Indocencias
Cuatrero
José Joaquín Burgos Cronista de Valencia
Alvaro Rendón, el papá de las morochas poetas María Alejandra y María Laura me lo dijo así, escuetamente. “Es un grupo que puede , que debe llamarse, así, simplemente: Cuatrero”. Y nos dispusimos a esperarlos, para honrar al domingo con ellos y, por lo menos, escuchar algunos relatos suyos… ¿viajeros, aventureros, llaneros, estudiantes? Me sorprendía, sí, la firmeza afirmativa de Alvaro: “Y yo lo creo el número uno… o por lo menos el segundo”. Llegaron puntualmente. Tres muchachos. Saludaron con sencillez, como debe ser. NI siquiera bebieron café. Retoñó en la memoria el recuerdo de mi compadre Tomás Montilla con aquel verso de Arvelo Torrealba. ¿Qué tendrá el cedro del cuatro/ tan seco y echando flor…? Mire, cámara: yo no sé (como dice el poeta Héctor Gustavo Alvarado) dónde aprendió usted tanta magia. No es cuatrero el grupo. Es magia pura. Música en el más digno, máximo y mágico sentido… Uno ha escuchado virtuosismos puros, voces maravillosas, manos que aletean como mariposas del Olimpo y son capaces de acariciar los relámpagos de la eternidad con la cadencia de su propia tempestad musical… pero de eso a escuchar a este muchacho mágico Nelson González ya la trocha es infinita. De modo que así como la dulzura infinita de Mireya Chirinos nos embrujó la casa hace pocos días, Ahora llegaron Nelson González, Johan Gil y Eddy (Cotejo) Díaz y embrujaron la casa tanto, que hasta la moribunda mata de guayabas que anda raquítia con este veranon, se alborotó como si estuviera llena de pájaros y de frutas en sazón… Es magia pura, vale. Hay que tener una inmensa suerte para escuchar a este prodigioso Nelson y releer, con puro oírlo, los torrentosos ríos del joropo cruzando sabanas mágicas, o bordoneando compases mirandinos, orientales, sureños… evocar el señorío que despierta nostalgias en los fraseos de la “Dama Antañona” de Francisco de Paula Aguirre… el tintineo metálico infinito, pegajoso, del joropo mirandino… magia pura, vale, dedos mágicos y corazón noble… Definitivamente los dioses de la música florecen y sueñan los domingos… sobre todo cuando las manos de Nelson González acarician el cuatro…
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