Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

viernes, 16 de septiembre de 2011


Manifiesto de los Reformistas
Pedro Briceño Méndez
[1835]
PEDRO BRICEÑO MÉNDEZ, General del Ejército de la República y Gobernador Político Provisional de esta Provincia de Caracas, a los venezolanos.
El impulso poderoso de las circunstancias produjo en 1830 una Constitución que los delegados del pueblo improvisaron, y la cual envolvía contra sus mismos dogmas un germen de disociación, que en lo adelante debía ser fatal, cuando en su curso y práctica se tocasen los grandes vicios y los errores monstruosos que ya se han palpado y que la prensa ha demostrado. A la aberración del Código fundamental y a la leyes de circunstancias promulgadas por los Congresos Constitucionales en las cinco Legislaturas que han precedido, se han unido los extravíos y aun los abusos más arbitrarios y escandalosos de la Representación Nacional, la cual, tergiversando hacia intereses y afecciones de partido el voto de la voluntad general de que eran intérpretes, ha colmado la medida de los males que hoy afligen a Venezuela, y que la conducirían, sin duda a su ruina total, si desde ayer el robusto brazo del patriotismo, orlado con la sangre de la independencia no hubiese detenido el torrente impetuoso que amenazaba destruir el edificio social.
En comprobación de estas tremendas verdades, vosotros (venezolanos) habéis visto ultrajada y sofocada vuestra soberanía popular en el libre ejercicio del único e imprescriptible derecho de que gozáis: en las elecciones primarias.
Con procaz osadía se pusieron en juego y acción cuantas arterías e intrigas sugirió el espíritu de partido, para obtener contra el querer de los pueblos los votos para altos funcionarios de la República, en personas indignas de vuestra confianza, destituidas del mérito patriótico y de virtudes republicanas.
Para alcanzar este nefario intento, el Congreso del presente año, violando expresamente el articulo 47 de la Constitución anuló las elecciones de Representantes y Senadores de la Provincia de Cumaná, con escandaloso despojo de la parte que le cabía en la Representación Nacional. De este modo fue que el doctor José María Vargas se elevó a la primera magistratura, con vilipendio y baldón de otros candidatos, ilustres por su valor y por sus distinguidos servicios a la causa pública.
De uno en otro vértigo siguió el Congreso sus tortuosos pasos; y cuando en Maracaibo una facción a mano armada atacó y redujo a prisión a las autoridades constituidas; y cuando el resto de la población sostuvo también con las armas las instituciones juradas y la dignidad nacional; la legislatura de 1830 concedió un indulto a los sediciosos, y dejó expuestos a los defensores de la ley a persecuciones judiciales por compromisos de tercero. Esta injusta amnistía ha producido necesariamente la insurrección de aquel país en donde ya desgraciadamente se ha derramado la sangre venezolana entre hermanos y amigos.
El Presidente del Estado, además, y su Consejo, mezclándose, contra el tenor expreso de la ley, al declarar su amparo y protección al gobernador de Cumaná por haber intervenido en las elecciones de aquel Colegio y metido la mano en los pronunciamientos judiciales de la Corte de Oriente contra el propio gobernador, también en violación de la ley, ha demostrado que su administración era arbitraria, y que obraba más bien en apoyo del partido que le había elevado al alto puesto que ocupaba.
Espectador el pueblo de desórdenes de tamaña magnitud, clamaba por la reforma esencial de los vicios de las instituciones, que le pusiese a salvo de un porvenir desgraciado y funesto. Ni la legislatura intentó siquiera la corrección de la fatal Ley de elecciones, no obstante el clamor general, ni tampoco el Gobierno prestaba oído benévolo a la opinión pública; pues, al contrario, sus agentes y partidarios del Gobierno titulaban y caracterizaban de sediciosos a todos los que ansiaban por las Reformas.
Los libertadores de Venezuela y los fundadores de su Independencia y libertad, observaban con apacible pero imponente reposo el extravío de todos los principios, por cuyo establecimiento y sostén habían prodigado su sangre. Cubiertos de venerables cicatrices, colgadas sus espadas en las aras de la patria, consagrados exclusivamente a procurarse la subsistencia más módica por su aplicación al trabajo y a una oficiosa industria, y finalmente confundidos con todos sus conciudadanos; participaban del influjo benefactor del poder civil y de las garantías proclamadas, cuando hirió sus oídos el grito vehemente del patriotismo que pedía la regeneración legal. Volvían sus ojos a sus compatriotas, y sólo divisaban en sus semblantes la convicción de los graves males que les aquejaban y un descontento, sin esperanza, al parecer, de remedio alguno. Excitóse entonces en el corazón de estos bravos