Fernando Facchin B. || Violencia y decadencia moral
ffacchinb@gmail.com
La violencia es la principal amenaza contra la sociedad venezolana, pero tenemos que luchar por vencer la delincuencia oficialista y ordinaria. El oficialismo y sus acólitos han empuñado con fuerza sus armas políticas favoritas: la maledicencia, el insulto y la descalificación de sus adversarios, estos han creado un sentimiento de injusticia en el colectivo; cuando una sociedad con valentía y coraje decide rescatar sus derechos conculcados, el gobierno y la injusticia tiemblan. Nos acercamos a la participación masiva, la sociedad comienza a implicarse en los asuntos políticos para la defensa de la unidad; la década del miedo, la resignación y el silencio llega a su fin. Lo advirtió M.L. King: "Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardemos silencio sobre las cosas que realmente importan". La violencia es una aparente demostración de fuerza que pretende ocultar la debilidad de un gobierno que carece de oferta política y democrática para el país e intenta disimular su debilidad política mediante el miedo, por ahora con violencia verbal. Un evidente ejemplo de lo dicho fue la gris, ominosa y escatológica participación oficialista en la AN el pasado martes con el caso L. López, en esa sección se demostró que el oficialismo adolece de una gran incapacidad para responder a la nueva realidad socio-política que representa la unidad de la alternativa democrática. El gobierno pretende generar miedo y frustración en la unidad opositora. Sin embargo, la reacción es unánime, con gran valentía, coraje e ingenio hemos demostrado que nuestra sociedad ya ha escogido su camino hacia la paz, la democracia y la reconstrucción del país, y el gobierno, con su violencia, no podrá torpedearlo. No seremos más espectadores pasivos, resignados a ver qué pasa, qué hacen. Como La Peste, de la que escribiera A. Camus: "Nos han invadido y nos estamos acostumbrando a vivir entre cadenas". La violencia se siente cómoda en los oficialistas, donde vive el ejemplo más notorio de la frecuente agresión verbal y la decadencia moral oficial. La violencia es cualquier cosa menos inocente, no hay nada más inmoral que la carrera de Chávez, Jaua, Maduro, Istúriz, Cabello, Escarrá y los demás, para atacar, sin razones válidas y con suma cobardía a la alternativa democrática. Ellos están dispuestos a emponzoñar la contienda preelectoral, pero recordemos que "El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe". Diógenes de Sinope. El insulto es sinónimo de involución. El gobierno está sumido en una grave decadencia moral.
La violencia no gana debate ni modifica verdades como lo es la debilidad electoral oficialista. Es una estrategia que revela impotencia, falta de poder hacer prevalecer en la sociedad un inviable proyecto hegemónico. Puede ser muy gratificante para ellos; cada uno mostrará ante su caporal y los demás ser el más aguerrido y el más servil, pero la violencia la desprecia la sociedad. El desafuero verbal es un juego sucio y estéril, no conduce a nada, sólo imposibilita el diálogo constructivo.
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