Lectura Tangente
11/01/2014 11:00:00 p.m.La Venezuela del horror
- Columnista, Notitarde, Antonio Sánchez García (Notitarde / )
Antonio Sánchez García
A Mónica Spear, in memoriam
En la circunstancia, conmovidos por el asesinato de Mónica Spear y su esposo, nada más errado que dejarse arrastrar por la emotividad y correr a abrazarse con el verdugo. Ha llegado la hora de tomar en serio hechos de tan aterradora realidad y comprender el contexto en que acontecen. De ignorarlo, ir a Miraflores sin un plan de contra poder, sin la voluntad de desalojar a los responsables de esta trágica situación, y terminar simplemente estrechándole la mano al responsable, tiene un solo nombre: Complicidad manifiesta, pública, ignorante y notoria.
"Ligera de equipaje, como nube que pasa,
como agua que corre, como viento que sopla"
Mónica Spear
"Ligera de equipaje, como nube que pasa,
como agua que corre, como viento que sopla"
Mónica Spear
1
La mayor concentración de Poder y la mayor fortuna jamás vista en la bicentenaria historia republicana de Venezuela hubieran permitido no solo el mantenimiento y la construcción de los mejores hospitales, las mejores escuelas, los mejores establecimientos sanitarios y educativos del hemisferio. Hubieran permitido darle mantenimiento a una infraestructura vial en estado catastrófico, llenar de autopistas el país, modernizar la red vial de nuestras principales ciudades, repotenciar la industria petrolera hasta llegar a la producción anual de seis o más millones de barriles diarios, crear empresas, autoabastecernos de todo lo que la población requiera, crear focos de desarrollo turístico, diversificar nuestra economía y multiplicar aún más nuestros recursos hasta ponernos al nivel de países mediterráneos como España e Italia y, sin ninguna duda, situarnos a la cabeza de América Latina.
Quince años de gobierno bajo todas esas premisas hubieran transformado a Venezuela en un país del primer mundo, a su población en una de las más educadas y productivas de la región, a las universidades e institutos tecnológicos en modelos de investigación científica y divulgación del conocimiento, a la expansión explosiva de la industria editorial y a convertir a nuestro país en polo de atracción cultural y turística.
Que en lugar de disfrutar de todo ese desarrollo perfectamente posible, nos encontremos en el lamentable estado de pobreza y miseria material, y moral en que vegetamos, y el asesinato de una figura destacada se convierte en el hecho noticioso más trascendente de estos días del comienzo del nuevo año, debiera llevarnos a una profunda reflexión. Este asesinato adquiere particular relevancia por la personalidad de sus víctimas y el impacto que seguramente causará en el mundo. Pero encubre miles de otros -solo este año que dejamos más de 24 mil víctimas. Como el de una muchacha que pasaba sus vacaciones en una pequeña y adorable playa margariteña, Playa Parguito, que terminó su juventud asesinada de un disparo que la alcanzó por azar. Un facineroso solitario asaltó a un grupo de comensales en uno de los restoranes del lugar, y al escapar, perseguido por los indignados asaltados, disparó a mansalva. La asesinada descansaba en una tumbona.
2
Indigna, en primer lugar, la complicidad con los asesinos de quienes, bajo la presión del gobernante y las autoridades responsables, aún perteneciendo al mismo medio de Mónica Spear, piden no politizar el hecho. Vale decir: Banalizarlo, considerarlo un hecho noticioso cualquiera, susceptible de suceder en cualquier lugar del mundo, sin importar el régimen dominante. Es la ominosa falacia de un grupo de protegidos del Gobierno, bufones consentidos de sus nóminas, favorecidos por la complacencia y carentes, desde luego, de toda integridad moral.
