El Carabobeño 05 enero 2014
Rafael Tobías Blanco Vilariño || Vandalismo histórico: ¿Arde Valencia?
Una de esas manifestaciones de destrucción de los derechos culturales de una ciudad y de un país, lo tuvimos en la culta Francia durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial (1939-1944), cuando el paranoico Hitler, al comprender que había perdido definitivamente su devastadora guerra, ordenó al general Dietrich von Cheltitz, quien era el gobernador alemán de París, que procediera a la destrucción y ruina total de todos los monumentos culturales de la Ciudad Luz; pero, afortunadamente la cultura cívico y militar de este inteligente general le permitió comprender que este paranoico había perdido totalmente la razón y que él no cometería ante el mundo y la humanidad tal vandalismo cultural, destruyendo el Museo del Louvre, La Torre Eiffel, El Arco de Triunfo, Notre Dame de París y todos los museos contentivos de obras de Leonardo, de Rafael, el Greco etc.
Y, el día 24 de agosto de 1944, cuando estaba capitulando ante el general francés Leclerc, recibió una histérica llamada telefónica, donde Hitler le preguntaba:”¿Paris bróle-t-il? (¿Arde París?) y la respuesta fue un falso ¡Sí¡
Algo muy similar está pasando en la ciudad de Valencia, donde algunos paranoides desean incendiarle todos sus valores culturales, sólo que aquí existimos soldados sin botas ni charreteras, que hemos sido cultivados para otro destino, que no sea la destrucción de nuestros bienes comunitarios, sino el compartir y sembrar la cultura. ¡VOILÁ¡
(*) Médico Microbiólogo Clínico
El Carabobeño 03 enero 2014
Antonio Ecarri Bolívar || Valencia como problema en el 2014
aecarrib@gmail.com
@ecarribolivar
Dicen que nadie aprende por experiencia ajena y ésa es una verdad del tamaño de una Catedral. Los adecos lo sabemos de sobra. Seguramente por allá en el trienio 1945-1948 alguna gente de buena fe se acercó al partido a aconsejar a nuestros dirigentes sobre la consecuencia negativa del sectarismo, que entonces se nos endilgaba. No se les hizo caso y fue una de las excusas más publicitadas, por los ambiciosos militares que derrocaron al Presidente Gallegos, para justificar el zarpazo felón que le dieron al hilo constitucional.
Rómulo Betancourt, el hombre de Estado de mayor influencia del siglo XX venezolano, entendió este error y cuando regresó al poder se empeñó en luchar contra esa desviación sectaria e inauguró la etapa más duradera de estabilidad política que hemos disfrutado los venezolanos en toda nuestra accidentada historia constitucional gracias al Pacto de Punto Fijo, tan exitoso, que luego sirvió de base y ejemplo para los pactos de la Moncloa en la transición española. Leoni continuó esa amplitud política incorporando a su gobierno hasta a quienes le habían hecho oposición a su partido en el quinquenio anterior.
Traigo a colación esta reflexión y experiencia gubernativa habida cuenta de las decisiones que continúa tomando este gobierno, a sus diferentes niveles y que no parece querer rectificar, salvo la honrosa excepción de la reunión del Presidente Maduro con los alcaldes opositores, porque seguimos viendo con preocupación cómo se insiste en ratificar una política que tiene el sectarismo como bandera y en nada ayuda a la estabilidad del mismísimo gobierno. Veamos.
La decisión tomada por el alto gobierno de arrebatarle al municipio Valencia, centralizándolos, la plaza Monumental, el Teatro Municipal, el Parque Recreacional Sur y la constitución de una autoridad única para una hipotética ciudad “Hugo Chávez”, que abarcaría varias parroquias del sur de la ciudad, tan solo horas después de conocido el triunfo opositor en esta ciudad, es una medida tan impolítica como apresurada que a la larga solo le traerá inconvenientes al propio gobierno.
En efecto, no le arriendo la ganancia al gobernador Ameliach, quien ha sido obligado a asumir esta responsabilidad que no puedo creer se la hayan consultado, pues en el caso que sea corresponsable de la misma cometió un error de apresuramiento. Ya estamos viendo cómo sus perspicaces colaboradores, habilidosamente, tratan de remendar el capote llamando al Capitolio a las más representativas personalidades de la sociedad civil de la ciudad, para convencerlas de lo contrario de lo que todo el mundo presume ocurrió. En conclusión, esa medida ha sido vista, a pesar del presunto propósito de enmienda, como un arrebato de sectarismo al no aceptar, con humildad, una derrota electoral a manos de Miguel Cocchiola.
Afortunadamente, a pesar de la justificada airada reacción de los sectores representativos de la ciudad, el nuevo Alcalde de la ciudad está tomando el asunto con una inteligencia y sagacidad política que me ha dejado gratamente asombrado. Digo esto no porque menosprecie la capacidad de Miguel, a quien conozco su talento para manejar situaciones complejas en el mundo de los negocios privados, pero no hay dudas de su corta actividad en el más complejo mundillo de la política vernácula. Miguel se ha referido al despojo diciendo que actuará en contra de la medida, pero solo a través de los órganos jurisdiccionales. El sabe que en esas instancias no va a conseguir la revocatoria de esa arbitraria decisión, pero dejará constancia de sus argumentos legales para que, en un futuro no muy lejano, pueda restituirse la situación jurídica infringida con el desaguisado atropello, sin tener que romper definitivamente con los diversos niveles de gobierno que necesita para conducir con éxito su gestión.
Como decía al comienzo de este comentario, nadie aprende por experiencia ajena, pero como Francisco Ameliach no es un improvisado en política y pertenece a familias carabobeñas por las dos ramas de sus ancestros, me voy a tomar el atrevimiento de darle una recomendación pública: pase usted, señor Gobernador, la página de las elecciones que lo llevaron a enfrentar, como era de esperarse, a su contrincante con todos los hierros, por lo que sus seguidores debieron quedar satisfechos con su conducta preelectoral; pero ahora hay que pensar en la ciudad que eligió, en libérrimos comicios, a Miguel Cocchiola.
En consecuencia, Valencia entera espera ver, más temprano que tarde, el encuentro entre un alcalde y un gobernador elegidos con una legitimidad del mismo origen y, cuidado, si con votantes comunes en algunos casos. Miguel le ha pedido públicamente reunirse, me parece que lo exigió cuando estaban demasiado recientes las heridas infringidas mutuamente, pero ya estamos en otro año, por lo que los problemas de Valencia no esperan más para verlos juntos resolviendo, al alimón, tantas calamidades públicas heredadas de un gobierno municipal desastroso que necesita enmienda urgente. Usted tiene la palabra Gobernador. Ojalá aprenda por nuestra experiencia, aunque le sea ajena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario