9 MARZO 2016
(ZENIT – Ciudad del Vaticano). – Lo que hiere más al pueblo cristiano es el apego del clero al dinero, mientras que lo que le hace feliz es el pan compartido. El padre Ermes Ronchi lo aseguró en la meditación del miércoles por la mañana en los ejercicios espirituales al papa Francisco y a la Curia romana en Ariccia.
La transparencia de los bienes de la Iglesia y la cuestión más amplia de la lucha contra el hambre y el derroche de la comida han sido dos puntos claves de la sexta predicación del padre Ermes Ronchi al papa Francisco y a la Curia Romana.
“Hay personas tan hambrientas que para ellos Dios no puede tener más forma que la del pan”. Así abrió la predicación de este miércoles por la mañana. La vida inicia con el hambre, “ser vivo es tener hambre”. Y si la mirada se amplía, está el hambre ‘de masa’, “el asedio de los pobres”, millones de manos tendidas que piden algo para comer, no piden “una definición religiosa”. Y la Iglesia, ¿cómo responde?, se preguntó el padre Ronchi.
Las palabras del Evangelio sobre las que el padre Ronchi reflexionó fueron las de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús “es muy práctico”. El predicador aseguró que “la operación de verificación se pide a todos los discípulos también hoy, a mí: ¿cuánto tienes? ¿Cuánto dinero, cuántas casa? ¿Qué estilo de vida? Id a ver, verificad. ¿Cuántos coches o cuántas joyas en forma de cruz o anillos? La Iglesia no debe tener miedo de la transparencia, ningún miedo de la claridad sobre los panes y los peces, sobre sus bienes. Cinco panes y dos peces”.
Y precisó el predicador: “con la transparencia se es auténtico. Y cuando eres auténtico eres también libre”. Como Jesús, que “no se ha dejado comprar por nadie” y “no ha entrado nunca en los palacios de los poderosos si no como prisionero”.
Cuando no se tiene, observa el padre Ronchi, se trata de contener, como esas órdenes religiosas que si pudieran gestionar los bienes como si eso pudiera producir esa seguridad erosionada de la crisis de las vocaciones.
Sin embargo, la lógica de Jesús es la del don. “Amar” en el Evangelio se traduce en un verbo seco: “dar”. El milagro de la multiplicación es esto, que Jesús, “no vaya a la cantidad” del pan, lo que quiere es que el pan sea compartido.
Asimismo, recordó que “según una misteriosa regla divina: cuando mi pan se convierte en nuestro pan, entonces también el poco se convierte en suficiente. Y sin embargo, el hambre comienza cuando sostengo con fuerza mi pan para mí, cuando el Occidente saciado sostiene con fuerza su pan, sus peces, sus bienes para sí”. Y aseguró que saciar la tierra, toda la tierra, es posible porque hay suficiente pan. “No es necesario multiplicarlo, basta con distribuirlo, empezando por nosotros”, subrayó el predicar. Al mismo tiempo precisó que no son necesarias multiplicaciones prodigiosas, sino vencer al Goliat del egoísmo, del derroche de la comida y del acumular de pocos.
El padre Rochi recordó que “la última pregunta será si has dado poco o has dado mucho a la vida”. De esto depende la vida, no de los bienes, aseveró.
Para concluir su predicación, subrayó que el milagro son los cinco panes y los dos peces que la Iglesia naciente pone en las manos de Cristo fiándose, sin calcular y sin quedarse cosas para sí o para la propia cena. “Es poco pero es todo lo que tiene, es poco pero es toda la cena de los discípulos, es una gota en el mar, pero es esa gota que puede dar sentido y puede dar esperanza a la vida”.
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