El país se ha puesto en pie, conmovido, estremecido e indignado por la insoportable irresponsabilidad del gobernante. Su indirecta culpabilidad cabe perfectamente dentro de lo que la justicia categoriza bajo el concepto de homicidio culposo. ¿O no lo es tener las carreteras en estado lamentable, sumidas en la absoluta oscuridad, carentes de todo sistema de vigilancia? ¿No es homicidio culposo el de una justicia que no ha investigado el 90% de los más de 200 mil asesinatos productos de 14 años de desgobierno? ¿No lo es que en más del 90% de estos casos de tamaña cuantía las autoridades competentes no hayan dado con los asesinos y los hayan puesto a rendir cuentas de sus fechorías ante los organismos correspondientes, también controlados por el Ejecutivo? ¿Dejándolos deambular libremente para que puedan continuar cometiendo sus fechorías?
Es de agradecer, en este caso, la rápida captura de la banda de asesinos, si bien producto de la admirable decisión del vecindario del lugar en que habitan y desde donde planificaban sus fechorías y a donde regresaban a enconcharse tras cometerlas, que cansados de tanta impunidad y sufrir en carne propia su violencia hamponil, los aprehendieron y los entregaron a la policía. Lo cual ha permitido echarle una mirada al prontuario del autor material y constatar un hecho tanto o más aterrador que el asesinato mismo y hasta lo explica: Su carrera delictual, que comienza en su más temprana adolescencia, corre paralela a los 14 años del llamado "proceso" y además del abultado número de sus fechorías revela la insólita y funesta incapacidad o abulia de los sistemas policial, judicial y penitenciario, a través de cuyas laxas y corrompidas redes, él y los malhechores se movían como pez en el agua. Son innumerables las veces que fueron aprehendidos, procesados, encarcelados y liberados, si previamente no se habían escapado. Sin ninguna consecuencia como para ponerles atajo y fin a su carrera delictual.
Todo lo cual conduce a la espantosa constatación de que bajo este régimen han colapsado los organismos del Estado encargados de la preservación de la justicia y la seguridad ciudadana. Todo o cual, digámoslo sin ambages, no es producto del azar ni de la incapacidad o la inoperancia de las autoridades que han estado a su cargo. Ha ocurrido como efecto directo, provocado consciente y deliberadamente por la desquiciada voluntad de Hugo Chávez y su partido militar por destruir, aniquilar el Estado y asumir el control directo del Poder, concentrándolo en las manos del caudillo. La lógica y perfecta consumación de una autocracia. Caudillesca, militarista, primitiva y bárbara.
3
En una luminosa entrevista que Ramón Hernández le hiciera en el año 2011 a Simón Alberto Consalvi, el último de nuestros grandes pensadores, éste afirmó: "No hay Estado; existe un personaje llamado Hugo Chávez Frías que decide a altas horas de la madrugada que abrirá el sarcófago de Bolívar y lo mostrará a través de la televisión. Nunca se había llegado a una situación semejante, que un personaje secuestre el Estado y secuestre la sociedad. No existe Estado." ¿Qué lo sustituye?- pregunta Hernández. "Nada. Sólo puede ser sustituido por la restauración del Estado, por la reconstrucción del Estado…Chávez encontró un Estado organizado, pero lo ha abolido." (Ramón Hernández, Contra el olvido. Conversaciones con Simón Alberto Consalvi, Editorial Alfa, pág. 128).
Hemos sostenido que tras su muerte Chávez, como sucede tras la muerte de todos los caudillos -Hitler es el caso paradigmático- no ha dejado tras suyo una sola institución perdurable. Solo las ruinas dispersas de un Estado destruido. Ese sistema judicial, reducido a instrumento de persecución, retaliación y castigo de la oposición o de blindaje de enriquecimientos y saqueos pero absolutamente ajeno a sus funciones primordiales; esa policía, más dedicada a amedrentar al ciudadano que a perseguir a los criminales; ese sistema penitenciario, devenido en estos 14 años de insólitos desafueros en territorio apache de Pranes y delincuentes, son la prueba irrebatible de lo afirmado por Consalvi. Esa es la cruda y espantosa verdad: Detrás de las 240 mil víctimas de estos 14 años de destrucción sistemática de nuestra institucionalidad democrática, vale decir: Del Estado construido mal que bien con inmensos esfuerzos y sacrificios durante todo el siglo XX, pero en particular desde la instauración del sistema liberal democrático en 1945 y en 1958, se encuentra el avieso y pervertido propósito de una camarilla de militares y políticos con propósitos totalitarios, y cuyo efecto necesario ha sido destruir el Estado, dejando al ciudadano en la total indefensión, a la intemperie. Fácil presa del capricho y la manipulación del todo poderoso.
