henrique Salas Römer y el alcalde Paco Cabrera.
Santaella nacido en Caracas en 1929, se graduó de ingeniero en la Universidad Central de Venezuela y luego de arquitecto paisajista en la Universidad de Harvard. En los últimos años se residenció, con su familia, en el sur de Francia donde fue tratado por cáncer de piel.
Tenía 30 años trabajando en Estados Unidos, asociado a algunos de los más destacados arquitectos paisajistas de ese país, cuando su amigo, Henrique Salas Römer, iniciándose en el cargo de gobernador del estado Carabobo, lo invitó para que viniera a hacer trabajos de paisajismo que cambiaran la imagen de nuestra ciudad. Lo animaba sobre todo construir unportentoso parque que, al servir de pulmón vegetal y sede para conciertos al aire libre, le diera a Valencia la dignidad que por su significación histórica merecía.
El proyecto, iniciado en 1990, incluyó además del parque Fernando Peñalver, la rehabilitación de espacios públicos como la Redoma de Guaparo, la avenida Los Colegios, el polideportivo Misael Delgado, el embellecimiento del entorno vegetal de los enlaces de la autopista y, por último, los arcos virtuales (reminiscentes del Arco de Carabobo) que diseñados por el arquitecto paisajista norteamericano, James Reeves, Santaella implantó, con sus 14 banderas centrales (Una por cada municipio), en cada acceso vial a Carabobo. También hizo en Valencia obras en compañía de Fernando y Sara Atiénzar,quienes a su llegada, habían iniciado la restauración del casco histórico de Puerto Cabello.
En el sitio donde está el parque, al lado de la Autopista del Este, solo había una escasa vegetación y una casita de bahareque debajo de una arboleda, donde vivía un señor que criaba ovejas, no chivos como se decía. En un arduo trabajo fueron trasplantados árboles transportados de otros lugares. Allí hay árboles típicos de Carabobo, camorucos y merecures, para complementar el bosque original.“No quise plantar árboles frutales, como el mango, porque ‘les caen a piedras’ ”.
“Para concebir algo como el parque Peñalver -decía- fue necesario meterse en el terreno. Verlo, sentirlo, pisarlo. Ese parque se hizo -según lo que yo entendí- atendiendo a lo que pedía el terreno, para devolvérselo al hombre que se lo había quitado.
Entre tantos aciertos, por recomendaciones de Salas Römer, para que los árboles y el resto de la vegetación estén siempre verdes, fueron perforados pozos para regar todo el parque lo que incensaría el agua tratada.
En la entrevista comentada, Eduardo Santaella dejó este mandato, “Hay que recordarle a las autoridades que, independientemente de los cambios políticos, ese parque debe ser respetado porque no fue improvisado y porque constituye el símbolo más útil que tiene la ciudad de Valencia. Yo no hice el parque Negra Hipólita. Soy el creador de un parque totalmente distinto que lleva el nombre de Fernando Peñalver, primer gobernador de la provincia de Carabobo, en 1825”.
Hace pocas semanas, en un breve email enviado al escritor Alexis Ortiz, quien le había pedido un testimonio de su experiencia en Carabobo, Santaella le escribió estas generosas palabras:
“El tratamiento (al que estoy sometido) es largo y doloroso, afectando, además, todos mis sentidos, por lo es imposible para mí preparar el escrito solicitado… Basta decir que los años de trabajo con Henrique fueron posiblemente los mejores de mi vida profesional. Pocas veces se encuentra un “cliente” con su visión y determinación. Siempre dije que para el éxito de un programa de obras públicas hay que contar con la voluntad política, los recursos financieros, y el compromiso de mantenimiento. Con Henrique fue un placer trabajar bajo todas estas condiciones.”
Estamos en deuda con Eduardo Santaella. Siempre lo recordaremos como uno de los grandes benefactores de Valencia a la que, en momentos inolvidables, la embelleció amorosamente.
Versión ampliada
* Tomado de su columna, Valencia hoy y después, publicada en el diario El Carabobeño
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