Constituyen... ¿cómo?
El Nacional, martes 17 de abril de 2001Tomas y traiciones
Los documentos de la crisis de la Universidad Central de Venezuela
Los documentos de la crisis de la Universidad Central de Venezuela
Activista de la renovación académica de l969 y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente en l999, estos antecedentes me ubican del lado de la transformación que reclama la universidad venezolana. Todo cambio serio, sin embargo, impone renuncias y sacrificios, a menos que decidamos caernos a cobas. La reestructuración del Poder Judicial se llevó en los cachos a centenas de jueces. La sustitución del viejo Congreso por una Asamblea unicameral redujo la nómina de casi tres mil empleados a poco más de 800.
Los cambios de estructuras afectan a las personas, aunque tú no lo creas. Los profesores que se limitan a dar clases y no cumplan las funciones de investigación y extensión que exige una universidad integral, pudieran obtener un sabático definitivo y sin retorno. La llamada endogamia académica, merced a la cual es difícil que alguien de afuera le gane un concurso a uno de la casa; los jurados de ascensos de la misma escuela, departamento y cátedra —casi compadres— del examinado; los que no presentan trabajos, ¿están dispuestos a que el destino constituyente los alcance?
¿Debe seguir la figura de empleados que se hacen profesores por acta convenio, caso único en la academia universal? ¿La nómina administrativa es muy reducida, normal ó 5.000 empleados y obreros es como mucho? ¿La revisamos o mejor no tocamos la tecla de los derechos adquiridos? Los dirigentes sindicales y profesorales que claman y abogan por los excluidos, ¿están dispuestos a que sus hijos compitan en igualdad de condiciones —pruebas del CNU o internas— con los del pueblo preterido? ¿Sancionamos al adversario político y por la misma causa protegemos y premiamos al amigo o compañero? Trabajar 20 años a medio tiempo y luego, al final, trepar a un cargo directivo para jubilarse con prima y a dedicación exclusiva, ¿será corrupción? ¿Tú qué dices?
Son preguntas que uno va desgranando por ahí. ¿Qué hacer con los dirigentes gremiales y sindicales eternos? La otra vez los profesores votamos contra la reelección en un referéndum. Después, democráticamente, olvidamos al pobre referéndum. Bueno hubiera sido —y pedagógico— y revolucionario, que profesores que hoy reclaman una constituyente originaria, cuando ocuparon altos cargos hubiesen renunciado para que el soberano universitario tomara las riendas. No fue así, ejercieron a placer el poder constituido y, cuando otros ganaron con los votos y los desplazaron, piden su renuncia en nombre de las masas. Mire usted.
Los repitientes profesionales, los que viven cambiándose de escuela, ¿están dispuestos a ceder el cupo que usurpan a los excluidos? ¿Deberá, no sé, aplicarse una normativa a la repitencia? ¿O dejamos eso como un pasivo de la revolución, que también los tiene y en exceso? ¿No es una distorsión que el odiado poder universitario subvencione a los gremios de estudiantes? ¿Deben sufragar los recursos universitarios —vía federaciones de centros— campañas electorales para diputados y cargos públicos? ¿Están de acuerdo con eliminar prebendas, recursos millonarios, viáticos y carros rústicos que desnaturalizan al movimiento estudiantil? ¿Sí o no? ¿Será posible una revolución sin carpas Coleman?
Además de hacer saltar las viejas estructuras académicas y administrativas, las anteriores son preguntas que se deben poner sobre la mesa constituyente. ¿O dejamos las cosas hasta ahí y sólo nos metemos con el santo pero no con la limosna?
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