Me pregunto con inmensa aprehensión si esta crisis existencial y las pretensiones de la barbarie por consolidar este naufragio está en la conciencia de los ciudadanos como causa y efecto de estos últimos 14 años, punta del iceberg del asalto de un contra poder que se revuelve en las entrañas de nuestra sociedad desde el momento mismo del triunfo de los factores democráticos: El golpismo congénito que anida en el seno de las fuerzas armadas venezolanas y encontrara en el positivismo y su concepto del gendarme necesario la justificación ideológica a su delirante pretensión de Poder; las fuerzas de la subversión marxista que encontraran en la revolución cubana el polo de articulación estructural y en la institución armada su engranaje con el golpismo militarista, su "príncipe maquiavélico", el partido; para irrumpir abiertamente el 4 de febrero de 1992 y no detener su lava eruptiva hasta lograr la destrucción del Estado y la instauración de este régimen, que hoy se revuelve descontrolado en su acefalía.
Pero más grave aún: Me pregunto si las autoridades electas en representación de las fuerzas democráticas que se resisten a la sumisión y se expresan diariamente en su deseo por reconstruir el tejido social y el Estado venezolano tienen conciencia del grave y profundo mal que nos afecta. Me pregunto si quienes han ido a estrechar la mano del sátrapa tienen la más elemental conciencia de la dimensión de la crisis y del papel objetivamente obsecuente y claudicante en el que quiéranlo o no resbalan al no tener claro quién y cuáles son los propósitos de los enemigos de la democracia que saludan. Pues en la desgraciada situación en que estamos no ver más allá de nuestras narices puede llevarnos involuntaria e inconscientemente a tropezar y caer en el abismo que enfrentamos.
En la circunstancia, conmovidos por el asesinato de Mónica Spear y su esposo, nada más errado que dejarse arrastrar por la emotividad y correr a abrazarse con el verdugo. Ha llegado la hora de tomar en serio hechos de tan aterradora realidad y comprender el contexto en que acontecen. De ignorarlo, ir a Miraflores sin un plan de contra poder, sin la voluntad de desalojar a los responsables de esta trágica situación, exigir cuentas y demandar la restitución del Poder del Estado, para terminar simplemente estrechándole la mano al responsable, tiene un solo nombre: Complicidad manifiesta, pública, ignorante y notoria.
La mayor concentración de Poder y la mayor fortuna jamás vista en la bicentenaria historia republicana de Venezuela hubieran permitido no solo el mantenimiento y la construcción de los mejores hospitales, las mejores escuelas, los mejores establecimientos sanitarios y educativos del hemisferio. Hubieran permitido darle mantenimiento a una infraestructura vial en estado catastrófico, llenar de autopistas el país, modernizar la red vial de nuestras principales ciudades, repotenciar la industria petrolera hasta llegar a la producción anual de seis o más millones de barriles diarios, crear empresas, autoabastecernos de todo lo que la población requiera, crear focos de desarrollo turístico, diversificar nuestra economía y multiplicar aún más nuestros recursos hasta ponernos al nivel de países mediterráneos como España e Italia y, sin ninguna duda, situarnos a la cabeza de América Latina.
Quince años de gobierno bajo todas esas premisas hubieran transformado a Venezuela en un país del primer mundo, a su población en una de las más educadas y productivas de la región, a las universidades e institutos tecnológicos en modelos de investigación científica y divulgación del conocimiento, a la expansión explosiva de la industria editorial y a convertir a nuestro país en polo de atracción cultural y turística.
