Albersidades
Nacho
Peter Albers
Mucho revuelo causó en su momento el discurso de Miguel Ignacio Mendoza, mejor conocido como “Nacho”, en la Asamblea Nacional el 12 de febrero pasado, Día de la Juventud. Hace apenas una semana de eso, y ya el revuelo ha pasado. Es que las angustias de cada día nos hacen frágil la memoria corta, y el diario afán por conseguir el alimento, la medicina, el repuesto, o la paz, nos hacen pasar prontamente las páginas a las cuales deberíamos regresar para encontrar en ellas un poco de esperanza y ánimo para seguir nadando contra la corriente del deterioro del país en general, y de nuestra propia degradación como ciudadanos de un país que una vez fue próspero y pujante.
A pesar de confesarse nervioso al inicio de su discurso, Nacho se movió como pez en el agua en el estrado de la Asamblea Nacional, al igual que desde hace años lo hace en los escenarios faranduleros. Dividió su alocución en dos “párrafos”, como él mismo los llamó. El primero, “desde el origen de mis emociones; consciente pero disgustado”; el segundo “desde la meditación y la calma”. Seguidamente explicó su renuncia a la imparcialidad, que atribuyó a una cobarde “ni-ni”, y se declaró decididamente opositor al régimen, que luego atacaría señalando la podredumbre que, según dejó entrever, ha podido palpar en el mundo oficialista para cuyos miembros ha actuado como cantante y autor. Opulencia, lujos, derroches y despilfarros, posibles todos gracias al enriquecimiento desorbitante a costa del dinero del pueblo, fueron denunciados con la precisión de un bisturí manejado por un diestro cirujano que deja al descubierto tumores malignos, purulencias y putrefacciones ocultas bajo una piel de “dignidad y dedicación al pueblo para lograr la mayor suma de felicidad posible”, cuando esta dedicación es en realidad a la mayor suma de bienestar posible para ellos y sus allegados.
Irreverente a veces, incisivo otras, certero en sus disparos casi siempre, Nacho hizo las delicias de los opositores, quienes, al igual que los “gobierneros”, no podían terminar de asimilar que el joven orador, sospechoso de farandulero, tuviera la claridad de criterio y la cualidad de orador con que apabullaba a éstos y complacía a aquellos. Los medios de comunicación difundieron ampliamente esta primera parte del discurso de Mendoza, tuiteros y fanáticos del Facebook se regodearon a más no poder con los trapos que Nacho les sacó del cesto de la ropa sucia a los jerarcas del régimen, incluidos los llamados “boliburgueses”, para tenderlos a la vista de todos.
Criticó el lenguaje “del presidente anterior y el de turno, que los chavistas se empeñan en señalar que son uno solo, y no lo son, que ha sido determinante en la pérdida de la cortesía, de los protocolos, de la educación y de los modales” y se lamentó que nuestro país, lleno de bondades, se haya convertido en territorio de delincuentes, y que los venezolanos seamos potenciales presas de ellos.
Pero la segunda parte de su intervención fue más relevante: si la primera señaló aspectos negativos que enlodan al país y nos avergüenzan ante el mundo, la segunda fue un canto de optimismo y fe en el futuro. Aconsejó a los jóvenes vivir el hoy pensando en el futuro, expresó su confianza en el porvenir y su fe en las potencialidades del venezolano en su propia tierra.
Lamentablemente, ese segundo “párrafo” no tuvo la misma difusión, tal vez por ser menos sensacionalista que el primero. Esas palabras de aliento fueron lo mejor de su discurso. No dejemos que caigan en el olvido.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers
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