Chávez y Trump
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
martes 1 de marzo de 2016 12:00 AM
Aunque parezca mentira la precandidatura a la presidencia de Estados Unidos del magnate newyorkino, Donald Trump, hasta ahora arrolladora, presenta un perfil populista y autoritario que nos remite, casi inconscientemente, a la figura de Hugo Chávez. Nada más descabellado pensarán nuestros avisados lectores quienes, con buenos argumentos, podrían argüir que el accionar político del desaparecido caudillo se sitúa en las antípodas del discurso que vende el empresario de los casinos y de los bienes raíces en el cambiante mercado electoral norteamericano. Uno de izquierda, el otro de derecha, Chávez socialista, Trump liberal (en lo económico), el primero militar, el segundo civil, el venezolano "antiimperialista", el norteamericano dispuesto a reconquistar el dominio de una potencia que, pregona, se encuentra en decadencia.
Pues bien, no es tan así como lo pintan si consideramos que tanto el uno como el otro se inscriben en el bando de los outsiders, es decir, de aquellos dirigentes que, sin formar parte de las élites políticas, irrumpen en un campo que en teoría le está vedado para desplazarlas de los centros de poder. Y si ese es el caso de Chávez, el de Trump resulta un tanto más complejo porque si bien viene de "afuera" está librando su lucha desde "adentro", es decir, desde un bastión del conservatismo como lo es el Partido Republicano. En realidad Trump insurge contra el "establishment", apoyado por un masa de votantes hastiados del juego político tradicional y de una verborragia que no se traduce en bienestar para las mayorías, algo similar a las características que presenta el precandidato demócrata Bernie Sanders y sus denuncias sobre los vínculos de Hillary Clinton con Wall Street.
En realidad Trump antes que neoliberal es un típico populista que no vacila en acomodar su discurso a la necesidad del momento y al tipo de auditorio que tenga por delante y cambiarlo, si es necesario, con absoluto y total desparpajo, tal y como lo hizo Chávez cuando, siendo candidato, no tuvo problemas en reconocer que Fidel Castro era un dictador y luego de ser electo presidente referirse a Cuba como "el mar de la felicidad". Trump, igualmente, ha demostrado una falta de coherencia evidente al modificar sus puntos de vista en temas como el control de armas y un sistema de salud que, a su juicio, debe ser financiado por el Gobierno, algo que resulta un anatema desde las duras posiciones conservadoras de la dirección republicana.
Otra característica que hermana a los dos consumados show men es su hábil manejo de las emociones ante las grandes audiencias y el endilgarles a los enemigos, reales o imaginarios, en una mezcla de medias verdades y medias mentiras, las culpas de los males que aquejan a sus respectivas sociedades y al universo mundo. En el caso de Chávez era el "imperio norteamericano" y la burguesías criollas y en el de Trump, (quien no tiene reparos en manifestar su xenofobia) son los latinos, más concretamente los mexicanos y todos, absolutamente todos, los musulmanes.
Dotados de un leguaje agresivo y belicoso ambos captaron y captan seguidores cautivos ofreciendo, con simplismos reductores y promesas imposibles de cumplir, soluciones a todos los problemas. Pongamos por ejemplo el Chávez delirante que prometió la edificación de una base aeroespacial en territorio venezolano o el cambiarse de nombre si durante su gobierno quedaba un solo niño de la calle o veamos a Trump anunciando su intención de construir un muro a lo largo de la frontera, pagado por México, para evitar la entrada de ilegales y luego, contra todo pronóstico, ufanarse de tener el apoyo de las mayorías latinas, como habría ocurrido en el caucus republicano de Nevada (asambleas populares).
