CRÓNICAS REPUBLICANAS / LA PÉRDIDA DE PUERTO CABELLO
Asdrúbal González
El día seis capituló ante el enemigo realista el Ayuntamiento presidido por Rafael Martínez. Trató el coronel Bolívar de resistir en El Trincherón, pero halló la tropa en desbandada. Comenzaron a llegar a la playa del puerto de Borburata los leales de la guarnición, para embarcar en el bergantín “Zeloso”. El futuro Libertador dejó atrás la ciudad perdida entre sus manos, y con pluma plena de futuros, enterró un penoso pasado. Escribió finalmente en la Relación… que dirigiera al generalísimo Francisco de Miranda; “En fin, mi General, yo me embarqué con mi plana mayor a las nueve de la mañana abandonado de todo el mundo, y seguido sólo de ocho oficiales que, después de haber presentado su pecho a la muerte, y sufrido pacientemente las privaciones más crueles, han vuelto al seno de su patria a contribuir a la salvación del Estado, y a cubrirse de la gloria de vuestras armas. En cuanto a mí, yo he cumplido con mi deber, y aunque he perdido la plaza de Puerto Cabello, yo soy inculpable, y he salvado mi honor. ¡Ojalá no hubiese salvado mi vida, y la hubiera dejado bajo los escombros de una ciudad que debió ser el último asilo de la libertad y la gloria de Venezuela! Simón Bolívar”.
“El arte de vencer se aprende en las derrotas…”, dirá alguna vez el joven Coronel. Y el ámbito geográfico, y las circunstancias del fracaso, deberán gravitar como una pesadilla para quien aprende en la adversidad. Por eso Puerto Cabello entrará en la memoria de su Comandante con un sello de fuego. El caluroso mediodía cuando recibe la novedad del alzamiento, graba en su recuerdo el nombre de Puerto Cabello para siempre… El bombardeo que los artilleros realistas inician sobre la ciudadela, el enarbolar simultáneos el castillo San Felipe y la Vigía Baja banderas encarnadas, el pánico de la población y sus munícipes, y el análisis del momento militar: la toma de conciencia de que en sus manos tiene la suerte de una causa, la vida de la Patria, la muerte cierta o el destierro o la prisión de sus conciudadanos, todo a la vez bajo el quemante sol del mediodía, serán elementos para trazar el ritmo de una epopeya cuyo escenario es el soberbio espectáculo de muros y baluartes, y cañones que vomitan metralla y balas sobre los techos, las casas, los hombres y mujeres, los niños y ancianos de una ciudad que el joven Coronel había decidido defender, porque el destino allí le señaló una cita y debía vencer, o aceptar el duro aprendizaje de la derrota.
Quien por su capacidad y empeño en vencer dificultades será Libertador de un Continente, por azar y especiales circunstancias tuvo en sus manos por seis días cruciales, la suerte de una causa, la vida de una República agonizante. Cuando Bolívar aborda el bergantín “Zeloso” con los restos de su plana de oficiales, deja a su espalda una ciudad semidestruida, abandonada por sus habitantes, traicionada por su Ayuntamiento que capitula ante los amotinados. Pero sobre todo, quedan en Puerto Cabello los lacerantes testimonios de una experiencia vital. Bolívar lo comprenderá por el resto de su vida… Venezuela se pierde en manos de un guerrero, que no por azar ni circunstancias sino por capacidad y empeño en vencer, la hará resurgir doce meses más tarde, cuando al frente de un ejército de neogranadinos, la libera en una fulgurante campaña.
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