El lugar común
La Patria ahora es la gente
Simón García
En su discurso de toma de posesión, Henry Ramos, esbozó con buen tino la misión de esta AN y la ruta legislativa para este año inaugural. Esa visión nos permite confiar que la minoría oficialista no logrará imponer una línea obstruccionista ni operaciones de distracción.
La guerra de los retratos es un incidente anecdótico. Pero revela la capacidad gubernamental para aprovechar cualquier descuido. Muestra también el despropósito de la cúpula oficialista de equiparar la figura del Libertador con la de Chávez, equivalencia que les permita darle usos partidistas subalternos.
Los militantes del Psuv pueden convertir al ex presidente en objeto de adoración religiosa. Es de su fuero interno. Pero no pueden pretender que la sociedad venere a una persona, no sólo rodeada de polémicas y apreciaciones conflictivas, sino que es manejada como símbolo de una ideología y un adoctrinamiento contrarios, tanto al espíritu republicano como al legado del Libertador que funda nuestra nacionalidad.
El padre de la patria es uno. La exaltación de Chávez nunca debió llegar a forzar a la Fuerza Armada a que prácticamente suplantara a Bolívar con una lealtad a quien la historia convertirá “en un gobernante de turno”, juicio benévolo por respeto a los millones de venezolanos que mantienen un sensible vínculo afectivo con el ex presidente.
Ni Chávez ni ningún Presidente de la República debe estar en las oficinas públicas y menos en las aulas de clases que deben preservarse como espacios libres de proselitismo y disputas partidistas.
La experiencia histórica indica que cuando todo un aparato burocrático convierte en fin del Estado agigantar las virtudes y borrar los errores de un líder único, estamos ante un proyecto autoritario que se propondrá ejercer el poder total para controlar toda la sociedad. Esta degradación de gobernante a autócrata explica que un descabellado Diosdado dictamine que el poder legislativo no va a recibir un céntimo para pagar nómina o que sus leyes no van a ser obedecidas.
La pérdida general de realidad puede llevar a Maduro y al Ejecutivo a colocarse por encima de la Constitución Nacional y las leyes, como chilla Cabello. Pero hay matices, cambios de acento y tímidos enfoques que indican que no todos en el Psuv comparten la ruptura total con la democracia. La incógnita es: ¿podrá venir un fuerte movimiento interno tras el propósito de recomponer el modelo y aceptar la democratización del poder que iniciaron casi ocho millones de electores?
Por su parte, las fuerzas democráticas de cambio tienen que aferrarse a las prioridades definidas por los 112 diputados. Si el Gobierno persiste en hablar del pasado, dejando de hacer lo que le corresponde para resolver los problemas del presente, no habrá alpargatas que valga. Ni los boliburgueses podrán sortear los efectos de la crisis.
El primer deber de la AN es proteger a los sectores más vulnerables de flagelos como la inflación. Tiene también que crear un marco legislativo que contribuya a la reconstrucción de las capacidades productivas del país y asegurar las normas que fortalezcan el desempeño institucional de todos los órganos del Estado. Simultáneamente debe honrar su compromiso de generar nuevas condiciones para la reconciliación y la convivencia entre los venezolanos, con actos como el decreto de amnistía.
La patria no es sólo el pasado o nuestros héroes. La patria de ahora es la gente y la gente somos de todos los colores. Hora de unir, no de polarizar.
@garciasim
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