Indocencias
Milagros
José Joaquín Burgos
Sí. Realmente fue un milagro. Un regalo de Dios, de la Virgen, de la vida, el haberla conocido. Haber escuchado su risa de manantial, pura, dulce, incontaminada. Toda la frescura, la sinceridad, la bondad en su expresión y en sus manos tendidas para regalar la alegría serena, pura, indestructible de su juventud. Mi propia hija me lo había dicho: “Vamos, viejo… no es un bonche. estridente. Es una reunión familiar. Es el cumpleaños de Milagritos, hija del profesor Bule… Te va a sorprender su afectividad, mis hijos la quieren mucho, igual que los muchachos con quienes ella estudia. Vas a ver que es un ser especial…” Y así fue, sencillamente. Fue una experiencia inolvidable. Un grupo familiar que goza del aprecio y respeto de sus vecinos por el señorío que mantienen en su propia vida, en su actuación vecinal, en esa valencianidad tan hermosa que es la valencianidad verdadera, ajena a egoísmos y con un profundo respeto por la ciudad, por sus valores, por sus instituciones. Así, en una simple actitud de disfrute, mientras Mario disfrutaba un trago y yo una exquisita parrilla con ensalada, pasaba el tiempo… maravilloso momento bajo las frondas de un mango oloroso a paraíso terrenal… Vi al profesor Bule absorto en su momentáneo oficio de parrillero y (sin comentar nada con él ni con nadie) me vino a la memoria el recuerdo de haberlo conocido cuando mi nieto Daniel comenzó a estudiar béisbol en su escuela, en el Colegio de Abogados de Valencia, en la sede de la institución.
Allí llevaba, según supe, varios años entregándoles su pasión por el deporte y por la docencia a muchos de los hijos de los abogados. Esto fue así hasta que algún directivo mandamás del Colegio decidió acabar con la labor de Bule y crear una escuela paralela para sacarlo de las instalaciones, o mejor dicho, para botarlo… ¿sería cosa de plata? Que yo sepa (porque Mario es su abogado) Bule reclamó y el tribunal que vio el caso falló a favor suyo, pero hasta ahora la Directiva del Colegio de Abogados no ha cumplido con lo resuelto y ordenado por el ente judicial. Bule, en su recia y bien madurada educación, espera, pacientemente. Pero a uno, por razones obvias se le ocurre pensar, así, en mayúsculas: ¿Y SI EL PROPIO COLEGIO DE ABOGADOS NO CUMPLE LAS DECISIONES DE UN TRIBUNAL, EN QUÉ PAÍS ESTAMOS? ¿QUÉ ES LA JUSTICIA, ENTONCES, PARA LOS PROPIOS DIRECTIVOS DE LOS ABOGADOS? Y conste, desde luego, que nada personal tengo en ese problema, pero mi condición de educador viejo, me hace pensar y decir o escribir lo que pienso. Digo yo.
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