Mala espina
ADOLFO R. TAYLHARDAT | EL UNIVERSAL
miércoles 15 de enero de 2014
Comienzo manifestando mi repudio más rotundo al vil y cobarde asesinato de la joven actriz Mónica Spear y su pareja. Es cierto que diariamente ocurren en nuestro país crímenes similares pero éste, en el cual perdió la vida una figura conocida y famosa, no solo por haber sido candidata al cetro de Miss Universo, sino porque había alcanzado amplia notoriedad como intérprete en telenovelas de gran audiencia en Estados Unidos y otros países. Los autores de ese odioso crimen, al igual que los de otros hechos similares que pasan desapercibidos, deben ser castigados con todo el peso de la ley. Ningún delito de cualquier naturaleza que sea debe quedar sin punición.
Pero ya sabemos que en Venezuela la justicia no es, como debía ser, ciega. Parece que tiene un ojo tapado y otro destapado para decidir a quién se castiga, cómo y por cuánto tiempo. Los ejemplos más evidentes de esta situación son los del comisario Iván Simonovis y la jueza Afiuni. Ambos han sido acusados de delitos que no han cometido y se han manipulado la ley y los procedimientos judiciales para impedir que prevalezca la justicia. En cambio, delincuentes plenamente identificados son confinados en establecimientos penitenciarios donde se les permite cualquier tipo de privilegio y hasta disponen de los recursos tecnológicos para manejar a distancia, desde la prisión, las pandillas de mafiosos y criminales que ellos controlan. Incluso hasta se les facilita la evasión para que continúen sus fechorías impunemente.
Volviendo al caso de Mónica Spear, el impacto de ese crimen ha sido universal. En casi todos los países del globo se divulgó la noticia de este pavoroso crimen. Los medios no han cesado de destacar que Venezuela es un país peligroso por inseguro. Nuestro país ha sido catalogado como el país más peligroso de América Latina, superado apenas por Haití.
He asignado a este artículo el título: "Mala espina" por una razón muy sencilla. La celeridad con la cual supuestamente fueron ubicados, identificados, detenidos, imputados y enviados a prisión siete elementos acusados de ser los autores del asesinato de Mónica Spear, genera en mi espíritu cierta sospecha y desconfianza.
Sabemos que este régimen, que en mala hora detenta, ilegítimamente, el poder en enezuela es un régimen tramposo y embustero. Vive del engaño para mantenerse gobernando.
Pienso que luego de constatar el severo daño que a la imagen nacional e internacional del gobierno ha infligido el monstruoso asesinato, el ilegitimo decidió que es urgente detener a toda costa ese tsunami de opiniones que atribuyen al régimen la principal responsabilidad en el crimen por su ineficiencia y su incapacidad para brindar seguridad a la población, no solamente venezolana, sino también extranjera o visitante. Basta leer los boletines que emiten las embajadas acreditadas en Caracas en las cuales advierten a su personal y a sus connacionales acerca de los riesgos que corren cuando transitan por la ciudad, la cual tienen sectorizada por colores según el grado de peligrosidad.
No tengo elementos para fundamentar la mala espina que siento. Solamente se trata de eso, de una sospecha, de una aprensión provocada por el comportamiento habitual del régimen, que, entre otras cosas creó un "testigo estrella" en el caso del fiscal Danilo Anderson, víctima de un pavoroso atentado; inventó un regimiento de conspiradores en el caso de los "paracachitos", ha urdido la presencia en el país de supuestos conspiradores; ha fraguado falsas acusaciones para inhabilitar y desprestigiar a figuras descollantes de la oposición; montó toda una trama para despojar de su curul a parlamentarios, como el caso de la diputada Aranguren; y no ha vacilado en manipular resultados electorales para asegurarse la permanencia en el poder.
En fin, este gobierno parece contar con un laboratorio especializado -seguramente dirigido por agentes cubanos- para fraguar inventos y medidas a fin de contrarrestar situaciones que pudieran afectar la precaria y tambaleante consistencia del régimen.
Repito, no tengo elementos para sustentar o substanciar mi desconfianza, pero el inusual hecho de que en tan poco tiempo haya sido despejado el asesinato de Mónica Spears me causa mala espina. ¿Serán presuntos asesinos fabricados en ese laboratorio al cual me referí antes? El régimen es capaz de pagar cualquier cantidad de dinero para gratificar a voluntarios dispuestos a asumir la autoría del crimen, ofreciéndoles además, lenidad y blandura en cuanto a la sentencia o facilidades para librarse rápidamente de un castigo severo. Lo prioritario es detener, cueste lo que cueste, esa oleada de descrédito urbi et orbi que se ha ganado el ilegítimo por su incapacidad para tomar medidas efectivas que brinden seguridad a la población constantemente expuesta a ser una víctima más de la delincuencia desbocada que reina en el país.