atletas de la patria, aquel valor denodado que en otro tiempo fue el terror de España y el pasmo y admiración del siglo presente. Desde que ellos, pues, se persuadieron de que la misma patria, ese ídolo de sus más tiernos afectos, corría en pos de su envilecimiento y de su ruina, reunieron la fuerza armada en la noche del 7 de este mes, ocuparon los puntos importantes de esta plaza, aseguraron en su propia casa, con decoro y dignidad, al Presidente del Estado, y le excitaron a poner un término a los males públicos, transigiendo con las circunstancias y dando movimiento a la revolución que se operaba para salvar al país de la anarquía de que estaba ya amenazado. Yo tuve el honor de ser escogido para esta excitación por los jefes de las Reformas. No fui atendido porque de intento o por casualidad, no se me pudo oír; y me retiré. El Presidente, entonces, valiéndose de su ministro del Interior y del consejero Piñango, propuso a dichos jefes que volviesen todas las cosas a su orden y tranquilidad; que convocaría extraordinariamente al Congreso con el solo objeto de que éste llamase e hiciese reunir una Gran Convención, en cuyas manos entregaría el mando supremo; y que entretanto daría todas las garantías necesarias a los jefes de las Reformas, los cuales conservarían los mismos destinos que ahora tienen por virtud del Pronunciamiento que han hecho. Convinieron en este avenimiento los indicados jefes por las nueve proposiciones que presentaron al Jefe del Estado a las cuatro de la tarde del día de ayer, con la única diferencia de que éstas exigían que el Presidente nombrase siete o nueve notables de capacidad y patriotismo, que redactasen el reglamento para la reunión de la Gran Convención, que de hecho quedaba convocada.
Arrepentido el Presidente e instigado, sin duda, por pésimos consejos: cuando los Jefes de las Reformas esperaban una noche de júbilo patriótico, recibieron a las nueve de ella por contestación una proclama del mismo Presidente a los venezolanos y por la cual, desfigurando los hechos, titulaba las mismas proposiciones que él había hecho, de enteramente escandalosas e incompatibles con las leyes, concluyendo con protestar solemnemente contra los actos de violencia, y con cuya indigna frase ha osado calificar el voto de las Reformas, la voluntad de los pueblos y el derecho sagrado de insurrección que éstos tienen cuando sus gobernantes, controvirtiendo su misión, le conducen a su esclavitud e ignominia. En tan críticas circunstancias, y después que a las once de la noche de ayer se ha recibido el pronunciamiento de la patriótica Villa de La Guaira, adunando su voz a la de la capital, estoy autorizado para manifestaros, como lo he hecho, el verdadero estado de las cosas, y para preveniros que, en consonancia con la resolución de los jefes de las Reformas, el Gobierno provisional que ejerzo ha acordado las medidas siguientes:
1º Están en su fuerza y vigor la Constitución y las leyes; todos los funcionarios políticos continuarán sin interrupción alguna en el ejercicio de sus respectivos destinos, a excepción del Gobernador que era de la Provincia, que de hecho ha cesado en él, reemplazándole desde este momento provisionalmente el señor Ramón Landa.
2º Se garantizan en toda su plenitud, la vida y propiedades de todos los ciudadanos, siempre que no conspiren contra el pronunciamiento de las Reformas, en cuyo caso serán juzgados por la ley de conspiradores.
3º A las doce de la mañana del quince del corriente mes, se reunirán precisamente en el Teatro público todos los padres de familia y notables de la ciudad, reciban o no billete de invitación; y para que nadie alegue ignorancia ni se muestre indiferente, los jueces de paz de cada parroquia harán citar y concurrir a los padres de familia y notables de ella.
4º Esta reunión será presidida por el gobernador, y estará bajo la salvaguardia y garantía de la fuerza armada.
5º Esta reunión, a la cual nadie podrá concurrir armado, tiene por objeto:
Primero. Decidir si conforme al voto público, debe reformarse la Constitución por medio de una Convención Nacional, que se convocará desde luego.
Segundo. Nombrar el jefe que rija el Estado provisionalmente, hasta que la Convención sea instalada.
La presente manifestación se imprimirá y circulará a todas las provincias para que, instruidas de los sufragios de la capital, se pongan en armonía con ellos.
Compatriotas:
Vuestros conciudadanos armados han puesto en salvación vuestra libertad y derechos, sosteniendo las Reformas, por que tanto anheláis. Ellas se efectuarán por los Comisarios que escojáis para la Gran Convención, y en este Soberano cuerpo hallaréis la salud y la más solemne garantía de vuestra existencia política.
Caracas, a 9 de julio de 1835. 25º de la Independencia y 1º de l as Reformas.
Pedro Briceño Méndez

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