El Carabobeño 19 enero 2014
Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín
afermin@el-carabobeno.com
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Tenemos la impresión de que, para aparentar que el Gobierno nacional atiende los reclamos de las colectividades, el decreto que arrebata a Valencia el Teatro Municipal lo van a derogar. Se trata de una distracción ante la gravedad de los decretos que disponen de la Plaza Monumental y el Parque Recreacional y del que crea una autoridad única para las parroquias Santa Rosa, Miguel Peña y Rafael Urdaneta, donde será construida la ciudad Hugo Chávez.
Quizás si el difunto pudiese expresar su voluntad diría que no está de acuerdo con este homenaje en la ciudad que, según su particular manera de interpretar la historia, fue la causante de la muerte del Libertador Simón Bolívar porque aquí “el traidor” José Antonio Páez, Miguel Peña y la godarria valenciana separaron a Venezuela de la Gran Colombia. Gracias a Dios que eso ocurrió, porque a Bolívar se le ocurrió anexarnos a Colombia. De tal manera que habríamos perdido nuestra patria y seríamos colombianos.
Eso es lo que no dicen los fanáticos del chavismo que -ni siquiera- han emitido un pronunciamiento, ni a favor ni en contra, sobre el arrebatón que hizo a Valencia el presidente Nicolás Maduro con sus decretos. El alcalde Edgardo Parra también lo hizo, por orden de Chávez, dejando a esta ciudad sin símbolos históricos, entre ellos el Escudo que desde tiempos antiguos nos identificó. De eso no se habla a nivel oficial. Hasta los voceros de la alcaldía guardan silencio mientras organizaciones y gente de la sociedad civil mantienen una lucha, en contra de ese nuevo acto de desprecio por la ciudad.
Solo el desconocimiento de quienes asesoran al presidente Nicolás hizo posible que el Teatro Municipal pase a ser administrado por uno de sus ministerios, porque esa obra fue donada a Valencia en 1894 por el presidente Joaquín Crespo para que su municipalidad cuidara y administrara esa joya arquitectónica diseñada y construida por el arquitecto Antonio Malaussena. Por su belleza artística y monumentalidad, el presidente Raúl Leoni lo declaró Monumento Nacional. No obstante, el Teatro ha sido una obra muy maltratada durante casi todos los gobiernos y en varias oportunidades fue saqueado por lo cual no conserva ni un mueble original, ni archivos.
DIEZ AÑOS CERRADO
Lo peor que le ha pasado al Municipal ocurrió durante uno de los gobiernos de Acción Democrática, que lo confió al Ministerio de Obras Públicas para una obras de reparación. Con ese pretexto el inmueble permaneció cerrado durante diez años. Vinieron de Caracas unos albañiles que se hicieron pasar por arquitectos y destruyeron la bellísima arquitectura diseñada y creada por Antonio Malaussena. Derribaron paredes y decoraciones y echaron a la basura el mobiliario, con el argumento de ampliar la sala de espectáculos.
Sin embargo, en esa intervención se hizo algo maravilloso: la restauración del techo de la sala, el plafón, pintado por el artista valenciano Antonio Herrera Toro. El trabajo fue encomendado al experto Michelle Baranowski, quien durante días y noches de muchos meses se dedicó a devolverle a Valencia una de las obras decorativas más bellas de todos los tiempos en la historia del Arte Venezolano. Han pasado casi 30 años y la obra debe ser atendida con el visto bueno del Consejo Nacional de Patrimonio.
Cuando Argenis Ecarri fue alcalde de Valencia encomendó la recuperación del Teatro a la arquitecta Sara Atienzar, quien logró conseguir en los archivos nacionales los planos de la obra diseñados por Malaussena. El trabajo fue impecable y motivo de alegría para el pueblo valenciano, que no daba crédito a lo que veía durante el concierto inaugural a cargo de la Orquesta Sinfónica de Carabobo, dirigida por el maestro José Calabrese. El programa incluyó el concierto número 2 de Rachmaninov interpretado por el glorioso pianista cubano Frank Fernández. El concierto debió repetirse dos veces. Fernández confesó que “nunca había visto a un público tan entusiasmado y alegre durante un concierto. De verdad que Valencia quiere a este Teatro”.
Durante la gestión del alcalde Paco Cabrera al Teatro se le colocó una reja protectora diseñada por Sara Atienzar y Eduardo Santaella, diseñador del parque Fernando Peñalver. Fueron construidas la plaza en la entrada, frente a la calle Colombia, y el camerino estrella, estrenado por Pavarotti durante los ensayos para el concierto que ofreció en la Plaza Monumental.
EL DECRETO 666 ES UN VENENO
Paco fue muy celoso con el Teatro, del cual éramos presidente desde los tiempos de Ecarri. “Esta es una joya arquitectónica que debe ser preservada, por lo cual sus actividades deben ser limitadas”, nos insistía, lo cual nos ocasionaba críticas y una guerra promovida por quienes, años más tarde, se encargaron de destruir los sistemas de iluminación, sonido y tramoyas.
En el inicio de la gestión de Parra, nuestro amigo Marcos Meléndez se preocupó por mejorar las instalaciones del Teatro en su parte externa y en el escenario que conservaba el mismo sistema de tramoyas del siglo XIX , porque los conocimientos para su manejo se fueron transmitiendo de generación en generación. Durante los quince años que estuvimos de presidente pudimos constatar que allí éramos como una familia, por lo cual el Teatro funcionaba con tan poco presupuesto. Hay que dejar claro que ninguna administración fue muy generosa para otorgarle recursos, con el argumento de que éramos un ente descentralizado.
Lo triste ocurrió en los últimos años, después de la salida de Marcos Meléndez, cuando el Teatro dejó de ser una sala de espectáculos para dedicarla a los actos del partido oficial. Nos cuentan que no quedó ni una silla en buen estado, los sistemas de aire acondicionado, iluminación y sonido los destruyeron porque despidieron al personal especializado y pusieron a manejarlos a personas sin conocimientos. Estando en estas condiciones, con elevados pasivos laborales y ante la improrrogable necesidad de hacer una considerable inversión, el Gobierno nacional se quiere desentender del Teatro dejando sin efecto el decreto expropiatorio. Otros no lo interpretan así y andan repartiendo caramelos diciendo que el gobernador
Francisco Ameliach está dispuesto a lograr que el decreto quede sin efecto.
No nos dejemos engolosinar con los que andan promoviendo reuniones para que nos olvidemos del decreto 666 con el que se pretende convertir a Valencia en una parroquia de la ciudad Hugo Chávez en las parroquias Miguel Peña, Rafael Urdaneta y Santa Rosa.
Así lo ha entendido el Colegio de Abogados, representado por su presidente Nelson Riedi, Aníbal Rueda, José Efraín Valderrama e Iván Pérez Rueda, que demandó la inconstitucionalidad de los decretos con argumentos bien fundamentados jurídicamente. Ese es el antídoto contra los caramelos de cianuro que comienzan a repartir algunos que consideran que somos “agarrados a lazo”.
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