Ojalá mis sospecha y aprehensiones sean infundadas, pero después de conocer que el asesino de la plaza Altamira no solamente se encuentra gozando de plena libertad, sino que ha sido premiado con un cargo diplomático en la embajada venezolana en Australia, mis lectores coincidirán conmigo en que aquí, bajo este régimen, todo es posible
www.adolfotaylhardat.net/indexbis
Pero ya sabemos que en Venezuela la justicia no es, como debía ser, ciega. Parece que tiene un ojo tapado y otro destapado para decidir a quién se castiga, cómo y por cuánto tiempo. Los ejemplos más evidentes de esta situación son los del comisario Iván Simonovis y la jueza Afiuni. Ambos han sido acusados de delitos que no han cometido y se han manipulado la ley y los procedimientos judiciales para impedir que prevalezca la justicia. En cambio, delincuentes plenamente identificados son confinados en establecimientos penitenciarios donde se les permite cualquier tipo de privilegio y hasta disponen de los recursos tecnológicos para manejar a distancia, desde la prisión, las pandillas de mafiosos y criminales que ellos controlan. Incluso hasta se les facilita la evasión para que continúen sus fechorías impunemente.
Volviendo al caso de Mónica Spear, el impacto de ese crimen ha sido universal. En casi todos los países del globo se divulgó la noticia de este pavoroso crimen. Los medios no han cesado de destacar que Venezuela es un país peligroso por inseguro. Nuestro país ha sido catalogado como el país más peligroso de América Latina, superado apenas por Haití.
He asignado a este artículo el título: "Mala espina" por una razón muy sencilla. La celeridad con la cual supuestamente fueron ubicados, identificados, detenidos, imputados y enviados a prisión siete elementos acusados de ser los autores del asesinato de Mónica Spear, genera en mi espíritu cierta sospecha y desconfianza.
Sabemos que este régimen, que en mala hora detenta, ilegítimamente, el poder en enezuela es un régimen tramposo y embustero. Vive del engaño para mantenerse gobernando.
Pienso que luego de constatar el severo daño que a la imagen nacional e internacional del gobierno ha infligido el monstruoso asesinato, el ilegitimo decidió que es urgente detener a toda costa ese tsunami de opiniones que atribuyen al régimen la principal responsabilidad en el crimen por su ineficiencia y su incapacidad para brindar seguridad a la población, no solamente venezolana, sino también extranjera o visitante. Basta leer los boletines que emiten las embajadas acreditadas en Caracas en las cuales advierten a su personal y a sus connacionales acerca de los riesgos que corren cuando transitan por la ciudad, la cual tienen sectorizada por colores según el grado de peligrosidad.
No tengo elementos para fundamentar la mala espina que siento. Solamente se trata de eso, de una sospecha, de una aprensión provocada por el comportamiento habitual del régimen, que, entre otras cosas creó un "testigo estrella" en el caso del fiscal Danilo Anderson, víctima de un pavoroso atentado; inventó un regimiento de conspiradores en el caso de los "paracachitos", ha urdido la presencia en el país de supuestos conspiradores; ha fraguado falsas acusaciones para inhabilitar y desprestigiar a figuras descollantes de la oposición; montó toda una trama para despojar de su curul a parlamentarios, como el caso de la diputada Aranguren; y no ha vacilado en manipular resultados electorales para asegurarse la permanencia en el poder.
En fin, este gobierno parece contar con un laboratorio especializado -seguramente dirigido por agentes cubanos- para fraguar inventos y medidas a fin de contrarrestar situaciones que pudieran afectar la precaria y tambaleante consistencia del régimen.
Repito, no tengo elementos para sustentar o substanciar mi desconfianza, pero el inusual hecho de que en tan poco tiempo haya sido despejado el asesinato de Mónica Spears me causa mala espina. ¿Serán presuntos asesinos fabricados en ese laboratorio al cual me referí antes? El régimen es capaz de pagar cualquier cantidad de dinero para gratificar a voluntarios dispuestos a asumir la autoría del crimen, ofreciéndoles además, lenidad y blandura en cuanto a la sentencia o facilidades para librarse rápidamente de un castigo severo. Lo prioritario es detener, cueste lo que cueste, esa oleada de descrédito urbi et orbi que se ha ganado el ilegítimo por su incapacidad para tomar medidas efectivas que brinden seguridad a la población constantemente expuesta a ser una víctima más de la delincuencia desbocada que reina en el país.
Ojalá mis sospecha y aprehensiones sean infundadas, pero después de conocer que el asesino de la plaza Altamira no solamente se encuentra gozando de plena libertad, sino que ha sido premiado con un cargo diplomático en la embajada venezolana en Australia, mis lectores coincidirán conmigo en que aquí, bajo este régimen, todo es posible
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