Existe, sin embargo, un mal en común del cual devienen todos los anteriores y ese es el talante autoritario que los lleva a buscar el control, desde el ejecutivo, sobre el resto de los poderes, algo logrado, en buena medida por Chávez y que en Estados Unidos parecería imposible por aquello del sistema de pesos y contrapesos que sí funciona y porque el establishment hará todo lo posible por evitarlo. Ahora, en lo que sí están separados por una gran distancia es en un hecho nada desdeñable: Chávez requirió el apoyo de los dineros públicos y privados para sus campañas electorales, mientras que Trump se los paga él mismo, a diferencia de aquellos tiempos en los que se los pagaba a otros. Con lo cual queda demostrado, una vez más, que ninguna sociedad está vacunada contra el virus del populismo en cualquiera de sus versiones, incluyendo la autoritaria.
@rgiustia
Pues bien, no es tan así como lo pintan si consideramos que tanto el uno como el otro se inscriben en el bando de los outsiders, es decir, de aquellos dirigentes que, sin formar parte de las élites políticas, irrumpen en un campo que en teoría le está vedado para desplazarlas de los centros de poder. Y si ese es el caso de Chávez, el de Trump resulta un tanto más complejo porque si bien viene de "afuera" está librando su lucha desde "adentro", es decir, desde un bastión del conservatismo como lo es el Partido Republicano. En realidad Trump insurge contra el "establishment", apoyado por un masa de votantes hastiados del juego político tradicional y de una verborragia que no se traduce en bienestar para las mayorías, algo similar a las características que presenta el precandidato demócrata Bernie Sanders y sus denuncias sobre los vínculos de Hillary Clinton con Wall Street.
En realidad Trump antes que neoliberal es un típico populista que no vacila en acomodar su discurso a la necesidad del momento y al tipo de auditorio que tenga por delante y cambiarlo, si es necesario, con absoluto y total desparpajo, tal y como lo hizo Chávez cuando, siendo candidato, no tuvo problemas en reconocer que Fidel Castro era un dictador y luego de ser electo presidente referirse a Cuba como "el mar de la felicidad". Trump, igualmente, ha demostrado una falta de coherencia evidente al modificar sus puntos de vista en temas como el control de armas y un sistema de salud que, a su juicio, debe ser financiado por el Gobierno, algo que resulta un anatema desde las duras posiciones conservadoras de la dirección republicana.
Otra característica que hermana a los dos consumados show men es su hábil manejo de las emociones ante las grandes audiencias y el endilgarles a los enemigos, reales o imaginarios, en una mezcla de medias verdades y medias mentiras, las culpas de los males que aquejan a sus respectivas sociedades y al universo mundo. En el caso de Chávez era el "imperio norteamericano" y la burguesías criollas y en el de Trump, (quien no tiene reparos en manifestar su xenofobia) son los latinos, más concretamente los mexicanos y todos, absolutamente todos, los musulmanes.
Dotados de un leguaje agresivo y belicoso ambos captaron y captan seguidores cautivos ofreciendo, con simplismos reductores y promesas imposibles de cumplir, soluciones a todos los problemas. Pongamos por ejemplo el Chávez delirante que prometió la edificación de una base aeroespacial en territorio venezolano o el cambiarse de nombre si durante su gobierno quedaba un solo niño de la calle o veamos a Trump anunciando su intención de construir un muro a lo largo de la frontera, pagado por México, para evitar la entrada de ilegales y luego, contra todo pronóstico, ufanarse de tener el apoyo de las mayorías latinas, como habría ocurrido en el caucus republicano de Nevada (asambleas populares).
Existe, sin embargo, un mal en común del cual devienen todos los anteriores y ese es el talante autoritario que los lleva a buscar el control, desde el ejecutivo, sobre el resto de los poderes, algo logrado, en buena medida por Chávez y que en Estados Unidos parecería imposible por aquello del sistema de pesos y contrapesos que sí funciona y porque el establishment hará todo lo posible por evitarlo. Ahora, en lo que sí están separados por una gran distancia es en un hecho nada desdeñable: Chávez requirió el apoyo de los dineros públicos y privados para sus campañas electorales, mientras que Trump se los paga él mismo, a diferencia de aquellos tiempos en los que se los pagaba a otros. Con lo cual queda demostrado, una vez más, que ninguna sociedad está vacunada contra el virus del populismo en cualquiera de sus versiones, incluyendo la autoritaria.
@rgiustia
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