Torrence
José Joaquín Burgos
Éramos unos muchachos, apenas. Unos muchachos entre los veteranos. Yo venía de los sueños, donde todavía suelo estar de vez en cuando. Así me habían formado el “José Vicente de Unda”, en Guanare, Primer Colegio Federal de Venezuela (fundado por órdenes expresas de El Libertador). Y después, el rebelde Instituto Pedagógico Nacional, con esa batería de exiliados españoles y de sobrevivientes de la Guerra Mundial. Disciplina férrea, aunque no tiránica, sino específicamente intelectual. Mi inicio, en el Miguel José Sanz”, de Maturín, fue positivo, pero de todos modos me sacaron “sin aviso y sin protesto” y vine a dar al “Pedro Gual” que había soñado siempre…Aquí me encontré con Berbín, Pedro José Mujica, Mercedes Quero de Dezio, el “Negro” Juan Alberto Muñoz, Zoraida Hidalgo de Álvarez (brillante compañera de promoción), Luis Alberto Gómez Guillén, Francisco Esteban Gómez, Duilio Araujo, Dimas Segovia, Graciela Gil, Gladys Quintero de Díaz… etc… pura crema, vale, puro talento y señorío docente…robles, pilares… como usted prefiera decir.. y allí, entre ellos, otro muchacho (unos dos años menor): Miguel Torrence, flamante director del Grupo de Teatro , buen conversador, excelente lector y, para decirlo más claramente, con una posición ideológica indeclinable ante cualquier circunstancia, es decir, una personalidad de esas que honran para toda la vida. Nos veíamos frecuentemente. El, con sus amistades artísticas: Rafael Dalmau, Federico Núñez, Nina Nikanorova (mundialmente brillante y entregada de corazón a Valencia), Eduardo Moreno… Sí, Valencia, el “Pedro Gual”, Perecito, los valencianos, todo era un Ateneo, una universidad…
A Miguel, por supuesto, muchos lo estimábamos y quisimos siempre. Y algunos otros, tal vez por circunstancias especiales, lo rechazaban y negaban. Hace algunos años pagó cárcel que seguramente golpeó su personalidad con furia. Pero regresó intacto. Más maduro y curtido. Vertical en su invariable posición ideológica. Hace ocho días se nos fue. Su ausencia duele, porque no es la muerte de un viajero, sino la de un camino. Y hay caminos que duelen más allá del tiempo. Miguel
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