Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

miércoles, 20 de enero de 2016

Muere Ettore Scola, clásico del cine italiano Fiel retratista de Italia, con él se despide un cine militante, un cine que hablaba con y sobre la calle


Al cine italiano se le han acabado los clásicos. Y a la gente de pie,
la que sufrió a Berlusconi en Italia y a cualquier político populista 
en el resto de Europa, la que aún vive haciendo equilibrios por
encima del vacío de la crisis económica, se les ha muerto su
caballero andante. Anoche falleció en Roma a los 84 años
Ettore Scola, y con él se despide un cine militante, un cine
que hablaba con y sobre la calle. De la generación de creadores
que catapultaron el cine italiano en la segunda mitad del siglo
tan solo quedan vivos los hermanos Taviani, pero la huella de
Scola es más profunda, humana y sobrecogedora. A Scola le
importaba, y mucho, según confesaba, ser una buena persona,
y por eso sus películas destilaban bonhomía, algo que a la
generación actual de estrellas autorales de su país nunca les
ha preocupado: mientras ellos alimentan su ego, Scola animó el
ego del pueblo. Ha muerto el rojo Scola.
Scola (Trevico-Avellino, 1931) amó Italia, y fue su más fiel retratista,
pero su país natal no le correspondió igual en las últimas décadas.
“Para hacer una película debes amar la ciudad o el país donde
transcurre, y yo no siento amor por Italia. No la odio, pero sí
que me invade la tristeza”, le contó a este periodista en 2009, en 
un viaje en coche de Madrid a Valladolid en cuyo festival iba a 
recoger la Espiga de Oro de Honor de la Seminci. Muchas de 
sus críticas se dirigían hacia Silvio Berlusconi, entonces en el 
poder. “Ni los políticos ni los intelectuales hemos hecho lo 
suficiente para encararlo, para pararlo. Lo peor es que Italia 
no mejorará si muere Berlusconi. Su ideología está ya enraizada”. 
En su lucha contra los falsos héroes, el cineasta siempre defendió 
el enfado como un arma muy útil para apoyar sus reivindicaciones 
ideológicas. “El interés privado, el egoísmo, siguen por encima 
del rigor y la solidaridad. Así que las reivindicaciones de los 
sesenta siguen tan vigentes hoy como entonces”, decía al 
presentar en 1997 Historia de un pobre hombre. “El pesimismo 
es mucho más progresista que el optimismo, encierra más fe 
en el futuro. El optimismo es cosa de beatos”.
El director nunca se declaró líder de nada, y en cambio marcó
a espectadores y cineastas, como, en España, Fernando León.
“El cine es un arte de equipo. Militante es una palabra que nunca
me ha gustado. En el trabajo que hago se transmiten mis ideas;
si no, no sería una obra de autor. Cuando filmo películas
específicamente políticas, incluso documentales para el Partido
Comunista, están en ellas mis convicciones estéticas. Y en el
cine que parece más profesional, como en Un italiano en 
Chicago están mis convicciones políticas".
Sus últimos años los ha pasado leyendo a los clásicos griegos y
latinos, y su último trabajo tuvo mucho que ver con ese respeto
a sus mayores: en el documental Qué extraño llamarse Federico 
(2013), Scola repasaba la figura, desde la admiración, de quien 
consideraba su hermano mayor, Federico Fellini. Coincidieron 
trabajando a finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta 
en la publicación satírica Marc’Aurelio, y las ilustraciones de 
Scola, elegantes, sintéticas, parecían en las antípodas de aquel 
barroquismo deformado que impulsaba la imaginería de Fellini: 
y sin embargo allí había dos almas gemelas, amantes de Italia, 
unidos en su repulsa a cualquier acción que significara actividad 
física, como el fútbol o nadar (ninguno sabía). El trío lo completó 
el guionista Ruggero Maccari. “Con Fellini no podías insistir”, 
contaba en ese documental. “Aun así le convencí para que 
hiciera de sí mismo en Una mujer y tres hombres,pero me 
puso una condición: ‘Nunca me filmes desde atrás. Se me ve 
la calva”.
Scola llegó al cine en los cincuenta, y empezó escribiendo 
guiones como negro de otros autores, tras haberse licenciado 
en Derecho. Su primer compañero de aventuras cinematográficas 
fue, por supuesto, Maccari. Como director debutó en 1964 
con Se permette parliamo di donne, y al año siguiente ya 
había logrado cierta consideración con El millón de dólares 
El diablo enamorado. Su gran década es la de los setenta: 
El demonio de los celos (rodada en Madrid con Manolo Zarzo),
Un italiano en Chicago, Una mujer y tres hombres, Brutos, 
feos y malos, Buenas noches, señoras y señores y su película 


más conocida: Una jornada particular. “En el cine hay que 
sacar algo nuevo de cada persona, como en ‘Una jornada 
particular’, donde Sofia Loren encarnaba a una mujer malcasada 
y aburrida y Marcello Mastroianni a un periodista homosexual 
[ambos eran vecinos y la película transcurría durante la visita 
de Hitler a Roma en 1938]. Me interesan más los diferentes que 
los iguales. Yo nunca trabajé una vez con un actor, sino que 
repetía mucho. Porque cuanto más les conoces, más les sacas. 
Gassman era el más inteligente”. Mastroianni fue candidato al 
Oscar por ‘Una jornada particular’, y la película, a la estatuilla 
al mejor filme de habla no inglesa, premio al que aspiraron 
trabajos de Scola en otras cuatro ocasiones.
En los ochenta y noventa, asentado como cineasta de prestigio,
siguió con su mirada a la historia y a Italia a través de personajes
muy humanos y a menudo anónimos: La terraza, Entre el amor 
y la muerte, La noche de Varennes, Macarroni, La familia, 
Splendor, ¿Qué hora es?, Mario, María y Mario, Historia de un 
pobre hombre, La cena, y ya en 2001 Competencia desleal.
En 2003 pareció despedirse con Gente de Roma, con la que
el napolitano subrayaba, agradeciendo a sus edificios y a sus
habitantes, la importancia de esa ciudad en su vida y en su
carrera, donde devino en habitual personaje secundario. Pero
faltaba la despedida, una década después, a su amigo Federico.
Con humor y admiración aseguraba que el recuerdo imperecedero
“es una fuga que se les permite solo a los grandes: Dante,
Maquiavelo, Leopardi, Fellini. Solo ellos consiguen huir de la muerte,
refugiándose en la inmortalidad”. Desde anoche, junto a esa
pléyade, ríe Ettore Scola.


FILMOGRAFIA SELECCIONADA


‘Se permettete parliamo di donne’ (1964)
‘El millón de dólares’ (1965)
‘El diablo enamorado’ (1965)
‘El demonio de los celos’ (1970)
‘Un italiano en Chicago’ (1971)
‘Una mujer y tres hombres’ (1974)
‘Brutos, feos y malos’ (1976)
‘Buenas noches, señoras y señores’ (1976)
‘Una jornada particular’ (1977)
'La terraza' (1980)
‘Entre el amor y la muerte’ (1981)
‘La noche de Varennes’ (1982)
'La sala de baile' (1983)
'L'addio a Enrico Berlinguer' (1984)
‘Macarroni’ (1985)
‘La familia’ (1987)
‘Splendor’ (1989)
‘¿Qué hora es?’ (1989)
'El viaje del capitàn Fracassa' (1990)
‘Mario, María y Mario’ (1993)
‘Historia de un pobre hombre’ (1995)
‘La cena’ (1998)
‘Competencia desleal’ (2001)
‘Gente de Roma’ (2003)
'Qué extraño llamarse Federico (2013)

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