Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

sábado, 5 de marzo de 2016

“La Aurora de un Pasado” de Eduardo Zárraga

La Aurora de un Pasado

La Aurora de un Pasado


Peter Albers
Una gentil alumna me regaló el valioso libro del cual extraigo estos párrafos:
“Los árboles presidían aquel paseo donde la madre naturaleza imperaba con todo el poder que le otorgan sus recursos, que son los árboles, las flores, los arbustos y hasta algunos gamelotes que silvestres se asomaban a la tierra reclamando su derecho de estar. (…) Enhiestos camorucos de elevadas copas, robustos cujíes, cedros olorosos a madera, jabillos espinosos con sus nidos de turpiales colgando, apamates floridos, añejos caobos de señorial apariencia y toda suerte de enredaderas, siempre presididas por la señorial belleza de las trinitarias blancas, rojas y moradas.”
Se trata de “La Aurora de un Pasado” de Eduardo Zárraga, valenciano nacido en 1925 y fallecido en 2011, luego de una dilatada trayectoria como locutor; carrera que inició a los 15 años de edad en “La Voz de Carabobo” y culminó en la misma emisora, luego de regresar de Caracas, donde llegó a los más encumbrados sitiales de las más importantes emisoras de radio y televisión capitalinas durante 55 años. Más de medio siglo alejado de su terruño, pero sin olvidar el Camoruco que tan magistralmente nos pinta en los párrafos que inician estas “Albersidades”.
Poco después de caída la dictadura de Pérez Jiménez comenzó la destrucción de tan hermoso paraje, como lo fue la Avenida Bolívar que Zárraga nos describe en su libro, publicado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Carabobo, bajo el mandato de Henrique F. Salas F.. El ecocidio se realizó en nombre del automóvil, y las motosierras destruyeron en pocos días lo que a la naturaleza le tomó tanto tiempo en formar tan hermoso escenario natural. Fue el “ensanche de la Avenida Bolívar” bajo cuyo nombre cayeron no solamente los camorucos que le dieron nombre al lugar, sino cujíes, cedros, jabillos, apamates y caobos. Le siguió la destrucción de las casas de fines del siglo 19 y comienzos del 20 que flanqueaban la vía. Incapacitado de indemnizar a los propietarios de las hermosas villas rodeadas de jardines, el gobierno regional de entonces compensó la pérdida de terreno cedido con la construcción de locales comerciales de pésima calidad arquitectónica, que han perdurado hasta hoy, castigados hasta la quiebra por el cierre de la avenida “gracias” a la construcción de un Metro que avanza a paso de morrocoy. Solamente se salvaron algunas casas que, con mayor retiro, no resultaron afectadas con el ensanche, y han mantenido su estructura original, convertidas algunas en empresas de servicios funerarios. Y también sobrevivió la “capillita de Camoruco”, con su modesto campanario que todavía se aprecia cuando se baja desde Santa Cecilia. 
Mucho se debatió en esa época sobre la conveniencia de ese ensanche, que destruía por completo la imagen que a los valencianos de entonces le era tan apreciada: vías alternas que aliviaran un tráfico que se iba volviendo intenso con el crecimiento debido al desarrollo industrial. La avenida Andrés Eloy Blanco y el Paseo Cabriales llegaron tarde para salvar a Camoruco, ese trozo de la Avenida Bolívar que va desde la Cedeño hasta Las Acacias, y que con tanto realismo nos dejó pintado en su libro Eduardo Zárraga.
Son las imágenes que los más viejos recordamos, lamentando que el poco sentido de pertenencia nos haya insensibilizado ante la destrucción de nuestro patrimonio arquitectónico y cultural llevado a cabo en un proceso que ya lleva más de medio siglo sin que parezca importarle a la mayoría de quienes aquí viven.
peterkalbers@yahoo.com
@peterkalbers

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