Que en lugar de disfrutar de todo ese desarrollo perfectamente posible, nos encontremos en el lamentable estado de pobreza y miseria material, y moral en que vegetamos, y el asesinato de una figura destacada se convierte en el hecho noticioso más trascendente de estos días del comienzo del nuevo año, debiera llevarnos a una profunda reflexión. Este asesinato adquiere particular relevancia por la personalidad de sus víctimas y el impacto que seguramente causará en el mundo. Pero encubre miles de otros -solo este año que dejamos más de 24 mil víctimas. Como el de una muchacha que pasaba sus vacaciones en una pequeña y adorable playa margariteña, Playa Parguito, que terminó su juventud asesinada de un disparo que la alcanzó por azar. Un facineroso solitario asaltó a un grupo de comensales en uno de los restoranes del lugar, y al escapar, perseguido por los indignados asaltados, disparó a mansalva. La asesinada descansaba en una tumbona.
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Indigna, en primer lugar, la complicidad con los asesinos de quienes, bajo la presión del gobernante y las autoridades responsables, aún perteneciendo al mismo medio de Mónica Spear, piden no politizar el hecho. Vale decir: Banalizarlo, considerarlo un hecho noticioso cualquiera, susceptible de suceder en cualquier lugar del mundo, sin importar el régimen dominante. Es la ominosa falacia de un grupo de protegidos del Gobierno, bufones consentidos de sus nóminas, favorecidos por la complacencia y carentes, desde luego, de toda integridad moral.
El país se ha puesto en pie, conmovido, estremecido e indignado por la insoportable irresponsabilidad del gobernante. Su indirecta culpabilidad cabe perfectamente dentro de lo que la justicia categoriza bajo el concepto de homicidio culposo. ¿O no lo es tener las carreteras en estado lamentable, sumidas en la absoluta oscuridad, carentes de todo sistema de vigilancia? ¿No es homicidio culposo el de una justicia que no ha investigado el 90% de los más de 200 mil asesinatos productos de 14 años de desgobierno? ¿No lo es que en más del 90% de estos casos de tamaña cuantía las autoridades competentes no hayan dado con los asesinos y los hayan puesto a rendir cuentas de sus fechorías ante los organismos correspondientes, también controlados por el Ejecutivo? ¿Dejándolos deambular libremente para que puedan continuar cometiendo sus fechorías?
Es de agradecer, en este caso, la rápida captura de la banda de asesinos, si bien producto de la admirable decisión del vecindario del lugar en que habitan y desde donde planificaban sus fechorías y a donde regresaban a enconcharse tras cometerlas, que cansados de tanta impunidad y sufrir en carne propia su violencia hamponil, los aprehendieron y los entregaron a la policía. Lo cual ha permitido echarle una mirada al prontuario del autor material y constatar un hecho tanto o más aterrador que el asesinato mismo y hasta lo explica: Su carrera delictual, que comienza en su más temprana adolescencia, corre paralela a los 14 años del llamado "proceso" y además del abultado número de sus fechorías revela la insólita y funesta incapacidad o abulia de los sistemas policial, judicial y penitenciario, a través de cuyas laxas y corrompidas redes, él y los malhechores se movían como pez en el agua. Son innumerables las veces que fueron aprehendidos, procesados, encarcelados y liberados, si previamente no se habían escapado. Sin ninguna consecuencia como para ponerles atajo y fin a su carrera delictual.
Todo lo cual conduce a la espantosa constatación de que bajo este régimen han colapsado los organismos del Estado encargados de la preservación de la justicia y la seguridad ciudadana. Todo o cual, digámoslo sin ambages, no es producto del azar ni de la incapacidad o la inoperancia de las autoridades que han estado a su cargo. Ha ocurrido como efecto directo, provocado consciente y deliberadamente por la desquiciada voluntad de Hugo Chávez y su partido militar por destruir, aniquilar el Estado y asumir el control directo del Poder, concentrándolo en las manos del caudillo. La lógica y perfecta consumación de una autocracia. Caudillesca, militarista, primitiva y bárbara.
