Indocencias
Mireya
José Joaquín Burgos
José Luis Curvelo hijo, como buen heredero del padre lleva un recado de brujería en sus alforjas. Brujería de hacer bien, se entiende. Así como su padre, que dejó sembrada en Valencia una herencia de generosidad que es un orgullo para la ciudad. Este brujo junior, desde luego, tampoco cobra nada por sus generosas entregas, y suele hacerlo cualquier día de la semana como el sol, que también trabaja los domingos como un peón cualquiera… Ahorita anda, precisamente, sembrando recuerdos del poeta Héctor Cipriano Villalobos que se entregó a Valencia de por vida y se fue para la eternidad, con un dolido adiós, hace unos días…
De eso hablábamos, en la mañana del domingo, hace dos semanas, cuando de pronto, como un regalo mágico, el día se nos hizo llovizna, relámpago, torbellino, exhalación, suspiro, poesía, nostalgia, inspiración, regreso, luz, relámpago… Sencillamente llegaron como dioses del Olimpo (todos los amigos son dioses del Olimpo, es decir, poetas) a mi humilde casa, y comenzó a cantar la vida su canción más hermosa. Nada menos que Mireya Chirinos y su Ángel guardián Víctor Chirinos, mi amada poeta hija del alma María Alejandra Rendón y Álvaro, su padre, otro poeta disfrazado de lluvia o de relámpago imposible… Fue una fiesta del alma para Licelia y para mí en la isla de soledad que habitamos… Hasta podría decir que ese domingo comenzó a vibrar como la campana del Parantaraí de Efraín Inaudy Bolívar en el mítico paraíso de la Guayana… La voz de Mireya (acompañada por el cuatro de Víctor) desgranaba torrentes interminables… una verdadera parranda sin alcohol ni humo de cigarrillos… en la humildad inmensamente feliz de los muchachos que éramos, en esos instantes, hijos de la magia que brota de la voz de Mireya cuando desborda sus cántaros llenos de la poesía sagrada de su alma, que es su música…
Nota volandera ésta, feliz de haber brotado en ese domingo de fantasías. Y me place, íntimamente, haberla sentido y escrito inesperadamente. Mireya Chirinos, señorial, infinita en el vuelo de su voz pura y mágica, es eterna, es latido del alma valenciana en el compás de su corazón. Dios y la Virgen bendigan, para siempre, Mireya, tu voz, tu señorío, tu bien ganada gloria. Gracias, Perico, latido de la fraternidad.
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