3
En una luminosa entrevista que Ramón Hernández le hiciera en el año 2011 a Simón Alberto Consalvi, el último de nuestros grandes pensadores, éste afirmó: "No hay Estado; existe un personaje llamado Hugo Chávez Frías que decide a altas horas de la madrugada que abrirá el sarcófago de Bolívar y lo mostrará a través de la televisión. Nunca se había llegado a una situación semejante, que un personaje secuestre el Estado y secuestre la sociedad. No existe Estado." ¿Qué lo sustituye?- pregunta Hernández. "Nada. Sólo puede ser sustituido por la restauración del Estado, por la reconstrucción del Estado…Chávez encontró un Estado organizado, pero lo ha abolido." (Ramón Hernández, Contra el olvido. Conversaciones con Simón Alberto Consalvi, Editorial Alfa, pág. 128).
Hemos sostenido que tras su muerte Chávez, como sucede tras la muerte de todos los caudillos -Hitler es el caso paradigmático- no ha dejado tras suyo una sola institución perdurable. Solo las ruinas dispersas de un Estado destruido. Ese sistema judicial, reducido a instrumento de persecución, retaliación y castigo de la oposición o de blindaje de enriquecimientos y saqueos pero absolutamente ajeno a sus funciones primordiales; esa policía, más dedicada a amedrentar al ciudadano que a perseguir a los criminales; ese sistema penitenciario, devenido en estos 14 años de insólitos desafueros en territorio apache de Pranes y delincuentes, son la prueba irrebatible de lo afirmado por Consalvi. Esa es la cruda y espantosa verdad: Detrás de las 240 mil víctimas de estos 14 años de destrucción sistemática de nuestra institucionalidad democrática, vale decir: Del Estado construido mal que bien con inmensos esfuerzos y sacrificios durante todo el siglo XX, pero en particular desde la instauración del sistema liberal democrático en 1945 y en 1958, se encuentra el avieso y pervertido propósito de una camarilla de militares y políticos con propósitos totalitarios, y cuyo efecto necesario ha sido destruir el Estado, dejando al ciudadano en la total indefensión, a la intemperie. Fácil presa del capricho y la manipulación del todo poderoso.
Me pregunto con inmensa aprehensión si esta crisis existencial y las pretensiones de la barbarie por consolidar este naufragio está en la conciencia de los ciudadanos como causa y efecto de estos últimos 14 años, punta del iceberg del asalto de un contra poder que se revuelve en las entrañas de nuestra sociedad desde el momento mismo del triunfo de los factores democráticos: El golpismo congénito que anida en el seno de las fuerzas armadas venezolanas y encontrara en el positivismo y su concepto del gendarme necesario la justificación ideológica a su delirante pretensión de Poder; las fuerzas de la subversión marxista que encontraran en la revolución cubana el polo de articulación estructural y en la institución armada su engranaje con el golpismo militarista, su "príncipe maquiavélico", el partido; para irrumpir abiertamente el 4 de febrero de 1992 y no detener su lava eruptiva hasta lograr la destrucción del Estado y la instauración de este régimen, que hoy se revuelve descontrolado en su acefalía.
Pero más grave aún: Me pregunto si las autoridades electas en representación de las fuerzas democráticas que se resisten a la sumisión y se expresan diariamente en su deseo por reconstruir el tejido social y el Estado venezolano tienen conciencia del grave y profundo mal que nos afecta. Me pregunto si quienes han ido a estrechar la mano del sátrapa tienen la más elemental conciencia de la dimensión de la crisis y del papel objetivamente obsecuente y claudicante en el que quiéranlo o no resbalan al no tener claro quién y cuáles son los propósitos de los enemigos de la democracia que saludan. Pues en la desgraciada situación en que estamos no ver más allá de nuestras narices puede llevarnos involuntaria e inconscientemente a tropezar y caer en el abismo que enfrentamos.
En la circunstancia, conmovidos por el asesinato de Mónica Spear y su esposo, nada más errado que dejarse arrastrar por la emotividad y correr a abrazarse con el verdugo. Ha llegado la hora de tomar en serio hechos de tan aterradora realidad y comprender el contexto en que acontecen. De ignorarlo, ir a Miraflores sin un plan de contra poder, sin la voluntad de desalojar a los responsables de esta trágica situación, exigir cuentas y demandar la restitución del Poder del Estado, para terminar simplemente estrechándole la mano al responsable, tiene un solo nombre: Complicidad manifiesta, pública, ignorante y notoria.
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